Tomada de la red |
Conforme avanza la historia en su cabeza, yo tiemblo. Porque
no quiero ser quien ella quiere que yo sea. Lo he intentado todo: distraerla, esconder
mis pedazos en lugares diferentes para que no los encuentre, encender con un
chispazo una nueva idea, pero no hace caso. Soy su obsesión. En este limbo imaginario donde va cubriendo
de carne mi esqueleto, cada día pierdo más sustancia como humano, me devoran
las palabras y me convierto poco a poco en un ser que no reconozco; y quiero pararla. Desaparecer sin más ya que
no me deja existir como deseo. Así pues, se me ha ocurrido que es en el sueño
donde puedo borrarme definitivamente, cuando mi endeble voluntad etérea le
tuerza la suya, dormida en esta noche de llama insegura.
Ahora que
todo es silencio y respiración pausada, me demoro en actuar como había
determinado hacer. Me pregunto, mientras dejo que las agujas del reloj se coman
los minutos, siguiendo las órdenes del segundero, y los péndulos dorados se
muevan al compás del avance inexorable de la noche hacia la madrugada, si de
veras será acertado condenarme a no vivir. Imagino un vacío enorme, como esa
boca de agua negra en la que anida la tormenta, y me entra un ahogo de pez
fuera del mar. Me da por retomar mi decisión. Yo querría otra oportunidad. Me
debato entre desaparecer o sobrevivir según ella me imagine. Y ya sé cómo lo
hace. Tiene ese relato de terror dentro y quiere sacarlo a toda costa. Yo soy
su pesadilla. «Soy malo porque soy desgraciado». Seré, pues, un monstruo
desdichado. ¿Pero no es mejor ser barro que nada? Y es de la pluma de Mary de
donde brotan las letras que me darán el soplo definitivo de vida. Amanece.
¿Acaso no es un deseo humano alcanzar la inmortalidad?
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