Tomada de la red. |
No
voy a llorar, lo prometo.
Sólo
déjame estar aquí.
Cogerte
de la mano.
Y
si la congoja me ahoga,
en
seco tragaré esa bola amarga.
Yo
vigilaré si acaso duermes.
Como
cuando dibujaba tu cuerpo,
con
un dedo húmedo,
desde
los pies de la cama;
y
la imaginaba acurrucada
en
el hueco de tus caderas.
Y
sentía.
No
paraba de llorar.
No
parabas de reír.
Nos
movíamos livianos
por
la vida.
Su
vida.
Nuestra
vida.
No
digas que no fue eso.
Ni
se te ocurra.
Sí,
lo merecía.
Merecía
este castigo.
Seguí
sonriendo a la placa transparente,
como
un estúpido,
cuando
el de la bata blanca
dictó
su condena:
arrancarme
de cuajo el sentimiento.
Para
siempre.
Volveré
a estar en alquiler.
A
tanto el cadáver.
Será
gratis para el de la bata blanca.
En
cuanto acabemos con esto.
Nada
más dejar libre el hueco en tus caderas.
Y
si quieres,
yo
también me marcharé.
Pero
ahora, déjame estar aquí.
Te
prometo que no voy llorar.