En la primera edición de “Relatos en cadena”, desde septiembre a mediados de febrero, la Escuela de Escritores seleccionó seis de mis microrrelatos como finalistas. Eso me animó a seguir participando, pero, desde entonces no han vuelto a seleccionar ninguno. He seguido concursando todas las semanas, sin excepción, con varios microrrelatos de los que, en los últimos meses, he dejado una muestra aquí. Es hora de retirarse.
CEGUERA
Pedro, el oculista, ha salido corriendo después de colocar el cartel de cerrado. Falsa alarma. Los niños juegan al veo, veo, con la mirada perdida en el infinito. Ni se molesta en darle la vuelta al cartel cuando regresa. Huele a moho. Los anaqueles están cubiertos de un humus gris ceniza. Se cruza de brazos. De repente se decide. Saca los altavoces a la calle y pone la música. Limpia el polvo del mostrador con un trapo. Coge de los cajones las monturas de colores y el muestrario forrado de terciopelo azul con los cristales. Una mujer se desvía de su camino y se acerca, tanteando.
LA RECOMPENSA
Pedro, el oculista, ha salido corriendo hacia el refugio en cuanto ha oído el ulular de las sirenas. El jefe del escuadrón tiene a tiro las gafas en la espalda de la camiseta amarilla. Primero apunta a “Óptica” en el círculo izquierdo. Luego cambia a “La milagrosa”, en el derecho. Acaricia el botón rojo con el pulgar. Verdaderamente, fue un milagro. Si no hubiera sido por aquel hombre, él no estaría ahora al mando, ni siquiera seguiría de piloto. Quita el dedo del pulsador y ordena la retirada. Los aviones dan la vuelta y se alejan en el cielo como una bandada de cuervos.