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Tomada de la red |
Contenta de ganar esta semana el Wonderland, en inmensa compañía. Paloma Hidalgo, Pablo Núñez, Antonio Diego armijo Gutiérrez, Pilar Alejos Martínez, Belén Sáenz Montero, Gabriel Pérez Martínez, Miguel Ángel Páez y Ángel Saiz Mora. Mi enhorabuena a todos.
Una gota resbala de la marquesina, emancipada del cielo ceniza. Me
sorprende, heladora sobre el párpado derecho. Escurre desde mis pestañas
hasta la mejilla y busca camino hacia la boca. Y entonces él. Me mira.
Lo ignoro. Se acerca aún más. Veo un dedo temblón ir hacia mi cara. Lo
esquivo. El autobús se acerca. Levanto la mano derecha. Entonces lo
escucho. Que no quiso hacerme daño, dice. No sé de qué me habla. Pero le
digo que estoy bien, que lo deje. Intento fallido. Comienza con un mea
culpa sin sentido. Esta vez confundió la lluvia con una lágrima.
Si queréis escuchar el relato, clicad Aquí.
(Hacia el minuto 26:27)
FINALISTAS DE OTRAS SEMANAS
MI CAMINO
Ayer vino Mati a visitarme. Lo hace a menudo. Me coge una mano, la
besa, la acaricia y habla con la dulzura del caramelo de miel. «No sabes
lo lista que es mi Andrea», me cuenta. «Y a Pablo le va muy bien en el
negocio», continúa. Yo dejo la mirada perdida en un punto escapado de su
jersey, o en el lóbulo alargado de su oreja, y hago como que estoy ida.
Me da pena este hombre. Quiere que lo envidie, que me arrepienta de
haberlo rechazado hace tantos años. No entiende que yo nunca quisiera
formar una familia.
VERGÜENZAS
El niño más guapo del colegio me preguntó si la señora de la puerta
era mi madre y yo lo negué. Me salió una mentira en la uña. Si me la
pintaba, ella me quitaría la pintura con acetona. Pensé en pillármela
con la puerta para que se pusiera negra, pero fui cobarde. Para tapar
esa mentira le conté otra, y luego tuve que contarle otra, y después
otra. El día que me cortaba las uñas, la tenía toda blanca. La acarició
con su dedo corazón, luego me dio una cucharada de calcio 20, la única
medicina que me gustaba.
ETERNIDAD
María nace cada noche, cuando en las calles brotan bodoques de luz y
en el cielo se asoman estrellas entre jirones. Le gusta subir al
edificio más alto de la ciudad y contemplar el bullicio de las grandes
arterias. Jóvenes insolentes que se creen inmortales y viven al límite.
Los ama. Son como ella. Se compadece por los sintecho que acurrucan su
desgracia bajo cartones. Así que, aunque le repugne, espera a que el
chófer de una limousine detenga el vehículo y abra la puerta, para
lanzarse sobre el ricachón que salga y clavarle los colmillos en su
sucia garganta.
DESEOS
Mamá y yo volvemos cansados pero contentos del trabajo. Papá nos
espera en casa con un vestidito que ha comprado esa tarde. Ella dice que
tal vez no sea lo que espera y le reprocha que gaste a tontas y locas.
Él responde enfurruñado que en caso de que haya que devolverlo puede
hacerlo hasta final de año. Sufrirá una decepción. Sin embargo, cuando
se tumban en la cama, mamá le guía la mano y, si no fuera por esta
pared que nos separa, tocaría la mía. Da igual que sea niño. Lo querré
igual, susurra. Luego se duermen, abrazados.
SALIDA DE EMERGENCIA
Baja la escalera deslizándose a horcajadas sobre la barandilla, sin
hacer caso de sus advertencias. Siempre raja un tetrabrik de leche,
dejando un camino blanco desde el supermercado a su casa, a pesar de las
broncas. Atranca la puerta de su habitación con una silla. Se pone los
auriculares para no escuchar los golpes ni las voces airadas de sus
padres. Pero todo se cuela y le llega. Mira el reloj. Hace un mes, diez
minutos. Esta semana, cinco. Hoy solo les dará cien segundos. Si no se
callan, saldrá por la ventana y salpicará de rojo su vía láctea.