Tomada de la red. |
Desde pequeño le gustaban los bichos. Pero en el instante en
que vio a Patricia en la biblioteca, inclinada sobre un libro de Derecho,
decidió cambiar el estudio de los insectos por el de las leyes. Ella se hizo
juez. Él, abogado. Fue un privilegio tener una vida basada en la confianza
mutua. Trabajar juntos. Se entendían con un solo gesto. Pero el paso del tiempo
hizo su función devastadora y los distanció.
Él ahora no reconoce a esa señora
empeñada en meterle una cucharada de sopa en la boca. Y no le emocionó verla
llorar cuando enganchó el collar con los dedos, regalo de sus bodas de oro, y
lo rompió. Todo cae en el olvido. Sin embargo, ha vuelto a mirar con interés a los
gusanos de seda, a las arañas atrapando moscas y a las tijeretas en el jardín.
Hace días que Patricia comparte su afición.