RESPIRO
No es porque me horrorice la idea de darle muerte. Su vida no vale nada. Tampoco me detiene la imagen repugnante de su abdomen abierto. Sería sólo un amasijo que desaparecería con jabón y agua. Pero este sol puro que entra hoy por la ventana, cosquillea y adormece. Y yo solo quiero dejarme llevar por el calor tibio. Balancearme, adelante y atrás en la mecedora desportillada y raída de una abuela. No levantaré la mano derecha para aplastar la mosca parada en la izquierda. Tal vez pueda dormir un rato, a pesar del ruido de las ametralladoras en la calle.