Nunca supo en qué instante ocurría cada pérdida. Tampoco
habría querido saberlo. El llanto con que entró en la vida. La primera risa. La
voz infantil. El gesto de limpiarse un beso de la tía Maruja. El vozarrón de
adolescente. La fiereza de la mirada cuando sorprendió a la madre revolviendo
sus cosas en su habitación. La mano cerrada y el labio mordido, para controlar
las lágrimas que se desbordaban, al romperse el brazo. El limbo en su expresión
y la sonrisa boba cuando se enamoró de Laurita. Su andar elástico como si fuera
a tomar impulso y saltar en cualquier momento. Todo se lo llevó el olvido. Y
ahora sólo le queda un chaval, su chaval, como una estatua de cartón, dentro de
una cartulina sepia.
30/11/14
23/11/14
GANADOR SEMANAL Y FINALISTA DE WONDERLAND
Podéis escuchar el relato a partir del minuto 33:47 clicando aquí.
OTRA
OPORTUNIDAD
Ayer
tarde se formó una tormenta de viento. Apareció de repente. Yo recogía la ropa
del tendedero, sorbiendo lágrimas interiores y liberando sábanas de pinzas
moradas. Caían éstas en un cestillo de mimbre, con chasquidos de huesecillos
mondados. Justo cuando doblaba el pernil de un pantalón sobre el otro, hice ese
movimiento con la mano como si limpiara un cristal o borrara lo escrito en una
pizarra. Me agarré con fuerza, aun así, aquel huracán me llevó en sus tripas.
Amanecí en otra cama, otra casa, otra vida. De momento voy a probar con esta
familia. Tiempo tengo de regresar.
ROLES
No tenéis hijitos a quienes acunar contra vuestro pecho.
Tampoco limpiáis babitas con una
servilleta. Ni dais biberones para ver sus cabecitas perladas de sudor mientras
succionan leche. Ni que decir tiene que nunca ponéis pañales ni los retiráis cuando
están sucios. No hay baños, ni aceite, ni colonia de bebés. Tampoco recibís un
mordisco rabiosillo cuando echan los dientes. No me mires así. Yo soy la madre,
¿ves? Y este cabroncete que acaba de echarme el puré como un surtidor a la
cara es mi niño. Y tú, Indalecio, que te las das de padre, eres sólo un
donante.
Etiquetas:
Relatos finalistas,
relatos ganadores
10/11/14
EN LA REVISTA IRREDUCTIBLES.NET
Mil gracias a Conejilopa Smith por la excelente entrada que le ha hecho a Partículas en suspensión. Aquí podéis entrar y comprobarlo. Os dejo el microrrelato seleccionado del libro, pero hay más, muuuucho más en la revista.
HERMANO
De repente
entró la noche con un reguero de pólvora detrás de las cortinas. Un
ruido de golpes firmes y apagados de toallas se coló por los encajes.
Soportar el miedo separado por un tejido de hilos de araña. No salir,
dejar que pase el frío y el calor que se alterna sofocando las orejas,
helando las manos. Inmóviles los pies, el pulso saliendo en bocanadas de
espanto. Un nuevo golpe y la nada. Dos seguidos y el silencio. Desde
su cobardía pide escuchar una voz de dolor o de furia, cualquier cosa
que le llegue humana. Pero pide al aire, a la nada y nada le llega que
no sean esos latigazos de felpa. Y cuando todo cesa, deja su escondite
chapoteando en el charco que tiene a sus pies y antes de ir a secar sus
ropas, se queda mirando un momento el bulto ovillado en el suelo y
comprueba que se mueve a ritmo de respiración y de llanto contenido.
Entonces le pasa la mano por el pelo y después huye hacia el cuarto de
baño procurando esquivar la sombra del padre.
Y aquí el enlace a un microrrelato inédito de mi autoría que os dejo más abajo.
Ilustración tomada de la revista irreductibles.net |
PARADOJA
Tiene fijación con los juegos
infantiles, pero nos deja escoger. Asistí como observador al de la Oca:
una agonía más larga con diferentes métodos pero final cierto. Elegí el
de piedra, papel o tijera porque se resuelve rápido. Él me mostró una
sonrisa fea. Después de un par de rondas en las que mis tijeras cortaron
su papel y mi piedra rompió su tijera, su papel envolvió mi piedra.
Salimos del calabozo y de camino al patio, me preguntaba cómo lo haría.
Hasta que he visto las enormes bolas hechas con periódicos prensados y
cinta adhesiva. Alguna, aún se mueve.
2/11/14
TRES FINALISTAS DE WONDERLAND
OTRO
Oculto la mano dentro del bolsillo del delantal. Vuelve mamá. “Bonito, ¿eh?. Para que le cocines a tu marido”. Lo desato y cubro las iniciales con que él hirió la mesa de la cocina. “Cuarenta años con tu madre, y ni una sola vez”. Papá levanta la cabeza mientras arma la cuna. Cierro la puerta de esa habitación infantil. Respiro hondo. Observo el aro en mi anular. Ya sin brillo. Y con el crujido de la gravilla a la entrada de mi casa, desaparecen la culpa y la vergüenza. Retiro la colcha y dejo el paso franco a la pasión.
Oculto la mano dentro del bolsillo del delantal. Vuelve mamá. “Bonito, ¿eh?. Para que le cocines a tu marido”. Lo desato y cubro las iniciales con que él hirió la mesa de la cocina. “Cuarenta años con tu madre, y ni una sola vez”. Papá levanta la cabeza mientras arma la cuna. Cierro la puerta de esa habitación infantil. Respiro hondo. Observo el aro en mi anular. Ya sin brillo. Y con el crujido de la gravilla a la entrada de mi casa, desaparecen la culpa y la vergüenza. Retiro la colcha y dejo el paso franco a la pasión.
De vez en cuando las tardes se desploman sobre el jardín. Luego bailotean en el aire las transparencias irisadas hasta posarse en los macizos de flores.
La niña debe tener cuidado para no pisarlos. Si esto ocurre, si escucha el crujido bajo sus mocasines, llora desconsolada.
- Son sólo hormigas- dice la madre.
- ¿Y esas alas?- señala la niña.
- Hormigas de alas, que las perdieron al estrellarse.
La hija calla. Sabe que son ángeles caídos, pero la madre no desea verlos. Del mismo modo que no quiere ver la gran bota sobre sus cabezas que amenaza con aplastarlas.
- Son sólo hormigas- dice la madre.
- ¿Y esas alas?- señala la niña.
- Hormigas de alas, que las perdieron al estrellarse.
La hija calla. Sabe que son ángeles caídos, pero la madre no desea verlos. Del mismo modo que no quiere ver la gran bota sobre sus cabezas que amenaza con aplastarlas.
LA ESPERA
Contempló el sol de frente. Lo vio hundirse en la franja azul, como una enorme custodia. Pasaron las horas y el mar se hizo calmo y sus aguas oscuras. Se tumbó en la arena y miró al cielo donde una falsa estrella, piloto de avión, le guiñaba un ojo y luego desaparecía dejándola sola en la inmensidad de la noche. “No estará, lo sabes”, le dijo su madre con un temblor de llanto en la voz. Pero ella estaba segura de que uno de aquellos atardeceres, el viento que lo empujó desde el acantilado, arrastrándolo mar adentro, se lo devolvería.
Contempló el sol de frente. Lo vio hundirse en la franja azul, como una enorme custodia. Pasaron las horas y el mar se hizo calmo y sus aguas oscuras. Se tumbó en la arena y miró al cielo donde una falsa estrella, piloto de avión, le guiñaba un ojo y luego desaparecía dejándola sola en la inmensidad de la noche. “No estará, lo sabes”, le dijo su madre con un temblor de llanto en la voz. Pero ella estaba segura de que uno de aquellos atardeceres, el viento que lo empujó desde el acantilado, arrastrándolo mar adentro, se lo devolvería.
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