Tomada de la red. |
Levanto la cabeza y miro la ventana: un cerco esponjoso y
blanco enmarca el cristal helado. Recorto los últimos pétalos, brillantes y
rojos, y los pego, uno a uno, al tallo con sus dos bellas hojas. Observo mi
trabajo. Lo doy por bueno. Envuelvo la rosa delicada en celofán y la deposito
sobre el libro, dentro del paquete. Luego lo envuelvo con papel de colores y lo
abrazo con cinta verde. Me pongo el anorak, el gorro, la bufanda y los guantes
y salgo a la calle. De camino a la oficina de correos, cruje la nieve bajo mis huellas.
Para escuchar el relato, clicad aquí. A partir del minuto 44.
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