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10/5/18

EL REGALO. FINALISTA DEL V CONCURS DE RELATS BREUS DE CORNELLÀ

           
Tomada de la red

Como en otras ocasiones, aquel día de visita Carmela trajo a la niña. Rosita venía con una caja de zapatos debajo del brazo y una gran sonrisa que le iluminaba toda la cara. «¡Toma papá!», dijo nada más sentarse. «¿Qué son, dibujos?», le pregunté, con la intención de verlos más tarde, cuando ya estuviera en mi celda. Porque el tiempo se consume como papel de fumar y yo quería aprovecharlo para que me contaran cosas de fuera. Cómo iba el taller de reparaciones, en manos de Julito desde que tuve la mala suerte de encontrarme con aquel depravado y la niña de los Romero en el portal, y darle un mal golpe que le quitó la vida; si seguían metiéndose con mi hija los demás niños del colegio porque su padre estaba en la cárcel. Todo lo que no podía vivir con ellas, eso quería. Dentro era tan monótono el devenir de los días, que si no hubiera sido por el almanaque que me trajo Carmela, algunas veces no habría sabido si era veinte o veintiuno, si lunes o miércoles, tal era la confusión que tenía en mi cabeza. Así que quería que me pusieran al corriente de lo que pasaba tras los muros del lugar donde me habían encerrado. Pero Rosita se removía inquieta, me daba puntapiés debajo de la mesa. «¡Abre, abre!», se impacientaba. Quité la tapa de la caja y miré dentro. Folios con dibujos. «Muy bonitos», dije, e hice intención de volver a cerrarla. Entonces mi niña se levantó y me dijo al oído que quitara los dibujos, que lo mejor estaba en el fondo. Lo hice. Había hojas de morera y unos huevecillos pegados al cartón. «¿Gusanos de seda?», le pregunté en voz baja, para que nadie más pudiera oírme. Ella asintió con la cabeza y se rio. Estaba muy excitada. La abracé unos segundos, y le di las gracias. Recordé que en la visita anterior les hablé de que cuando entré en la cárcel, había visto una morera cerca de la puerta, y de lo mucho que me gustaban los gusanos de seda cuando era niño. No quería que la emoción me ganara la partida. No iba a llorar. Rosita no lo entendería, se pondría triste. Y eso no. Dejé la caja con mi tesoro a un lado y comencé con mis preguntas. Todo iba bien. Mi madre estaba un poco pachucha. Nada serio. Un catarro sin importancia. Pero a su edad, ya sabes, hay que cuidarse. Carmela hablaba y yo la escuchaba. Sabía que aunque mi madre estuviera muy mal no me lo diría. Sabía que no iba a contarme nada que me preocupara. Porque cuando Rosita se echó a llorar con el asunto de sus compañeros de clase, la rabia me llevó a una pelea en el comedor que me dejó alguna costilla rota y la suspensión de visitas durante una temporada. Así que nada de disgustos. La vida fuera era rutinaria y sin sobresaltos. Que me echaba de menos, dijo. Y ahí se le quebró la voz. Yo le repetí lo de otras veces, que pronto estaría con ellas y todo volvería a ser como antes. Sabía que el paso por la cárcel marcaba y habría que superar varios escollos, pero saldríamos adelante. Alargué la mano y le acaricié la cara con un movimiento rápido. Ella tomó aire y lo soltó de golpe. Luego continuó con su relato. Antes de irse, Rosita prometió traerme hojas de morera para los gusanos en su siguiente visita.
            La observación y el cuidado de los gusanos de seda me dieron un aliciente para aguantar el día a día encerrado en aquella prisión, condenado a verme las caras con reclusos de diferentes pelajes. Unos, ladrones de poca monta y mucha adicción; otros, seres endurecidos por no sabía qué circunstancias de su vida. Con los primeros hablaba de vez en cuando, aunque costaba mantener una conversación hilada. Parecían estar siempre asustados y cortaban los intentos de conversación con las peticiones continuas de cigarros. A los segundos ni me acercaba.
            Me llevaba bien con Rober, uno de los funcionarios. Nos unía la afición por los coches y a veces cruzábamos algunos comentarios, incluso me llegó a pedir opinión cuando iba a cambiar de vehículo. Él me traía hojas de morera sin preguntarme ni una sola vez para qué las quería.
            Buscarle un sitio seguro a la caja de zapatos fue algo que me mantuvo en vela toda una noche. Amanecía cuando di con la solución. Lo mejor era no buscar ningún escondrijo, ponerla en un sitio que no estuviera muy a la vista ni al alcance de la mano, pero sin esconderla. Dentro metía los dibujos de Rosita y algunas fotografías con cuidado de no asfixiar ni aplastar a mis gusanos.
            Los huevecillos eclosionaron a los pocos días y los gusanos comenzaron su ciclo de vida. Al principio, pequeños y delicados, apenas comían. Daba gusto verlos moverse por la caja, su casa; ir de allá para acá, dar un bocado a una hoja, crecer día a día. Dependían de mí y esa responsabilidad hizo que fuera muy cuidadoso en todas las tareas que tenía encomendadas, en alejarme de cualquier foco que intuyera de pelea en el patio. Pensaba en ellos y era como si de alguna manera estuviera más cerca de mi mujer y de mi hija. Porque aquellos seres diminutos eran de fuera, no de dentro, y rompían de alguna manera el muro que me separaba del exterior, me daban alas para sentirme un poquito libre y esperanzado.
            Cuando mi mujer y mi hija venían a visitarme, las informaba de la evolución de los gusanos de seda. De si alguno se había quedado por el camino. De si eran muchos y de cómo me seguía impresionando verlos cambiar en cada una de sus etapas. Pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de los gusanos como si fuera algo de gran importancia. Supongo que para ellas verme animado, después de tanto tiempo de decaimiento, les despertó la curiosidad por las criaturas que habían hecho posible el cambio.
            Mis gusanos entraron en sus etapas de sueño, mudaron la piel, desarrollaron la mandíbula y una voracidad que me hizo estar más ocupado en conseguir hojas de morera en cantidades mayores, conservarlas para cuando Rober libraba y no podía traérmelas, en las zonas más frescas de la celda. Pasé mucho tiempo observando cómo hilaban sus capullos de seda, asombrado, como cuando era niño, por cómo algo tan primitivo podía saber qué y de qué manera tenía que hacer esos capullos que servirían para completar la metamorfosis.
            Algunas veces estaba inquieto por ellos, me preocupaba que fueran descubiertos y acabaran aplastados por las suelas de los reclusos. Soñé que se reproducían hasta cubrir el suelo y las paredes de la celda. Y si bien al principio me mostraba encantado al ver a tantos cohabitando conmigo, pronto veía las sombras humanas, gigantescas y amenazadoras, avanzando hacia ellos. Me despertaba empapado en sudor, me levantaba y abría la caja para comprobar que seguían allí dentro, burbujeando de vida.
            Una mañana temprano, al quitar la tapa, me encontré que las mariposas habían roto el capullo y andaban muy atareadas buscándose entre ellas. Los machos se apareaban con las hembras y éstas ponían nuevos huevos que se quedarían allí hasta la próxima primavera.
            Ya no había gusanos, pero seguí hablando de ellos con Carmela y Rosita durante las visitas.  Recordaba algún detalle como cuando uno de ellos no pudo segregar seda y tuvo que hacer la metamorfosis sin capullo. Siempre mantuve que lo hizo para que yo pudiera ser testigo del milagro del cambio. Y seguí hablando de ellos mucho tiempo después de aquel día de comienzos de verano, cuando cumplí mi condena y salí de la cárcel para reencontrarme con mi mujer y mi hija.

30/4/18

LA NARIZ. (DUELOS). LA REDONDA TE CUENTA


Mamá se fue la madrugada del dos de noviembre, pero ella no lo sabe. Me busca a cualquier hora del día o de la noche para hablarme de la abuela que murió hace años, del paso del tiempo, de la vejez y de la enfermedad a las que ha temido toda su vida. Está transcendente, aunque no por eso deja de cocinar, planchar, poner la lavadora y ver las telenovelas. Yo no tengo ganas de hacer nada. Aún no he superado la pérdida.
 
Mamá ha sido muy guapa desde niña, y la nariz siempre fue su mayor orgullo. Perfecta como la de Cleopatra, aunque Cleopatra no tenía una nariz tan recta. Yo retiro los espejos a su paso. Cubro el de la entrada con una sábana, el del cuarto de baño con un pañuelo. Todo para que no vea que su nariz, su hermosa nariz, ha comenzado a descomponerse. Todo para retardar el momento aterrador en que se dará cuenta de que está muerta.

16/2/14

IX PREMIO INTERNACIONAL DE CUENTOS ESCRITOS POR PERSONAS CON DISCAPACIDAD. FUNDACIÓN ANADE.



Portada del libro

Un orgullo, una gran satisfacción para mí que dos de los usuarios del C.O. Ángel de la guarda, hayan sido publicados en esta última edición. 

El jurado ha estado formado por:

Fernando Delgado.
Boris Izaguirre.
Manuel Rivas.
Paola Dominguín
Ana Vargas

ARREPENTIMIENTO 
(Relato finalista)

De: Inmaculada López Camba 

El bailarín Germán era muy bueno y formal. Bailaba en el Teatro del Amor. Lourdes quería ser siempre su pareja porque juntos bailaban muy bien y con mucho amor.
     A menudo, iban de gira. Unas veces actuaban en San Blas y otras en Las Vegas.
     Un día discutieron en un hotel y decidieron divorciarse, aunque siguieron bailando juntos.
   Una Nochebuena que tenían que actuar en San Francisco, Germán desapareció. Lourdes estaba desesperada, lo echaba de menos y no bailaba igual con el suplente.
     Germán se había ido a Hollywood a conocer a los famosos del cine. Quería hacer una película con Javier Bardem. Estaba muy ilusionado, pero también echaba de menos a Lourdes. Se puso a llorar y pensó que debía solucionar los problemas con ella. Le mandó un correo electrónico desde el ordenador del hotel, disculpándose por haber desaparecido. Le dijo que la quería y que deseaba que estuvieran juntos. 
     Lourdes fue a su encuentro en Hollywood. Los dos se abrazaron y se dieron regalos.   
 Más adelante hicieron un cortometraje sobre la rutina 
diaria.  

RELATO SELECCIONADO PARA SU PUBLICACIÓN:

NÚMEROS
De: Juan Pablo Bahillo Cabo
El número uno se llevaba muy bien con el número tres. En cambio el siete siempre se peleaba con el doce. El trece era el número de la buena suerte y todos los números querían estar con él.
      El calendario estaba descolocado. Cuando Pepa iba a mirarlo, no se aclaraba. Entonces llegó Juan Pablo y le dijo a los números: Podéis juntaros un rato por la mañana, pero luego tenéis que volver a colocaros en vuestro sitio para que las personas puedan saber en qué día están y la fecha de su cumpleaños. Los números estuvieron de acuerdo. Aunque alguna vez se saltan el pacto.

Felicitaciones a los dos.

4/4/13

DESTELLOS EN EL CRISTAL





La Internacional Microcuentista ha publicado un libro digital que recoge un amplio abanico de microrrelatos en torno al espejo. Podéis leerlos todos aquí


DESAPARECIDA

Descubrí una estrella de puntas irregulares. Rasqué un poco con la uña. La estrella perdió las puntas y se transformó en círculo. Lo cubrí con el dedo y noté que el cristal se ablandaba. Presioné y entró la yema.  Metí un brazo, detrás el otro, después una pierna, y luego la otra. Todo mi cuerpo pasó al otro lado del espejo. Y encontré a la niña.

16/3/13

PRÓLOGO DE LA REVISTA CONFLUENCIA

Tomada del blog La nave de los locos.


Fernando Valls ha colgado en su blog "La nave de los locos" el prólogo que escribió junto a Gemma Pellicer en la revista Confluencia de la Universidad del Norte de Colorado. Introduce  una selección de microrrelatos en la que tuvieron la deferencia de incluir tres de mi autoría. Mi agradecimiento hacia ambos.


Podéis leerlo pinchando en el enlace de más abajo.



5/12/11

ADOLFITO (seleccionado en el IV concurso de microrrelatos Calle del Sol)


Basado en la fotografía 'Todos paseamos por la calle del Sol.

Papá es tonto. Mamá lista. Papá siempre dice no. Mamá dice sí. Papá no me da nunca para chuches. Mamá sacó las monedas del bote de Cola Cao. Papá le echó la bronca. Mamá me mima. Amo a mi mamá. Papá no quería comprarme la moto. Odio a mi papá. Mamá me deja ir por la acera. Papá ya no puede impedirlo. Mi mamá lo hizo callar para siempre. Y esos dos, que se aparten si no quieren vérselas con mi mamá. ¡La calle es mía!

16/11/11

FANZINE RUIDO

Fotografía tomada de la red

Y QUEDARÁ LA NADA

Mi instinto dice que tu perfume ya no es verde; que la mermelada no es música para camaleones; que el néctar dulce del bodoque no existe; que el canto del jilguero nunca más será terciopelo. Mi instinto dice que la soberbia me llevó por caminos equivocados y la ceguera a regresar a un hogar sin chimenea encendida, sin lavanda, sin tu tarareo, sin el quejido chico de la aguja al horadar la tela tensada del bastidor. Mi instinto dice, en fin, que cuando hoy vuelva, desapareceré, como tú, entre las paredes de nuestra casa.

INVASIÓN


Me quedé a esperarla sin pasar de la entrada. Poco a poco, ella había ido tomando cada estancia a pasitos cortos, sin que nada ni nadie pudiera detenerla; y yo, después de mi intento de huida, fui obligada a regresar por los cancerberos de bata blanca y sonda gástrica. Antes de verla frente a mí, con la cara amable de mi bisabuela, olí su perfume de adormidera. Me despedí de mis recuerdos, luego dejé que ella invadiera con un abrazo, el último rincón de mi cordura.

Gracias, Anita.

8/11/11

SEÑALADORES - IV Jornadas Nacionales de Minificción en Mendoza (Argentina)


TODO, DEMASIADO


Apuró tanto el vaso del amor, que tragó los posos contaminados de odio.


ACONDROPLASIA

Hay un hada en la polilla que busca la luz del farolillo; un dragón en César, el perro que tira bocados a las moscas; una maga en Rosa, la vecina que trae el anís para los cólicos del pequeño; y un enano en el bebé que acuno entre mis brazos.


1/11/11

MALOS TRATOS

Dibujo tomado de la red

Está dulce el tiempo. En hileras, los árboles pintan de verde y amarillo. Abajo, las máquinas han levantado el asfalto. Está caliente el día. Sobre el azul del cielo los pájaros mandan trinos al aire. A ras de suelo, el estruendo de las taladradoras reventando la tierra. Se oye el espanto venir. Más abajo, cerca del infierno, cinco años peleando. En los sótanos, nadie sabe del dolor. Pasa de puntillas la cordura y deja una cabeza y un cuerpo machacados. Dice, la madre, dice. Y los veladores de la infancia miran hacia otro lado. Está duro el tiempo. Invierno de adultos. Ella, maldita alma. Él, corazón tan negro. Amores perros que siembran semillas de cicuta entre las flores de la infancia. Y bajo la cabeza y miro mis zapatos manchados de gris en un día luminoso de inicios de la primavera. Sobrevive. Hazlo por ti.

28/10/11

HERIDAS - INCLUIDO EN LA V ANTOLOGÍA DEL PREMIO OROLA




Mamá me ayuda a vestirme. Me peina una coleta y la abraza con un lazo azul celeste. Luego me mira y da su aprobación. Mamá está muy atareada. No deja de ir de un lado a otro. De la cocina a la habitación. Vuelve a detenerse a mi lado, moja sus dedos en saliva e intenta domar el remolino en el arranque de pelo de la frente. Mamá, llamo. Pero no escucha. Va otra vez a la cocina y bebe un sorbo de tisana. Mamá, insisto. Y ella me dice que no tiene tiempo para nada, que se ha hecho tarde y debe arreglarse para estar bien guapa. Se coloca la pamela frente al espejo. Se mira y remira, buscando algo que hacer. Pero no hay nada. Me acerco y la abrazo. No debí aceptar la invitación a la boda de tu padre, dice al fin. Deja caer las manos a lo largo del cuerpo y se echa a llorar.

30/9/11

RELATOS INCLUIDOS EN LA EDICIÓN JARDINES SECRETOS 2011


LA PROMESA

No vayas con ese. Cuatro palabras que marcan el ritmo de la huida. Su madre se las repitió hasta el agotamiento poco antes de morir. Ahora vuelven y repican en su cabeza mientras siente el corazón bombear con fuerza, con tanta fuerza que sólo escucha el golpe de sangre en las venas. Y las palabras. ¡Rápido, más rápido! Cortan las zapatillas el aire, dejando una estela. Se distancia. Entra y se detiene, sin resuello, en el Jardín Japonés. Tumbado en el suelo, cierra los ojos. No vayas con ese, le rogaba su madre, con una pena muy honda. Lo oye cerca, apenas a unos metros. Si salgo de ésta, prometo no volver a tener tratos con él. Prometo buscar ayuda, alejarme de todo esto, si salgo de ésta. Y entonces la tierra se esponja y él se hunde en el hueco, como una cuna, y los arbustos de flores azul intenso se doblan sobre su cuerpo y lo cubren entero. Pasa cerca, tanto que teme que lo pise, pero se aleja. No vayas con ese. Nunca más, madre, nunca más.

JARDÍN SECRETO


Me gusta verte mover las agujas como si cruzaras espadas, pero las espadas matan y tú no podrías matar ni a una mosca. Tú das vida, querida Hortensia. ¿Ves? ya lo he dicho. Parece brotar de tu regazo ese embrión de bufanda. Bordeamos el invierno. Los dos lo sabemos aunque no queramos hablar de ello. Ya no preguntas. Te has cansado de repetirme siempre lo mismo. ¡Como si no lo supieras! Lo sabes, siempre lo has sabido. Tú eres más habladora, aunque esta tarde estés enfrascada en tejer, con el cabo de lana enredado en ese meñique que los años han ido curvando, y no me hagas caso. ¿Cuántos son, cincuenta? Una eternidad juntos, Hortensia. Y tú venga con la pregunta. La repetías como si olvidaras que ya la habías hecho. Ahora sí, ahora olvidas cosas, como yo, para qué negarlo. Y es en este momento, cuando has dejado de reclamármelo, que me nace decirte lo que tantas veces me pediste: Te quiero, Hortensia.
- ¿Decías algo?
- Nada, que ya refresca en el jardín. Es hora de volver a casa.

7/8/11

LOS PLACERES DEL VERANO (microrrelato seleccionado hoy en El País Semanal)

Del blog animalnaturaleza.

Oía la llamada. Se hundía un poco más. Su nombre picoteado por el graznido de las gaviotas. Y de repente, mamá lo desenterraba de la arena.

31/7/11

LOS PLACERES DEL VERANO (microrrelato seleccionado hoy en El País Semanal)


Ella se baña. Él espera en el chiringuito. Pasa la lengua por la piel. Sabe a limón y sal: la devoraría. Un bocado, y se come media sardina.

15/4/11

EDITADOS EN "MIRADAS Y LETRAS II EN EL CAMINO DE LA LENGUA CASTELLANA "


ERRANTES

¿Y si la botica guardara un remedio para mi dolor? Entraría de puntillas, para no despertar a los que aún duermen, y bebería el elixir que aliviara mi tristeza. Apenas despunta el alba por el cono del ciprés. Y es aquí, en este lugar de piedras antiguas, de amores antiguos, donde espero encontrarla. Ella, tan ligera que, apenas la toco con la punta de mis dedos, se desvanece. Alma que pena por los rincones del monasterio, buscándome, buscándonos. Y es ahora que el canto gregoriano se guarece entre las grietas de los muros, cuando el monje sale al claustro con el libro abierto en una mano. Me levanto y sonrío. Me acerco. Lo tengo enfrente. Sigue andando. Levanto la palma de mi mano a la altura de su pecho. Continúa, absorto, sin mirarme. Apenas se estremece, apenas me estremezco cuando me traspasa, cuando lo traspaso.


PASIÓN POR DULCINEA

Soy perro. Perro y doble galgo. Así me decía mi madre. Me levanto del jergón cuando me echan a escobazos. Arrimo la nariz al comedero y olisqueo huesos rancios. Ni probarlos. Doy un trago de agua fresca y salgo a la calle dividida por el sol y la sombra. Dos pasos y me tumbo. El rugido de la moto me saca de un sueño muy dulce. Pasa rozándome “El manchego loco”. Me levanto y voy hasta la fábrica. Alzado sobre las patas traseras, meto el hocico en el contenedor de basura y encuentro flores de azúcar, galletas y chocolates rotos. Como hasta hartarme. Doy unos pasos hacia el toldo con el rótulo: “Dulces Dulcinea” y me echo debajo, en la acera por si vuelve “El manchego loco”. Soy perro y doble galgo. ¡Cuánta razón tenía mi madre!

RESERVA

Poco antes de morir, mi padre me dio la llave que abría la arqueta que heredó del abuelo. Me dijo: “Cuídalas”. Luego concentró sus fuerzas en un abrazo que tuvo que deshacer mi madre.
Después del entierro, me despedí de mi madre y regresé a Valladolid. Cuando deshice el equipaje, apareció la caja de madera. Me senté sobre la cama y la abrí. Saqué palabras a puñados: trébede, zarcillo, zascandil, dornillo, jofaina, alacena, alforjas, zoquete, almirez... Palabras antiguas, olvidadas. Y entonces surgieron a borbotones los recuerdos. Mi abuela abrochándose un aro de oro en la oreja, mi abuelo sacando queso de las bolsas de tela, mi padre lavándose en una palangana de porcelana, mi madre haciendo gachas en una sartén sobre un soporte de hierro. Volví a guardar las palabras dentro de la arqueta y eché la llave. Al día siguiente sacaría copias y las distribuiría por toda la ciudad.

Volveré a pasarme por aquí, por allá y por acullá después de unos días de descanso. Disfrutad de la Semana Santa o de la impía, según creencias.
Besos, abrazos, achuchones y demás cariñitos.

10/12/10

ESCARCHA EN LAS MANOS (finalista del concurso de poesía convocado por ArtGerust)



 




La cebolla es escarcha 
de la mañana.
Espuma dulce en las encías.
Piel de las manos.
Gachas de madre
con picatostes
sobre las trébedes.
Crecen los cuentos infantiles.
Suben fatigosos, ancianos.
La juventud,escarcha tierna,
se desvanece.
La oscuridad se desmiga
sobre nuestras cabezas.
Se lleva amores
adolescentes.

19/10/10

EL ALMA (Finalista de microrrelatos sobre abogados diciembre 2009



Mientras espero en la estación, observo la cabeza del carril, brillante por el paso de muchos trenes. Mi carrera judicial también fue brillante. En nómina en un bufete de prestigio, conseguí llegar a juez gracias a mi tesón. Estoy capacitado para resolver querellas de toda índole, pero nunca imaginé que fuera tan difícil el arbitraje entre Charito y Mario. Tengo los nervios deshechos. El tren asoma el morro y se detiene con un bufido. Se abren las puertas y ella aparece como una diosa con tacones y traje de chaqueta. Renace mi admiración de cuando la conocí, aumentada en su ausencia porque he descubierto que ella es el alma del carril por donde se desliza suavemente la familia. - No fui capaz de hacerme con los niños, Esperanza. Tuve que llamar a tu madre- le digo con un temblor de emoción en la voz mientras la abrazo.

15/7/10

ANTOLOGÍA DEL IV PREMIO OROLA DE VIVENCIAS


ALMA

Me gustaba la niña de cara de mantecado y pelo de panocha. La visitaba cada tarde, sin que nada hubiéramos acordado al respecto. Yo arrimaba una silla de anea a la suya, y me quejaba de la última paliza de mi padrastro. Ella dejaba las manos sobre el regazo, la derecha dando cobijo a la izquierda, y me escuchaba. Luego jugábamos a hacer sombras chinescas en la pared del zaguán de su casa.

Se lo comenté a un amigo y él me dijo: “No te escucha, es medio tonta”. A la tarde siguiente, cuando fui a visitarla, me quedé mirándole sus piernas exánimes rematadas en dos botas de cuero muy lustrado, sin atreverme a romper el silencio. Entonces ella subió su mano derecha y acarició el último moretón de mi cara. “¡Me duele!”, exclamé retirando la cabeza en un gesto instintivo. Bajó la mano, la dejó aleteando sobre su pecho, y dijo: “A mí también”.

3/7/10

FINALISTA DEL I CONCURSO DE MICRORRELATOS ARTESANÍA COMPRIMIDA









DESDE LA DISCAPACIDAD

El primer día, cuando entré en el taller de cerámica, tenía en mi cabeza que yo no servía para nada.
La maestra me dio una bata y un trozo de barro y me indicó un sitio donde sentarme. Luego me dijo que hiciera bolitas, las aplastara y las fuera pegando en un molde de poliespán. Le hice caso. Al principio con desgana, luego puse más interés porque ella me animaba. Conseguí rellenarlo. Lo alisé con una esponja húmeda y recorté los bordes con una media luna. Cuando estuvo listo, ella lo sacó del molde y lo coció en el horno. Después lo cubrí con esmaltes naranjas y verdes y volvió a meterlo en el horno. Quedó bonito y lo llevaron a la exposición. Lo compró la hermana de una compañera. Mi madre no dejaba de repetir: “Lo ha hecho mi hija”, con los ojos brillantes de emoción.

7/6/10

RELATO INCLUIDO EN EL LIBRO


CHOCOLATE

Verdaderamente, una delicia para los sentidos la cocina de mi abuela. Debía aprobar las asignaturas pendientes en septiembre, pero yo pasaba más tiempo entre pucheros que estudiando. Me gustaba el color de las zanahorias, los golpes del cuchillo en la madera, fileteando ajos y picando cebollas. Me gustaba mi prima y a ella le gustaba hundir el dedo en la cazuela donde se enfriaba el chocolate negro, sacarlo con un dedal tibio y meterlo en mi boca. Dejé las perífrasis verbales y me incorporé al trajín de los guisos y los asados. Decidí que sería cocinero, pasaría el resto de mi vida entre fogones, y desnudaría con mi lengua el dedo de mi prima Merche.

23/4/10

INCLUIDO EN EL LIBRO DE LOS MEJORES HIPERBREVES DE MOVISTAR




Cuando el abuelo se fue, me quedé huérfano de cuentos y dejé de crecer. Mamá cree en el poder curativo de las vitaminas, yo en el del prospecto.






http://www.bubok.com/libros/172974/IV-Concurso-de-Relatos-Hiperbreves-Movistar,