
El capo era un apasionado de la Biblia. En lugar de un bloque de hormigón, ató a los pies del chivato una rueda de molino.
Y aquí los otros dos que seleccionó:
Mientras las niñas jugaban a la rueda, los niños nos tirábamos al suelo para jugar a las chapas. Y mirar para arriba y verles las bragas.
En la última rueda de reconocimiento, mamá no supo quién era yo. Siempre sospeché que, de sus seis hijos, a mí era al que menos quería.