24/12/09
"LA BUENA VIDA". INCLUIDO EN EL LIBRO DEL PRIMER CONCURSO DE MICRORRELATOS SOBRE ABOGADOS
26/11/09
TAC
Aquel tac guillotinando cada segundo, parecía una condena a muerte. La celda era la salita y el corredor, el pasillo. Yo repasando la ropa, tú con las gafas cabalgando sobre la nariz, pasando hojas de aquel libro interminable. A las diez en punto, ni un segundo más ni uno menos, metías la llave en la espiga y dabas cuerda al reloj. Luego volvías al sillón y esperabas a que dieran las doce. “Hora de acostarse”, decías quitándote las gafas. Cerrabas el libro sobre la mesita y arrastrabas las zapatillas de felpa hasta la habitación. Yo dejaba el calcetín a medio zurcir en el costurero y te seguía. A los pocos minutos ya estabas roncando. En cambio yo, pasaba la noche en vela escuchando el tac que sentenciaba los segundos. “Uno menos de vida”, dijiste un día y a mí se me quedó grabado aquello en la cabeza. Te empujaba. Te daba codazos. Me resignaba a verte dormir. Intentaba matar el tiempo con la tarta de limón que haría al día siguiente, o con la lista de la compra. Pero era inútil. El reloj estaba ahí, invadiéndolo todo. Tac, otro segundo que se ha ido. Tac, uno más. Cuando daba las horas o las medias, era un respiro, una tregua. Y luego otra vez ese salto de un segundo a otro, machacón, insoportable. Imaginaba que, oculto en las sombras del rincón, entre la coqueta y la mesilla, acechaba algún monstruo, algo inaprensible, sin cara ni forma, y me volvía hacia ti y te abrazaba. Pero tú deshacías el abrazo con una protesta entre dientes, y te dabas la vuelta. Me dejabas sola con el tac del reloj y la amenaza de las sombras. Y yo cerraba fuerte los ojos y me ponía las manos en las orejas. Inútil. El tac atravesaba la piel, la carne y el hueso, para repicar en lo más profundo de mi cabeza. Pasaba así las noches hasta el amanecer. Sabía cuándo estaba clareando antes de que la luz ganara la colcha. Doblaba mi mano derecha por las segundas falanges, la apretaba contra mi boca y abría los ojos en una rendija. Entonces se amontonaban las rayas pequeñas de luz, como una flor sobre la circonita de mi anillo. El anillo de mi madre. Y me entraba el sueño. Porque aquel tac que marcaba el ritmo de la muerte, según tú, se abotargaba con el trasiego de la calle. El ruido del camión de la basura, el silbido de los basureros, el arrastre de los contenedores... Y me dormía. A ti eso no te gustaba. Decías que debería ir al médico a que me recetara algo para el insomnio, que había que dormir de noche, no de día. Nunca te hice caso. Sabía que sería inútil, que el tac del segundero era más poderoso que cualquier medicina. Por eso tuve que hacerlo. Y hoy, al fin, el tiempo no es mi enemigo. No sé qué hora es ni cuantos segundos han pasado de mi vida. Ni quiero saberlo. Sólo quiero vivir. El reloj se quedó parado en la hora, el minuto, el segundo, en que ya no le quedó más cuerda y tú no encontraste la llave para darla a las diez en punto. La llave descansa en el fondo de nuestro pozo a donde la arrojé. Sé que me quieres, que siempre me quisiste, como yo a ti, por eso te alegrará verme dormir toda la noche de un tirón, sin necesidad de medicinas. Aunque tú no pegues ojo echando en falta el maldito tac del segundero.
25/11/09
MI VIDA.
21/11/09
SOMBRAS
19/11/09
CUESTIÓN DE OLFATO (Finalista del V certamen de relatos Pompas de Papel)
El inspector Ramos se inclinó, abrió las aletas de la nariz y aspiró el aire. Tenía el mejor olfato del Departamento de Homicidios.
- El besugo es de ayer. El hielo no oculta el olor de los boquerones. La lubina, en cambio, es fresca- dijo a Rosa, su mujer, que esperaba su informe para hacer la compra.
31/10/09
HIJOS
Relato publicado en el libro “Vivencias” (Editorial Orola)
7/9/09
Los mejores relatos de La Ventana de Verano
Cada viernes la escritora Soledad Puértolas se asoma a La Ventana de Verano para animaros a escribir. El tema de esta semana es "LA ÚLTIMA JUGADA"
(Relato leído por Juan Zavala)
30/8/09
Los mejores relatos de La Ventana de Verano
Cada viernes la escritora Soledad Puértolas se asoma a La Ventana de Verano para animaros a escribir. El tema de esta semana es La chica del perrito.
LA SEÑORITA DEL PERRITO. Autora: Lola Sanabria.
(Relato leído por Soledad Puértolas)
Recojo las bolsas vacías de patatas fritas, los envoltorios de helados, las botellas de plástico. Echo todo en la bolsa de basura. Sin prisas. Paso el rastrillo, dejando caminos en la arena, como tierra arada a la espera de la siembra. Descanso. Apoyo las manos sobre el mango y miro hacia la barandilla: pasean del brazo las parejas, regresan a casa las familias con la nevera y la sombrilla, y los niños devoran bocadillos. Me retraso. Se retrasa ella. Entretengo la espera ensayando: “¿Tomaría un café conmigo, señorita?”. Y entonces la veo a lo lejos: una línea curva cerrada con una correa y un punto al lado. Cuando llegue, entonces lo dejaré todo, subiré las escaleras y le cortaré el paso. Saldrán solas las palabras. Se acerca. Ya veo los mechones blancos en su pelo corto y negro, sus labios finos, su frente marcada por el guiño de los ojos cuando el sol la deslumbra. Su cuerpo pequeño. El cocker se para y olisquea la palmera. Ella se detiene un momento y me mira, luego da un tirón a la correa y pasa de largo. El rastrillo resbala con el sudor de mis manos. Tal vez mañana.
9/8/09
Los mejores relatos de La Ventana de Verano
Cada viernes la escritora Soledad Puértolas se asoma a La Ventana de Verano para animaros a escribir. El tema de esta semana es La casa del acantilado.
Iniciación. Autora: Lola Sanabria.
(Relato leído por Soledad Puértolas)
La tía Leonor se teñía el pelo de rubio y se pintaba de rojo la boca y las uñas de pies y manos. El primer día, dábamos un paseo por la playa cuando me llamó la atención aquella casa de postigos azules y paredes rojas, al borde del acantilado.
- ¿Quién vive ahí, tía Leo?- le pregunté.
- No te acerques a esa casa -, me ordenó. Y no quiso hablar más del asunto.
De día, la casa parecía deshabitada, pero de noche, iban y venían hombres y mujeres por el camino hacia la entrada alumbrado con luces de colores. Yo los espiaba desde la ventana de mi habitación, hasta que el sueño me vencía, con los prismáticos que me regaló papá para mi cumpleaños. Una de esas noches, el deseo de acercarme me desveló. Salté por la ventana y estuve merodeando por los alrededores.
- ¡Qué chico tan guapo!- escuché la voz de una mujer a mi espalda.
. Volví corriendo a casa y cubrí mi cabeza con la sábana. Entonces me llegó el olor de la mano que revolvió mi pelo. El mismo olor que descubrí en el brazo de mi tía aquella misma mañana cuando dejó sobre la mesa el tazón del desayuno.
Los mejores relatos de La Ventana de Verano.
Cada viernes la escritora Soledad Puértolas se asoma a La Ventana de Verano para animaros a escribir. El tema de esta semana es Las tormentas.
EN LA SIESTA. Autora: Lola Sanabria.
(Relato leído por Marta González Novo)
Restallidos de cuero y luz cimbreando el aire. Se despierta con el olor a humedad que baja de sierra Boyera, de Los Sillones. Se ha ennegrecido la raya de la ventana. Apaga el ventilador. Se levanta. Abre la puerta del patio. Vienen globos de cieno desde la loma del repetidor. Se golpean las nubes y una escalera de luz corta el cielo en dos mitades. Al fondo, muy al fondo, un punto se enciende. Árbol que muere. Saca los pies descalzos al agua que baja desde las tapias al sumidero. Chillan las ratas y esconden sus hocicos entre lodos removidos. Brilla el rojo de las tejas. Escurre el agua, entra en la boca del canalón y sale en chorro que barre un trocito de ladrillo del suelo. Cuatro pasos más. Mete un pie en el talón y los dedos que dejó en el cemento tierno cuando era niña. Cuenta: Uno, dos... Y el aire revienta. Cuenta: Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Se aleja. Abre los brazos, sube la cara, saca la lengua. Agua. Luego el cielo se abre en colores que se doblan sobre el horizonte. Vuelve el calor.
8/8/09
Hasta hoy no había encontrado utilidad al bidé. Voy de un lado a otro descalza, intentando engañar al calor. No me quejo, soy del sur. Si viviera en Helsinki por ejemplo, la depresión me habría calado hasta el tuétano. Pero soy del sur y me gusta el sol. La casa está en penumbra. Una penumbra agradable porque sé que detrás de la persiana existe la luz amarilla y caliente. Esa es la oscuridad a medias que quiero, no el gris del invierno. Soy del sur, ya lo he dicho. Tampoco me gusta la luz eléctrica. Me levanto a las seis de la mañana cuando aún no ha arrancado el día. Voy a la cocina a tientas y tropiezo con mi gato Lucas en el pasillo. Pero hace días que no me lo encuentro. Anda perdido, buscando un sitio donde tumbarse. Porque él tiene pelo, más que yo que estoy sobrada, y se mete en el armario a nada que te descuides. A media noche, o de madrugada, aprovechando una salida para refrescarme al baño, viene a la habitación y se tumba a los pies, de cara al ventilador, pero en algún momento se va y amanezco sola, atravesada en la cama, algunas veces con el ventilador apagado, otras con las aspas moviendo un aire espeso y caliente. No hace ruido Lucas, apenas maúlla, come poco. Pero hoy cuando iba a ducharme lo he encontrado en el bidé, como Moisés en su canastilla, y por fin he comprendido para qué sirve el bidé.
30/7/09
LOS CINCO DEL LIBRO "PLUMA, PAPEL Y VINO"
BUEN CALDO
Poseía la mayor extensión de viñedos de la comarca. Sus uvas daban un buen vino. Pero de todos, el mejor era el que guardaba en una barrica. Ése lo reservaba para los amigos. Y cuando alguno le preguntaba: “¿Qué echas dentro para que haga un caldo tan excelente, un jamón?”, él siempre les contestaba con una sonrisa pícara: “No quieras saberlo”.
CATADOR
“Te quiero”, decía, y mojaba sus labios en el vino. Pero sus besos eran fugaces. “Te quiero”, repetía con los ojos entornados mientras lo saboreaba. Pero su lengua no tocaba mi boca. Descorché aquel regalo olvidado en la bodega. Mojé las yemas de mis dedos y dejé su humedad detrás de mis orejas, en las muñecas, entre mis pechos, en los tobillos... “Te quiero”, dijo. Y no se detuvo hasta la última uña.
EL REY
Decía que apreciaban su opinión. Pero hacía tiempo que perdió la finura del olfato, la delicadeza de un paladar exquisito. Ya no sabía distinguir un Marqués de Murrieta, de un vino peleón. En las bodegas seguían dándole una cata del último hallazgo. Por los tiempos pasados cuando él era el rey y todos lo admiraban.
IMPERDONABLE
Primero fueron sus gemelos de oro. Ella los tiró a la basura. Él le devolvió el golpe cortando la cola de su vestido de novia. Después le rayó el BMW con las llaves de la casa. Él hizo desaparecer sus pendientes de brillantes. Era una crisis matrimonial en toda regla. Podían haberla superado como otras veces. Pero ella llegó demasiado lejos. Estrelló la botella del Marqués de Cáceres contra el suelo de la cocina.
RECUERDO
Abrió la puerta del armario, sacó la camisa y la dejó sobre la cama. Un ramillete antiguo del color de las cerezas, manchaba la pechera. Hacía tanto de aquella cena que, a veces, se le iba el recuerdo. Se echó a su lado y se abrazó a ella. Siguió el rastro con olor a vino, de aquella noche inolvidable poco antes de que él se marchara.
21/7/09
ESCARMIENTOS
Cuando era muy pequeña, las calles de mi pueblo no estaban asfaltadas. Corría cuando jugábamos al escondite. Corría cuando nos perseguían los niños. Corría para ahuyentar el frío del invierno. Y mis caídas eran muy frecuentes. Si sólo era un raspón en la rodilla, me la curaba yo misma con saliva. Pero a veces no era suficiente. Iba a mi casa llorando, con la piel desollada y la sangre corriendo por las piernas. Mi madre sacaba entonces el agua oxigenada, empapaba un algodón y lo aplicaba a la herida. Al retirarlo, quedaba una espuma, como gaseosa efervescente, que escocía. Lloraba más. Y entre soplido y soplido a las rodillas, mi madre decía: “A ver si escarmientas”.
No escarmenté entonces. Me gustaba correr por la calle a pesar de las muchas caídas. Y no escarmiento ahora. Ya no corro, pero sí confío o espero de los demás, y me llevo muchas decepciones. Pero no escarmiento. Siempre consiguen sorprenderme. Y lloro. Aunque ya no tengo a mi madre para que me sople en las heridas o me haga una caricia, o me diga: “A ver si escarmientas de una vez”. Creo que, como me dijo no hace mucho una profesora de un curso, alimento muy bien a esa niña que llevo dentro. Escarmentar sería como matarla, y yo no quiero.
28/6/09
FINALISTA DEL PREMIO INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS "CENTENARIO DEL PUERTO DE ALMERÍA"
Mi padre volvía con su disfraz de mecánico y se lo cambiaba por el de hombre cansado. Mi madre lo recibía con el de ama de casa anudado a la cintura. Yo dejaba mi disfraz de capitán de barco para volver a casa y sentarme a la mesa, en medio de un silencio de plomo. Después, ellos se vestían de matrimonio frente al televisor y yo me encerraba en mi habitación a soñar con que aquel barco empujado por el temporal, estaba varado en una playa donde la arena era oro.
Pero un día mi padre no volvió a casa y mi madre cambió todos sus disfraces por el de clown, aunque intentaba disimular su nariz roja con la borla de su polvera. Cambié mi disfraz de capitán de barco por el de mecánico de papá para que mamá dejara el de payaso.
Han pasado unos años y sigo de mecánico, aunque algunas noches, me pongo el disfraz de capitán, me acerco a la orilla y boto un barco grande. Y con el control remoto lo envío mar adentro, abriendo un camino oscuro y recto hacia esa isla y ese tesoro que aún aguardan a que yo los descubra.
24/5/09
MOVIDAS
No me gustan pero son necesarios. Con el primero que tuve, después de algunos desencuentros, llegamos a entendernos. Murió de viejo, como debe ser. El segundo iba camino de pasar a mejor vida y entonces vino el tercero envuelto en regalo de cumpleaños. Yo habría preferido una faldita, un pantalón, una blusa para enseñar el canalillo, pero la utilidad primó este año. Quizá el menosprecio con el que lo recibí, caló hondo y urdió esta venganza. Porque, díganme con la mano en el pecho o donde les dé la gana, si no es fruto de un cabreo supino lo que me está ocurriendo. Yo no soy de mensajes, tampoco de llamadas; como ya he dicho, este artilugio me parece útil para estar localizable, aunque a veces dudo sobre si no será como tener un chip de esos que ponen a los delincuentes para seguirlos a todos lados. En fin, que no mando casi nunca mensajes. Pero es de mala educación no contestar si recibes uno de alguien conocido. Y es de muy malas entrañas devolver un abrazo cuando te han enviado varios de esos de oso amoroso. Mi madre no me parió tacaña. Así que yo intento mandar abrazos, pero no me deja. De hecho me escribe los mensajes como le da la gana. Y así pasa, que una acaba con tal economía de palabras que parece que envíe un mendrugo de pan y agua. Por ejemplo, yo quiero poner camión, pues me sale camino. ¡Olé tu gracia torera!. Y qué decir de los acentos. A mí de momento sólo me concede acentuar las agudas que terminan en e. Un suplicio esto de los mensajitos. Yo empiezo: bip- pausa-bip-más pausa... , que parece que se oiga un marcapasos por toda la habitación. ¡Y el pariente descojonándose de risa!. Bueno pues el dichoso aparato debería apiadarse de mí, que ya me cuesta escribir letra a letra ¿no? Pero qué va, me deja colgada con unos mensajes miserables y como no me permite enviar abrazos, reparto besos y punto. Odio a este maldito móvil.
26/4/09
TAN LEJOS Y TAN CERCA.
(finalista del certamen "Los tesoros del agua")
Autora: Lola Sanabria
Si esa cabra comiera,
mi niña.
Una brizna de hierba,
mi niña.
Si una gota cayera,
mi niña.
Yo te daría leche.
Llueve sobre Europa.
África languidece.