Fotografía tomada de la red. |
Salgo de la boca del metro. Miro el reloj. Camino hacia el trabajo. Escucho el sonido acolchado de mis pisadas en la acera. Una masa compacta imantada a la Tierra. Con un pie en alto, a punto de caer en la raya blanca del paso de cebra, se desprende y eleva un ectoplasma de mi cuerpo como muda de serpiente. Y conforme sube, observa cómo ese otro de carne y hueso, primero es una pigmeo y después una hormiga a punto de caer bajo las ruedas de un coche. Cuando llega a la estratosfera, de mi vida no queda nada.