SIN NUBES EN EL CIELO
Aleja lloró durante toda la noche. Eso era bueno para el recolector que
filtró un vaso de agua de excelente calidad. Y malo para ella que
amaneció con la piel reseca. Mamá Luba la llamó para darle la unción
hidratante, pero los pies de Aleja volaron hasta el invernadero. La flor
aún seguía viva. Aguanta, aguanta, aguanta, suplicó en un susurro
mientras pasaba la yema de su dedo índice ensalivado por los pétalos. La
flor se irguió un poco y su color se reavivó tímidamente. Aleja oyó la
transmisión de la orden. Ahora vuelvo, prometió. La esperaba Posi con su
vaso de agua destilada. Bebió unos sorbos, guardó un buche en la boca y
regresó junto a su flor. La regó con un espurreo de lluvia fina. Ya
verás, pronto se arreglará todo. Papá Don trabaja para conseguir más
agua, mientras tanto, seguiré llorando para ti cada noche.