27/9/15

II PREMIO DEL II CONCURSO DE DIARIOS DE VIAJE «NÓMADAS»


Muy contenta. Los productos de Karlovy Vary, muy buenos, el broche, una pasada de bonito y el libro de gran calidad, hacen que sea un buen premio.

Os dejo la página donde está recogido el fallo del jurado y el podcast con el programa donde, además de la entrevista, podéis escuchar a partir del minuto 42:53 la dramatización del relato. Pinchad aquí.

Y aquí el maravilloso vídeo sobre Tharsis que me ha dedicado Juan Leante.



28-agosto-2012

    



     Ahora que estoy a punto de llegar, remoloneo y voy lenta en el recorrido de los escasos kilómetros que me separan de mi destino.

     Casi un mes. Al principio me costaba seguir las vías. Me pesaba el silencio humano, los trinos melancólicos de los pájaros en retirada por las tardes, el enloquecido sonido de las chicharras a mediodía, el cri-cri de los grillos durante las noches. Pero siempre he gozado de la plenitud y grandeza de las acampadas, durmiendo al raso, de cara a la inmensidad de las estrellas.

     A dieciocho kilómetros día. Ese era el promedio. Pero conforme pasaba el tiempo, iba bajando la media. Ni calzado adecuado, ni buenos calcetines, han evitado las ampollas y las rozaduras. Y este espantoso calor. Sudo y el sudor atrae a los mosquitos y se pegan a mi piel. A pesar de la crema protectora, me he quemado la piel de los hombros y he desvariado varias veces, por algo de insolación. Y sin embargo, qué bello este paraje.

     Me pesa la mochila. Me cobijo debajo de una encina. Bebo un trago de agua caliente y como un poco de pan y queso. Descanso un rato, después continúo andando. Sigo el trazado de las vías. Observo el paisaje.

     Parece una herida sin sutura de la que mana sangre. A trechos, oscura como de cadáver de muchas horas, otros, con tintadas verdes, de mar profundo. Kilómetros de charcos, bifurcaciones, y lavaderos de minerales arrancados por manos y máquinas, donde los insectos se ahogan y la vegetación muere envenenada, seca de vino y sol. Una escalera de hierros paralelos y travesaños rajados orilla el cauce hasta las minas de cráteres gigantes. Y la balsa azul que invita al baño, al trago, a quedarse para siempre, siempre.

     Herrumbre y polvo de piedra. Vías muertas donde se oxidan los últimos vagones. Talleres y oficinas de puertas agrietadas y ventanas con cristales como cuchillas que salen de los marcos descascarillados. Radios, botas, máscaras y papeles. Abandono. Tharsis: final de trayecto.

8 comentarios:

Luz Leira dijo...

Precioso, Lola. A mí, que me resultan dificilísimo hacer una buena descripción del paisaje sin caer en los tópicos, me causan mucha admiración este tipo de textos. Parece que estuviera allí. ¡Un abrazo!

Lola Sanabria dijo...

Mil gracias, Luz.

Par de abrazos.

Amando García Nuño dijo...

Vaya, esos productos de Karlovy Vary le sientan muy bien a la desolación del paisaje minero.
Por cierto, si iba algo de Becherovka entre ellos, espero tu invitación.
Abrazos, siempre

Lola Sanabria dijo...

Amando, tenemos que quedar para invitarnos, que tú ganas lo tuyo.

Un abrazo con paisaje marciano.

Yolanda dijo...

"Una herida sin sutura de la que mana sangre", me encanta. Enhorabuena por el premio. El relato lo merece.

Lola Sanabria dijo...

Muchísimas gracias, Yolanda.

Abrazos otoñales.

Cora Christie dijo...

Que belleza de relato! Que descripción de paisaje y estados de ánimo del caminante.
Siento sed y me duelen las ampollas. Y la plenitud del paisaje y el deseo, como un relámpago de sucumbir a un baño definitivo. Me sosiego al contemplar las estrellas mientras comparto raso. Me dejo llevar por un camino que a ratos asemeja la vida misma. Dolor y placer.

No tengo palabras que no suenen a vano halago, Lola.

Un abrazo

Lola Sanabria dijo...

Me encanta que el relato te haya sugerido tanto querida Cora.

Un abrazo con plenitud de estrellas.