La infancia y la
adolescencia nunca nos abandonan. Están presentes el resto de nuestras vidas.
Con una fuerza que trasciende y viene cargada de imágenes, olores y sabores que
vuelven con el recuerdo. Son estallidos de felicidad como pompas de chicle de
fresa y también hiel de desesperación y dolor profundo. El petricor después de una
tormenta de verano. Las promesas de las luces de colores en la feria. Las
derrotas con sabor a almendras amargas. El sinsentido anudando los tobillos. El
fracaso. La nada. Soñar y despertar en tu pesadilla. Única. Nadie con quien
compartirla. Días de mucho sol y otros de ventisca. El abismo de sentir la
soledad. La culpa. La incomprensión. El sustento de la complicidad que se rompe
en pedazos y nunca volverá a recomponerse. El camino por andar. A veces recto y
cargado de esperanza, como un campo de amapolas; otras, lleno de ortigas que
escuecen en la piel. Y todo queda. Es la mochila que llevaremos como equipaje
el resto de nuestras vidas.
Nos reconocemos en libros como EL SUR de Adelaida García Morales. Y también en EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO de Jerome David Salinger. Tan diferentes y, sin embargo, cercanos. Somos Estrella y somos Holden Caulfield.
Dos libros imprescindibles para entender, para entendernos.
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