Tomada de la red
Las detonaciones se escuchan
cerca. Están tomando la ciudad. Salgo al jardín. El cielo se ilumina con
edificios ardiendo como antorchas gigantes. Disparo varias ráfagas para captar
las imágenes. No lo veo venir. Me sorprende la orden a mis espaldas. Obedezco. Dejo
la cámara en el suelo, me acuclillo y cubro mi cabeza con las manos. Inmortalizar
el amanecer y saborear la primera taza humeante de café de la mañana. Plasmar
la tarde de tertulia en torno a unas jarras de cerveza en el bar del hotel.
Retratar la pasión de una última noche con Lina, follando hasta caer rendidos.
Tres deseos sí, pero un solo día. Espero el tiro de gracia.
El punching
ball de todos los periodistas, el chico de los recados, el payaso que recoge burlas
y chistes como si fueran pelotas de tenis interrumpe la escena con un fundido
en negro al aparecer por la puerta. ¿Qué haces así?, pregunta. El soldado ha desaparecido. También mi cámara.
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