Me
siento bien. Abro la puerta y salgo al rellano. La señora Lucía me saluda con
la mano desde el fondo del pasillo. Le pregunto qué tal está y ella desaparece
tras la puerta de su apartamento sin contestarme. Mientras espero al ascensor
intento recordar a qué he salido. Voy a por pan. La calle está solitaria y
mojada. Han baldeado. Corre una brisa agradable. En la panadería huele a miga y
corteza calientes. A mi madre la enfadaba mi costumbre de comerme un pico de la
barra antes de llegar a casa. Siento el pescozón como si me lo diera allí
mismo. Ese trocito de pan era como un beso robado. Mi madre cantando el
Garrotín mientras pedalea en la Sínger. Vuelvo con la barra debajo del
brazo. Entro en el portal. No hay nadie en
la portería. El motor del ascensor hace un ruido muy desagradable. Le cuesta
subir. En el segundo se ahoga. Tose. En el cuarto hace amagos de pararse.
¡Ahora no!, quiero gritar, pero no me sale la voz. Cuesta respirar dentro.
Falta aire en esta caja cerrada. Sobreviviré de Gloria Gaynor se cuelga del
recuerdo de Mario, su risa en el garaje de Rafa, el primer cubata, un beso en
el pelo mientras bailábamos. Mario, mi Mario. Unos centímetros más bajo que yo.
Mario, mi Mario. El ascensor se detiene. Alivio de soplo de oxígeno. Entro en
mi casa. Estoy sola. Sola. Sudo. Hace mucho calor. Abro la ventana. Me siento
en mi sillón. La televisión me mira con su túnel rectangular negro, negro. Las
paredes. Tengo que pintar las paredes. La del comedor, salmón clarito, mi color
preferido. Nuestra habitación, amarillo pálido. La de las niñas azul cielo. El
baño, puede que gris humo. La cocina, marfil…
Llega. Se está acercando. Una extraterrestre. Me reiría. La risa, que todo lo cura, ahora duele como si ardiera y me abrasara por dentro. Que cómo estoy, dice. No sé. Estoy, Ella me trae ánimos. La última radiografía, mejor que la anterior. Se va a recuperar, ya lo verá. Yo cabeceo un poco. Ahora van a darme la vuelta, me avisa. Bocabajo respiro mejor. Pero no digo nada. Tienen que hacer no sé qué cosa. Yo hoy he salido a comprar el pan. Mañana comenzaré a pintar mi casa, empezando por la salita de televisión donde tantas noches leemos Mario y yo. Su color será verde esperanza. Violeta Parra entra y da las Gracias a la vida.
2 comentarios:
Veo que no he atinado al dejarte, mas que un mensaje una emoción, despues de escuchar los recuerdos intermitentes de esta mujer que los mezcla con el dolor tras el que adivino su final.
No me resigno a dejar de decirte otra vez mas, la belleza de esas frases que parecen filigranas, tremendas, tristes, hermosas.
Continente y contenido que me conmueven como si estuviera junto a la cama de esta moribunda.
Después de tantos años de leerte, no deberia sorprenderme esa capacidad tuya para transmitir en tan pocas líneas, la historia de una vida que se apaga.
Hoy me ha llegado esta tan adentro, que le he pedido a Cora que me cediera este espacio para darte las gracias por escribir así.
Un abrazo agradecido
Gracias por tu emotivo comentario. Siempre es un placer recibirte, vengas con el nombre que vengas.
Miles de besos.
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