Ayer dio la última puntada. Bajo la palmera del patio.
Apenas podía ver el círculo del bastidor con sus ramilletes blancos y grises,
pero necesitaba acabar ese día. A través de la cancela le llegó el taconeo de
doña Elvira de camino al casino, el frufrú de la seda, su perfume dulzón.
Remató la hoja cuando las sombras habían alcanzado definitivamente el pozo. Y
ahora pasaba la mano por el bordado y sentía, como otras veces, aquella
opresión en el pecho. Porque era una despedida. El matizado, el filtiré, los
bodoques y la vainica, se llevaban los sueños en su entramado, aquellos
que acompañaron su labor durante meses.
Su madre había ido a buscar el papel de seda para envolver el juego de cama,
después lo llevaría a la tienda y quedaría expuesto en el escaparate. Doña
Elvira, al verlo, lo compraría para el ajuar de su niña. Y en casa habría sopa
de almendras y pavo para la cena de Nochebuena.
6 comentarios:
Qué bien reflejado un día de nochebuena de antaño. Me ha resultado muy visual, de niña fui a aprender a bordar y se respira ese ambiente.
besicos muchos.
Gracias, mi niña.
Que bien lo bordas Lola. Besote.
Gracias, guapo mío.
Besos bordados.
Dos sensaciones: la belleza del texto, ese placer de irse deslizando sobre las palabras. La otra de admiración ante esa mujer a la que das una vida tan real que me conmueve.
Gracias, Lola
Gracias a ti por tus palabras, querida Cora.
Mil besos.
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