La luz que entra.
La luz.
Los niños espían anhelantes,
dentro de la oscuridad
del armario.
Los niños, ¡ay los
niños!
Todo sea por los niños.
Papá y mamá lo intentan
con arrumacos.
Sobre la cama blandita,
con cabecero de níquel
y dosel de bandera.
La luz que entra
laminada y lechosa.
La luz con pispirris de
café amargo.
Mamá se enreda en un
sudario de sábana.
Papá llora decepción,
enrocado.
Visten sus lutos y se
alejan.
Cierran los ojos los
hermanos,
juegan a quererse a mordiscos
y besos ensangrentados.
La luz que entra
laminada y lechosa.
La luz que agoniza y se
cuela por las rendijas de la ventana.
Las porras golpean los
postigos y las puertas.
Papá y mamá deambulan
como fantasmas asustados
en el silencio ofuscado
de la casa.
4 comentarios:
Qué bien descrito Lola. Me ha gustado mucho.
Besicos muchos.
Muchas gracias, Nani.
Par de abrazos.
Ayyy cuánta desolación encierra este poema! Ay los niños!
Suerte, Lola.
Gracias Yolanda.
Un gran abrazo.
Publicar un comentario