Tomada de la red. |
El primer día de escuela, mi madre quiso saber qué tal me
había ido. No le hablé de la lección de Historia Sagrada; lo que hice fue
preguntarle por qué no estaba mi vecino Fernando en la misma clase. Ella me
contestó algo sobre las indigestiones que producía mezclar el melón con el
agua, pero como yo no entendía nada, se impacientó y zanjó el asunto con un: «Además,
los niños con los niños y las niñas con las niñas y punto». Años más tarde,
cuando paseaba con orgullo de la mano de Adelita, vino a soltarme otro rollo
sobre las flores y las abejitas.
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