Tomada de la red. |
Como una brizna de
hierba fresca, así te sentía cuando pasaba mi brazo por tu espalda y te
abrazaba contra mi pecho, mi flaquito de ojos color avellana. Me lo decías todo
con la mirada: hacia arriba, no; hacia abajo, sí. Unos días risas, otros,
carita triste de pena honda. Yo sabía (tú, espero que no) que tu camino era más
corto y tortuoso que el mío.
Hemos ido al fin del mundo para que vieras
caer una noche de estrellas corridas. Gritabas y movías una mano sin tino, como
si quisieras atraparlas. Podemos decir que hemos disfrutado de la esencia del
amor. Hace rato que ese silbido ha tomado totalmente tu pecho. Dicen que cuando
llegamos al final, hacemos repaso de nuestras vidas. Tú no puedes. Lo hago yo y
salen dos vidas enlazadas, la tuya y la mía. Ahora ya siento ese dolor de la
cuchilla que nos separa, mi querido hijo, y no sé si sabré soportarlo.
4 comentarios:
Me asfixia el dolor, la tragedia de este relato desgarrador. Pleno de un Amor que no tiene comparación con ningún otro.
Es bellísima y tan real tu forma de contarlo, que imagino tus dedos cuajados de dolor al trasladarlo al papel
Qué Don el tuyo, Lola Sanabria
Gracias por la sensibilidad tuya que hace tan generosa lectura.
Un abrazo con mucho ángel, querida Cora.
Más allá de los merecidos galardones, admirable tu capacidad de transmitir sensibilidad, Lola.
Muchísimas gracias, José R.Aliaguilla.
Un abrazo grande.
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