El tercer gol que
encajamos me lo perdí. Mi mujer se interpuso entre el televisor y yo. ¡Quita de
en medio!, me impacienté. Se apartó, pero siguió hablando. Miriam, déjame ver
esto, luego me cuentas lo que sea, le pedí. Ella, ni caso. Pellizqué el pan y
eché los trozos en el caldo, sin quitar ojo al número seis que avanzaba como un
viejo artrítico. ¡Así vamos! ¡Vete a tu casa, si no puedes! Me estaba
calentando. Miriam continuaba dando la tabarra en sordina. Todos estos años… Y
ni una sola vez… Pedía poco… Palabras sueltas que no me dejaban escuchar bien
al comentarista. Y eso que gritaba como un verraco. Del plato a la boca, de la
boca al plato, acabé con la sopa. Así te claves una espina. Ahora estoy seguro de
que dijo eso, pero entonces interpreté ahí tienes la lubina. Cocinaba bien
Miriam. Con el cuarto gol me tragué un trozo de guindilla. Y ella que si tal,
que si cual. Estaba negro. Que te calles, mujer, que te calles un poquito. A
esas alturas, el locutor estaba ronco y yo sudaba de rabia. Algo me distrajo
unos instantes. Fue un destello metálico girando en el mantel. Pero volví a lo
mío. El partido a punto de acabar. Cuatro a cero. Una vergüenza. Me bebí medio
vaso de vino para contrarrestar el picante y entonces me di cuenta de que
Miriam ya no hablaba. Salían los jugadores cabizbajos del campo cuando escuché
el portazo. En la mesa, el anillo acababa de detenerse. Me incorporé a medias
en la silla y estrellé el vaso contra el televisor. Mi mujer se había pasado
con la guindilla.
10 comentarios:
Qué gusto leer historias, relatos, que te dejan ese saborcito en la boca! Enhorabuena Lola. Y enhorabuena también a la mujer del portazo. Estaba tardando, seguro. Un abrazote y feliz verano.
Excelente reflejo de hasta donde llega el atolondramiento del personal. Y eso que no nos pagan.
Besos.
No sé si es por la caló pero a mi me parece un sainete refrescante. Imagino que después ella regresa a por lo imprescindible y lo remata.
Besos
Gracias, Eloísa, de mi parte y de la de esa paciente mujer que acaba por mandar a la mierda al cernícalo de su marido.
Ya sabes, Juan, aquello de los diferentes opios del pueblo.
Yo creo, querida Cora, que a ella le importa un comino todo lo que deja atrás.
Abrazos a repartir.
Lola, si tuviera que resumir tu relato en dos palabras elegiría estas: hartazgo e incomunicación.
Cuántas dosis de resentimiento, soledad, frustración… imagino que ha ido acumulando esta mujer a lo largo de los años. Cuántas fallas en la comunicación y en el afecto le supongo a esta pareja. Pero todo tiene un límite y la decisión de dar el portazo y largarse era necesaria.
Me gusta mucho, Lola, cómo describes los pedazos poco amables de la vida cotidiana. Y tus gotitas de humor.
Un abrazo fresquito.
Y lo peor, Nenúfar, es que uno no se entere de lo que le están diciendo de mil maneras, hasta verse más solo que la una.
Un abrazo flojito por la calor.
Qué bueno Lola; no cuentas nada nuevo, pero hay que ver cómo lo cuentas. Me ha encantado ese final, esa guindilla que tanto escuece.
Un beso admirado.
Y el gusto que da meter unos cuantos goles a algunos capullos, Yolanda.
Abrazos flojitos por la calor.
Bueno, no tiene tanta importancia. El próximo partido, ganaremos.
Abrazos, siempre
Será con otra, porque la que aguantaba al forofo, se ha largado con viento fresco.
Besos volados.
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