Fotografía tomada de la red. |
Querida niña:
Estaba condenado a ser el eterno adolescente. Todos me decían lo que tenía que hacer. Siempre con sus advertencias. Les hacía caso, porque eran la voz sabia de los adultos. ¡Pero tú eres tan especial!
Me asomaba en la oscuridad a tu ventana, y a través del cristal blindado, seguía con mi uña tu cuerpo de ninfa. La piel, cobre bruñido por el sol. El pelo como noche con reflejos de luna llena. El pecho apretado y duro, seguro que duro. El cuello terso y palpitante. Me mareaba y en más de una ocasión caía sobre las ramas del árbol que vigila tu sueño. En primavera, las flores del magnolio me irritaban los ojos, sentía ese escozor raro, como el llanto de los habitantes del pueblo. Parecías tan feliz, calentita, durmiendo en tu cama. Y yo cada vez más deprimido y con el corazón helado de frío.
Hace tiempo que solo quedan cuatro habitantes. El cura, siempre metido en la iglesia. La vieja, seca como un sarmiento, que ninguno la quiere porque nada hay que sacar de ella. Y tú, mi niña, que me estás volviendo loco, loco; con tu padre el de la siembra de patatas y ajos, muchos ajos.
Esta noche, tú (porque has sido tú sin duda), has colgado unas revistas de las ramas del magnolio, como cuando me dejaste “20 poemas de amor y una canción desesperada”, de Neruda. Las he estado leyendo. Todas hablan de los beneficios del sol. Y se ve a la gente en playas y yates, con un mar profundo, azul cielo o verde esmeralda, pero nunca negro. Y lo he comprendido. Es una invitación.
Cuando vuelva al castillo, dejaré la lápida descorrida y las ventanas y la puerta abiertas para que entren bien los rayos de sol. Ellos me guiarán hasta donde me esperas. Por fin te haré mía para siempre. Después de todo, los mayores también se equivocan.
Tu vampiro enamorado.
Estaba condenado a ser el eterno adolescente. Todos me decían lo que tenía que hacer. Siempre con sus advertencias. Les hacía caso, porque eran la voz sabia de los adultos. ¡Pero tú eres tan especial!
Me asomaba en la oscuridad a tu ventana, y a través del cristal blindado, seguía con mi uña tu cuerpo de ninfa. La piel, cobre bruñido por el sol. El pelo como noche con reflejos de luna llena. El pecho apretado y duro, seguro que duro. El cuello terso y palpitante. Me mareaba y en más de una ocasión caía sobre las ramas del árbol que vigila tu sueño. En primavera, las flores del magnolio me irritaban los ojos, sentía ese escozor raro, como el llanto de los habitantes del pueblo. Parecías tan feliz, calentita, durmiendo en tu cama. Y yo cada vez más deprimido y con el corazón helado de frío.
Hace tiempo que solo quedan cuatro habitantes. El cura, siempre metido en la iglesia. La vieja, seca como un sarmiento, que ninguno la quiere porque nada hay que sacar de ella. Y tú, mi niña, que me estás volviendo loco, loco; con tu padre el de la siembra de patatas y ajos, muchos ajos.
Esta noche, tú (porque has sido tú sin duda), has colgado unas revistas de las ramas del magnolio, como cuando me dejaste “20 poemas de amor y una canción desesperada”, de Neruda. Las he estado leyendo. Todas hablan de los beneficios del sol. Y se ve a la gente en playas y yates, con un mar profundo, azul cielo o verde esmeralda, pero nunca negro. Y lo he comprendido. Es una invitación.
Cuando vuelva al castillo, dejaré la lápida descorrida y las ventanas y la puerta abiertas para que entren bien los rayos de sol. Ellos me guiarán hasta donde me esperas. Por fin te haré mía para siempre. Después de todo, los mayores también se equivocan.
Tu vampiro enamorado.
10 comentarios:
Uy Lola que mal final veo para este vampiro enamorado. Pero el amor tiene eso, que es ciego.
Genial relato.
Saludos.
Sí, pinta mal la cosa, Yashira.
Abrazos soleados.
Buen resumen de los estragos del amor, Lola. ¿Cuántas veces nos lleva a la autodestrucción?
Un abrazo,
Hola, Lola. El enamoramiento nos trastorna y veo que a este vampiro le ha tocado de lleno. Me gusta que siga la llamada de su corazón y, sobre todo, que se rebele contra "la voz sabia de los adultos" que, por supuesto, "también se equivocan".
Bonita carta de amor.
Abrazo.
Bordás las palabras, Lola, tus cuentos son tapices: no sobra ni falta una puntada, un color.
Un beso para vos y otro para este vampiro tuyo, dulce en su inconsciencia, ciego al futuro.
Y mientras llegamos la vida hierve, Pedro.
Vivir hasta las últimas consecuencias, Nenúfar.
No sé si ese beso llegará a tiempo para el vampirito, pero el mío me llegó bien dulce, Patricia.
Abrazos y besos al por mayor.
Pobre vampiro enamorado, ¡que penica!!, pero el amor, es el amor.
Que buena combinación de argumentos has ido dejando hasta llegar al final.
Besicos muchos.
Las locuras del amor, Casa, podría haberse titulado.
Abrazos madrugadores.
la primavera la sangre altera. Al pobre vampiro,le ha alterado hasta el cerebro. Es lo que tiene el amor. Un abrazo Lola.
Y esta primavera tan florida y alérgica altera hasta a los mosquitos, Salvador.
Triple de besos.
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