Me adelanto un poquito porque a partir de mañana me tomo unos días de vacaciones. Os leo a la vuelta, compañeros de la indignación. |
El guarda jurado tocó el hombro de la chica que dormitaba en el asiento del vagón. Ella se despertó sobresaltada. Él le gritó que allí no se iba a dormir y la muchacha le pidió que hablara suavecito porque le dolía la cabeza. El hombre la agarró de una muñeca y le ordenó acompañarlo a comisaría donde comprobarían si tenía papeles de residencia. La chica se negó, alegando que llegaría tarde al trabajo y la señora la despediría. El metro se detuvo y las puertas se abrieron. Él la arrastró fuera. Las puertas se cerraron y el tren continuó su recorrido con un zapato de ella dentro. Todos permanecieron en silencio, evitando mirarlo. Cuando, en la siguiente estación, un viajero echó el zapato al andén de una patada, volvieron las conversaciones y los bostezos.
24 comentarios:
Tu terrible historia me ha recordado otra que pasó acá: en un bar alguien grita que le han robado la billetera. Llega la policía e inmediatamente detiene a una pareja de clientes porque... tenían cara de bolivianos!!!!! Es decir, ojos achinados, tez morena y redonda.
De más está decir que eran inocentes.
Yo, que tengo tez blanca y cara ovalada, ya estoy ideando un muy buen plan para hacerme de lo ajeno...
Como se suele decir: escondieron la cabeza igual que el avestruz.
La pasividad (o la cobardía) "del no te metás" la sufrimos durante muchos años infames en Argentina. Cosa que se repite en cualquier parte del mundo. Lamentable.
Comprometido micro, Lola.
¡Saludos!
Cosas así, son las que te ponen la sangre espesa, Patricia.
Sí, más bien cobardía, Sergio.
Par de abrazos solidarios.
Qué bueno, Lola, qué bueno. El primero deja el listón por las nubes.
Es tan real que duele. Es tremendo ese silencio, donde nadie se moja por nada, ni por nadie. Muy propio. Menos mal que hay un ciudadano ejemplar que patea lo molesto, acaba con ello. Y muerto el perro, se acabó la rabia. A fin de cuentas no va con nosotros que tenemos deenei español...
Genial, como siempre. Un abrazo.
Tremendo, Lola, me has encogido el corazón. Lo malo de tu relato es que no es ficción. Culpabilizar al emigrante de los males de este país es desviar la atención. Muy fuerte la imagen del zapato.
Tremendo, Lola, me has encogido el corazón. Lo malo de tu relato es que no es ficción. Culpabilizar al emigrante de los males de este país es desviar la atención. Muy fuerte la imagen del zapato.
Aunque no nos visitamos mucho, hoy quiero felicitarte por el ritmo de e¡ste micro indignado, por su construcción...
Lo que en él narras es, tremendo... No sé cómo nos seguimos quedando impasibles ante situaciones como estas.
Besicos.
Es una historia tan real que da miedo. Incluso siendo real se convierte en metáfora de todo lo que está pasando. El detalle del zapato es genial, espléndido. Quizá nos iría mucho mejor si hicieramos frente común. Quizá no, seguro.
Abrazos, besos.
Perfecto ejemplo sobre la plaga de individualismo y falta de implicación, que está padeciendo nuestra sociedad.
Besos
La pasividad es una de las acciones que más indignan. Bueno fotografía, Lola. Un abrazo.
Lola, que cruda la realidad que presentas, pero más que un microrrelato —que lo es— me ha parecido una crónica. Desgraciadamente, nos estamos insensibilizando ante desmanes como estos. Nadie es más que nadie y menos por asuntos de nacionalidades.
Me gustó mucho, aunque me hirió.
Abrazos indignados.
Tras la patada al zapato volvieron las conversaciones sobre la economía y lo mal que está la sociedad, que adónde vamos a llegar, y patatín, patatán. La crisis no sólo ha llegado a la economía, sino también a la moral.
Un duro microrrelato.
Abrazos.
Me sumo a lo dicho por Juan, es que si no sale la acción de nosotros sufiridores no sé de dónde va a salir, y es que sigue imperando el sálvese quien pueda y tonto el último...
Esa estampa que muestras la he visto yo hasta en mis carnes que me mareé en el metro y en vez de ayudarme o algo mi miraban como si fuera alguien peligroso...
Abrazos y a descansar los dos que os lo merecéis.
Me sumo a lo dicho por Juan, es que si no sale la acción de nosotros sufiridores no sé de dónde va a salir, y es que sigue imperando el sálvese quien pueda y tonto el último...
Esa estampa que muestras la he visto yo hasta en mis carnes que me mareé en el metro y en vez de ayudarme o algo mi miraban como si fuera alguien peligroso...
Abrazos y a descansar los dos que os lo merecéis.
El día que le toque a uno de esos pasajeros, recordará el zapato... Entonces se arrepentirá.
Muy buen relato, Lola :-)
Siempre queda algo que nos recuerda nuestra pasividad, nuestra indolencia, nuestra culpa. Cualquier zapato acusador es suficiente. Incluso después de la patada seguimos siendo cómplices con esa pasividad.
Feliz descanso y hasta la vuelta.
Esta es otra de las caras de la sociedad. Lo que vemos a diario y solemos girar la cara, por si acaso.
Un abrazo
Y cada uno a su casita a ver la tele.
Besos, Lola.
Buen título. El lógico para esa escena que narras de una manera tan precisa y real. Sí así es la realidad.
Besitos
Juan, eso es! El individualismo.
Podrías haberlo titulado La verdadera historia de Cenicienta o de cómo su zapatito terminó en un vertedero municipal.
Aunque quizás hubiese quedado demasiado largo para un título...
Besos.
Chicos, chicas, a todos y a todas un puñado de besos.
Acabo de aterrizar y no doy para más, pero quiero agradeceros que me hayáis dejado vuestros comentarios.
Lola, guapa ¿será la insensibilidad una herramienta más de este poder? porque insensibilizados estamos un rato, unos más y otros menos, pero todos bastante.
Pero vamos a no estarlo, si?
Besazos
Vamos a por ello, Anita. A pelear duro.
Abrazos, muchos.
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