Llegué en taxi, como debe ser, sobre las cinco de la tarde, después de la siesta como también debe ser. Una riñonera con la documentación y los ahorros de la cartilla que dejé temblando; la bolsa con cuatro trapitos, lo imprescindible. Camisetas, pantalones, vestidos, bragas, sujetadores, calcetines, pantis, zapatos, zapatillas, camisones, pijamas, bolsa de aseo y otras cosas más que ya no recuerdo, y el ordenata agarrado a mi muñeca con unas esposas. Me hice la dueña y señora de un banco y allí puse mi despacho, haciendo una especie de corralito con las latas de Coca Cola y otras bebidas que iba consumiendo. La comida regular pero ya estaba acostumbrada. Combinaba entre la cafetería, el restaurante y las máquinas de sánwiches y patatas fritas.
Al principio estaba encantada con el ambiente. Carros de equipaje empujados por mujeres, hombres y niños de todos los pelajes. Los altavoces soltando su carga enlatada de ofertas y los carteristas llevándose de todo un poco. Mestizaje puro. Luego comenzó a irritarme la cantinela de los altavoces y los talones mugrientos de algunos paseantes. Empecé a llamarle la atención al ladronzuelo que se había quedado por mi zona, amenazándolo con denunciarle si no se largaba para otro lado. Tenía la novela en la cabeza pero aún no había encontrado el momento de empezar. Era todo tan excitante. Aprendí pronto a distinguir al nacional del extranjero y me divertía provocar a todo bicho viviente.
Y así vivía yo, feliz gestando mi obra maestra, cuando se me cruzó él. Sólo dije aquello de, que no me entere yo de que ese culito pasa hambre, y solté una risotada. Sí, ya sé, un poco ordinaria sí que me había vuelto pero no merecí el castigo que se me vino encima. Se volvió y con una sonrisa espléndida me preguntó cuánto. ¿Cuánto qué?, le contesté yo con otra pregunta. Cuánto valer tú, me soltó a bocajarro. Y yo, que una no tiene precio, qué se había creído, que yo eso lo hacía gratis. Dónde, dijo él. Ahí me di cuenta de que la suerte estaba echada. El tipo se me pegó al costado y se puso a sobarme el brazo y no atendía a razones. Guapo lo era un rato largo pero una es muy estrecha y no ha pasado del piropo y siempre pensando que no se me iba a entender. ¡Quién iba a pensar que aquel negrazo de cuerpo imponente tendría conocimientos de castellano! Comencé a considerar que tal vez fue un error largarme de casa. Recogí mis cosas y salí por la primera puerta que vi, levantando una mano para llamar a un taxi. El senegalés, por decir algo, detrás, insistiendo. Se me ocurrió un plan diabólico. Le di la llave de la casa de mi pueblo andaluz, veinte centímetros de hierro, dirección incluida, y lo invité a perfeccionar su excelente castellano. Él aceptó encantado. Antes de subir al taxi, le di un beso llevada por la compasión más que por el deseo. Porque cuando el guaperas salga al patio y escuche al vecino a través del muro de separación discutir con la mujer en los términos de: que no jes eso ahí, estás ton o qué, y mira que te lo ten di que cuides del rroz; a una velocidad de dos mil palabras por segundo, una de dos, o se vuelve loco o se coge una depresión de consecuencias incalculables. Iré a rescatarlo dentro de unos días. Tan mala no soy. ¿O sí?
Al principio estaba encantada con el ambiente. Carros de equipaje empujados por mujeres, hombres y niños de todos los pelajes. Los altavoces soltando su carga enlatada de ofertas y los carteristas llevándose de todo un poco. Mestizaje puro. Luego comenzó a irritarme la cantinela de los altavoces y los talones mugrientos de algunos paseantes. Empecé a llamarle la atención al ladronzuelo que se había quedado por mi zona, amenazándolo con denunciarle si no se largaba para otro lado. Tenía la novela en la cabeza pero aún no había encontrado el momento de empezar. Era todo tan excitante. Aprendí pronto a distinguir al nacional del extranjero y me divertía provocar a todo bicho viviente.
Y así vivía yo, feliz gestando mi obra maestra, cuando se me cruzó él. Sólo dije aquello de, que no me entere yo de que ese culito pasa hambre, y solté una risotada. Sí, ya sé, un poco ordinaria sí que me había vuelto pero no merecí el castigo que se me vino encima. Se volvió y con una sonrisa espléndida me preguntó cuánto. ¿Cuánto qué?, le contesté yo con otra pregunta. Cuánto valer tú, me soltó a bocajarro. Y yo, que una no tiene precio, qué se había creído, que yo eso lo hacía gratis. Dónde, dijo él. Ahí me di cuenta de que la suerte estaba echada. El tipo se me pegó al costado y se puso a sobarme el brazo y no atendía a razones. Guapo lo era un rato largo pero una es muy estrecha y no ha pasado del piropo y siempre pensando que no se me iba a entender. ¡Quién iba a pensar que aquel negrazo de cuerpo imponente tendría conocimientos de castellano! Comencé a considerar que tal vez fue un error largarme de casa. Recogí mis cosas y salí por la primera puerta que vi, levantando una mano para llamar a un taxi. El senegalés, por decir algo, detrás, insistiendo. Se me ocurrió un plan diabólico. Le di la llave de la casa de mi pueblo andaluz, veinte centímetros de hierro, dirección incluida, y lo invité a perfeccionar su excelente castellano. Él aceptó encantado. Antes de subir al taxi, le di un beso llevada por la compasión más que por el deseo. Porque cuando el guaperas salga al patio y escuche al vecino a través del muro de separación discutir con la mujer en los términos de: que no jes eso ahí, estás ton o qué, y mira que te lo ten di que cuides del rroz; a una velocidad de dos mil palabras por segundo, una de dos, o se vuelve loco o se coge una depresión de consecuencias incalculables. Iré a rescatarlo dentro de unos días. Tan mala no soy. ¿O sí?
20 comentarios:
Feliz regreso Lola. Espero que todo haya ido bien. Por aquí se te echaba de menos, cómo no. El micro, muy divertido.
Abrazos, besos.
Apenas, apenas, un poquitín, bah. Que estuvo muy cargoso el tipo, eso sí.
Encantada con tu vuelta, Lola.
Un abrazo de bienvenida.
Pd: la verificación me pide la palabra qualinti. Suena a senegalés, ¿no?
Bienvenida Lola!!!
Si es que no se le pueden decir piropos al primero que pasa...Y encima castigarle con un vecino con verborrea, jaja.
Besos desde el aire
Bienvenida, guapetona.
Besicos.
jjaja ¿Parece real no? jajaja
Madre mía...
Un saludo indio
¡Qué excelente retorno!!! Nos llevas por el laberinto del argumento hasta la sonrisa prometida...
Feliz rentrée.
Si es que no se puede estar a todo: novela, ladronzuelo, culitos,...
Un besazo (para que no pases hambre)
Lola, muy bueno. Me he reído mucho con las peripecias de la escritora. Deberías ir a rescatarlo ya.
Me alegra tu regreso de vacaciones.
Un abrazo.
Lola, yo creo que después te vas a ir a ver si está bien el senegalés... y si su culito pasa hambre ;) je je
Un micro muy realista y divertido
Encantada de tu vuelta!!!
Abrazos
Las fronteras se reinventan, como las puertas en el mar, pero Babel siempre fue vieja.
Yo me hubiera ido con él a la casa en el campo. Si yo fuera un ella, y no un él. O si yo fuera un él al que le gustasen ellos. O si ella fuera él y él fuese ella. Y siempre tomando las debidas precauciones. Póntelo, pónselo y tal y tal.
Welcome back.
No hay nada mejor que empezar la rutina con una sonrisa :D
Bienvenida, un gustazo volver a tener por aquí! Besos
Bienvenida, Lola!!!!
Extrañaba la excelencia de tus entradas y esta no le va en saga a ninguna de las anteriores.
Besos sonrientes
Nos has dado un baño generoso de surrealismo, Lola.
La escritora en el aeropuerto, el senegalés persistente, la casa del pueblo... Cada uno en sí mismo te daba para un relato.
Un retorno triunfal. Bienvenida.
Todo muy bien, Agus. Entregada a la lectura y a la molicie.
Los hay pesados hasta decir basta, Mónica, y este tuvo su merecido, con creces eso sí.
Primero se evalúan las consecuencias, Rosa, y cuando hayas hecho todo tipo de cálculos, el tipo pasa de largo.
Eso de guapetona, Tor, se lo dirás a todas.
Real como los aeropuertos mismos, Indio. Ahora bien, me imagino a la del ordenata arrastrada hasta la puerta por dos polís. Que eso de hacer corralitos con latas es de perro flautas. Dirían, claro.
Por pintarte una sonrisa, lo que sea, Susana.
Ya sabes, Luisa, que una mujer puede estar en muchas cosas a la vez, otra cosa es llevar estrecha la entrepierna.
No sé, Nicolás, pero me da que el senegalés se ha hecho fuerte dentro de la casa.
Echaremos un vistazo, Anita, y a ver si se puede hacer algo.
Alberto eres un verderón, jomío, y dios te va a castigar y con palo. Yo me iba pero con un rosario en ristre y de rodillas para pedir perdón por los pensamientos y actos impuros.
Te veo la sonrisa, Maite.
Patricia, tu extrañamiento me llegó jondo, digo hondo. Digo. No sé, ando entre dos lenguas de trapo.
Vidas que se cruzan y entrecruzan y vuelven a descruzarse, Pedro. Si les seguimos los pasos tendríamos relatos para largo.
Soplo de besos para que os lleguen a todos.
Feliz regreso Lola, se te echaba de menos por aquí. Un beso. (me has hecho sonreír un rato).
Hola, Manu.
Estas vacaciones he disfrutado con tus relatos de Fuera de Temario. El de Lengua es de tirarse por el suelo de la risa.
Besos de reencuentro.
¡Bienvenida, Lola! Se te echaba de menos. Y empezamos con unas risas, no está mal, no.
Besitos
Muchas gracias Elysa. Me alegro de que te haya hecho reír.
Abrazos varios.
Qué va, Lola, corazón, eres más buena que el pan :-)
Se te echaba muucho de menos. Besos
Gracias, Rocío, guapa. Tú es que me ves con buenos ojos.
Besos de reencuentro.
Publicar un comentario