2/4/11

FINALISTA EN EL CONCURSO DE RELATO DE LA UNED


Gracias al aviso de Rosana supe que era finalista. Si no, ni me habría enterado. Me ha costado encontrar el acta, pero aquí está el enlace, que he rescatado de otra página (pinchando el título)

Me presenté a este concurso el mismo día en que finalizaba el plazo, ya caída la tarde, con un relato que tenía por ahí guardado. Ruego, pues, que no seáis muy duros ya que no lo refiné mucho.


DIAGNÓSTICO

Desde que la ciencia habló por boca del médico y puso fecha de caducidad a su vida, el abuelo veía pasar su entierro todas las tardes, sentado en el umbral de su casa. Unas veces desfilaba el féretro de caoba, con cuatro asas doradas en los laterales, los hijos cargando la caja sobre sus hombros, la cabeza gacha y los ojos enrojecidos de llanto seco. Atrás, ellas, enlutadas de arriba abajo, con el moquero amasando la humedad con la doblez de sus dedos. Delante, don Anselmo, con Manolín de monaguillo, guiando el cortejo hasta la iglesia. Otras, pasaba el ataúd de pino llevado por los jornaleros. Su familia detrás, con cara de pena sí, pero sin soltar una lágrima y entonces se sentía solo en la estrechura de las cuatro tablas. Se fue haciendo muy sensible y cualquier pequeño detalle que él creyera de falta de amor, le parecía una prueba de que su paso por la vida había sido un camino estéril.

- Elisa, hija, ¿tú me quieres?- preguntaba a la menor de sus hijas. Y ella respondía que sí con un tono de cansancio que a él no le pasaba desapercibido.

A los hijos los mandaba llamar todos los días para dejar arreglados sus asuntos. Eso decía. Pero todo estaba bien atado y sólo causaba cierto hastío sus continuas demandas de cariño, aunque todos tenían mucha paciencia. Sin embargo, los días avanzaban y cada uno de ellos era un soplo que se le iba por la boca, así que su angustia creció.

Una de aquellas tardes, se llevó a su nieto Miguel hasta la puerta, lo sentó a su lado, y le dijo, mientras un abrazo le cortaba la respiración:

- Mira bien, Miguelito, que va a pasar el entierro de tu abuelo.

Y le fue describiendo una escena terrorífica donde el muerto estaba tieso dentro de una caja de la peor calidad porque su familia no se había querido gastar más en su entierro, con la mandíbula cerrada bajo el nudo de un pañuelo, y dos algodones tapándole los orificios de la nariz. Entonces el niño se puso a llorar a gritos y vino la madre a sacarlo del abrazo bestial. Las cosas comenzaron a torcerse en la familia y cada vez que el abuelo pedía atención todos estaban ocupados, y cuando le preguntaba a Miguelito si lo quería acompañar al campo a por nueces, subido en la burra Clementina, él lo miraba espantado y echaba a correr.

La última tarde no vio pasar su entierro.

39 comentarios:

Rocío Romero dijo...

Jope Lola, me ha encantado. El pobre abuelo presa de la angustia y la familia sufriendo a la vez. Me gustó sobre todo el final, y sentí verdadera lástima por el hombre en que se había convertido y por el nieto aterrado. A veces, hacemos algo de eso cada día, preocupándonos por lo que llegará sin vivir lo que nos queda. Qué penita.
Por otro lado, enhorabuena, niña, estás que no paras ;-)
Besitos

Lola Sanabria dijo...

Muchas gracias, Rocío. Sí, es penoso lo que ocurre con las angustias, que acaban hartando y todo el mundo las evita.

Besos agradecidos.

R.A. dijo...

A mí lo que más me gusta de todo el relato aparte esos detalles tuyos al escribir tan tuyos y tan buenos, " amasando la humedad con la doblez de sus dedos" es el final. El hombre todavía podía andar al campo a por nueces con la burra y el nieto se lo pierde porque lo ha aterroizado, luego ese "la última tarde no vio pasar su entierro"...tiene muchos matices y muchas lecturas, final abierto y sospechas del lector.

Carpe diem es la enseñanza que me apunto ;)
Besos y enhorabuenas por igual.

ernesto ortega dijo...

El principio es brutal (la primera frase me parece genial). Lo de en medio perfecto. Y el final, cojunudo, ¡enhorabuena! Menos mal que lo mandaste apuridilla, que si no...

Lola Sanabria dijo...

Gracias, Rosana, tienes una visión de águila para los detalles que pueden pasar desapercibidos para otros lectores.

Pareado de besos para consolidar mi enhorabuena, campeona.

Lola Sanabria dijo...

Parece, pues, que no quedó tan mal, por lo que dices, Ern. En cuanto a que menos mal que lo mandé apuradilla que si no... añado que habría dado igual.

Abrazos y besos descompensados y agradecidos.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Mil felicidades... Será que a los buenos hay que recordárselo que lo son... Encantado, como siempre.

Saludos y un abrazo.

Unknown dijo...

Este cuento, Lola, es una gloria de cuento.
Contás una tragedia: la muerte cierta y el terror a la misma, con un tono mesuradom sin ceder a la tentación de extralimitarte.

Bravísimo!!!!

Lola Sanabria dijo...

Gracias, Antonio.

Una gloria es tenerte aquí, en mi blog, Patricia.

Besos a repartir.

Nenúfar dijo...

Me gusta mucho como este texto transmite la angustia del abuelo:
-deja de vivir y disfrutar el presente, centrándose en adivinar un futuro (concretamente su entierro) progresivamente más tétrico y frío (me parecen estupendos todos los detalles de sus visualizaciones).
-Demanda continuamente muestras de compañía y afecto, que no le satisfacen plenamente. Tornándose cadavez más medroso, hipersensible e inseguro.
Quizás con ello pretende conjurar su temor a la muerte, convencerse de que su vida no ha sido vana, asegurarse el cariño de sus seres queridos, etc. Pero su modo de proceder consigue lo contrario de lo que pretende: se obsesiona. Su angustia, su soledad, su tristeza... van en aumento, al tiempo que crece también el hartazgo, el desinterés, el hastío... de sus seres cercanos.

Desolador y real como la vida misma. Menos mal que la vida tiene también otras caras más alegres.

Me encantó.

Enhorabuena y un abrazo.

Lola Sanabria dijo...

¡Menudo análisis más minucioso has hecho, Nenúfar!Muchísimas gracias por todo el trabajo que te has tomado, por tus visitas.

Puñado de besos.

Araceli Esteves dijo...

Pues para no haberlo refinado te ha quedado un muy buen relato. Me gusta mucho la idea de ver pasar el entierro propio.

Daniel Sánchez dijo...

Mi enhorabuena.

Esa frase final es perfecta y la narración del texto bellamente ejecutada.

Tb destacaría esa cantidad de personajes en tan poco espacio.

Me arrodillo ante tu pluma.

Lola Sanabria dijo...

¿Refinado, de refinería de aceite? Entró bien, ¿no? Gracias, Araceli.

Abrazos variados.

Lola Sanabria dijo...

Muchas gracias, Daniel. ¡Hala, venga, levántate que se te van a quedar rodillas de fregona!

Besos variados.

Mónica Ortelli dijo...

Muy buen cuento, Lola. Tenés el ojo afiladísimo para las escenas cotidianas, costumbres y sobre todo,el comportamiento de la gente y, por supuesto, la capacidad de trasmitirlo sencillamente (como si fuera tan fácil); eso te hace la excelente escritora que sos. Me gusta el enfoque de esta historia. Es una pintura realista; el paso del tiempo acentúa ciertos rasgos: el cuidadoso se vuelve obsesivo; el cínico, cruel; el solícito, mendicante. Este personaje tuyo pasea al lector in crescendo desde la lástima inicial hasta el fastidio y el hartazgo.
El final abierto y abrupto le va muy bien al relato.
Felicitaciones por la selección, Lola: le pongas más o menos ganas, tus cuentos no pasan desapercibidos.
Un abrazo fuerte.

Anónimo dijo...

Muy bueno, Lola. Sin desmerecer nada, una de las mejores cosas que te he leído. Enhorabuena, un besote.

Maite dijo...

Enhorabuena Lola!! El relato es realmentw bueno, la narrativa impecable, no le sobra ni falta nada. En cuanto a la hisroria, hay mucha enseñanza dentro, desde la necesidad de cariño, hasta el error de intentar forzarlo que solo nos llevará a perderlo, o sobre el vivir anticipando que corta las alas del presente, en fin, un micro con mucha miga. Besos

Lola Sanabria dijo...

¡Ay, Mónica, cómo te lo curras, hija!
Nada puedo decirte excepto: gracias, gracias, gracias.

Y un puñado de besos.

Lola Sanabria dijo...

Me alegro mucho de que te guste tanto, Delia, como para ponerlo entre lo mejor que me has leído.

Abrazos dobles.

Lola Sanabria dijo...

Muy buen análisis, Maite. Muchísimas gracias.


Abrazos triples.

AGUS dijo...

Ay Lola que llego tarde. Bueno, la imagen es brutal. Pero lo que me gusta más del texto es la idea que subyace, ese irse marchando que es la muerte. Dejar cosas atrás, perder emociones, irse vaciando... Es como si al final uno eligiera marcharse por su propio pie, consciente que ha llegado su hora, que su tiempo se terminó. Qué vertigo sí, qué tristeza, pero también qué manera de irse, con la cabeza bien alta, con arrojo. Otra vez me dejas sin sombrero, sin palabras. Siempre es un placer pasar por aquí. Se aprende tanto.

Abrazos, besos y enhorabuena.

Juan Leante dijo...

Digo yo, que más de uno habrá pensado en cómo serán las reacciones ajenas en los momentos posteriores a su fallecimiento. Vivimos con cierta preocupación el cómo nos tratarán los demás una vez se nos fundan los plomos.
Lo tuyo son los relatos costumbristas. Los bordas.
Enhorabuena. Besos.

Lola Sanabria dijo...

Tú siempre llegas, Agus, yo siempre te espero. La pérdida, sí, es muy duro para quienes, como yo, no esperan nada después de la muerte. Y aún así hay que irse y, si se puede, efectivamente, con la cabeza bien alta. Una aspiración que una también tiene.

Gracias.

Besos a puñados.

Lola Sanabria dijo...

Cuando era pequeña me contaron aquello de que en la noche de San Juan, si te mirabas en un espejo a eso de las doce de la noche, veías pasar tu entierro. Tuve tentaciones, pero pudo más el miedo.
Yo sí, querido compañero, me he preguntado cómo será mi entierro.

Besos, abrazos y más.

Elena Casero dijo...

Mi enhorabuena, Lola
La imagen del abuelo sentado a la puerta de la casa viendo pasar su entierro cada día. Y el final,muy bueno.

Anda, que no enterarte de que eras finalista, es pa matarte.

Un abrazo

Elena

Puck dijo...

Enhorabuena!!! El texto es taaan tuyo que me gusta como todo lo que haces. Nadie como tú para relatar esas situaciones donde los sentimientos están a flor de piel, para dar detalles que hacen que parezca que tus personajes son gente a la que conocemos de toda la vida. Vamos, que me gustó mucho
Saludillos

David Moreno dijo...

Enhorabuena de nuevo. Una distinción más a la mochila, que ya va cargada ya, jeje

Un saludo indio

Lola Sanabria dijo...

Eléna, si nadie te avisa y no encuentras el acta por ningún lado, lo normal es que no te enteres. Pero para eso tengo a mis espías.

Gracias, mi niña, por tu comentario y bienhallada de nuevo aquí entre los blogueros.

Besos domingueros.

Lola Sanabria dijo...

Me encanta eso de tener textos tan míos y mucho más si a tí te gustan, ranita verde.

Besos y abrazos a paladas.

Lola Sanabria dijo...

Gracias, Indio. Aún queda mucho espacio en la mochila.


Abrazos dobles.

Manu Espada dijo...

Enhorabuena, lo vi el otro día en la web y me Alegre un montón. El relato es realmente bueno. Un baso.

Manu Espada dijo...

No sé que me pasa con el ordenador, que cada vez que te dejo un mensaje se borra. Te decía wue me alegro un montón, Lola, lo vi en la web y me llevé una alegría. Rosana y tú estáis que os salís. Besos.

Odiseo de Saturnalia dijo...

Si es que la vida no está para esperarla... enhorabuena!!!

Lola Sanabria dijo...

Entró, Manu, entró por la escuadra y con repetición de moviola.

Sí, Satur, la vida no está para esperas, hay que aprovechar el momento.

Besos a repartir.

Juan F. Plaza dijo...

Enhorabuena, Lola. Ya sabes que tienes en mí un admirador. Desde mi punto de vista, el relato tiene las "virtudes Lola": sensibilidad, mucha intución y una gran carga literiaria (casi ná...). A mí sí me parece, como a ti, que con más tiempo te hubiera quedado más redondo: algo de chapa y pintura, no mucho más, pero quizá algún giro que sobra o acortar algo la idea del abuelo imaginando su entierro (queda muy claro desde el principio). En fin, en todo caso es mejorar algo que, obviamente, ya está muy bien.
Abrazos mil

Cora Christie dijo...

Dejas muchos hilos de los que tirar sobre este abuelo (que me ha recordado al de ¡Valencia!)

Que solo busca afecto, lo que ocurre es que a un hijo le podríamos responder mil veces, a la misma pregunta, mil te quieros, y a un viejo ya es otra cosa, con eso de la pesadez de la sesera reincidente.
Y la fantasía ¿quien no la ha tenido? ... sin ninguna gana de hacerla realidad ("Anda y que se chinchen, que me he muerto")
No puede imaginar su entierro esa última tarde, porque ha quedado en llevar al nieto a la Feria de los frutos del mar y de las nueces de río.

Ah! ¿Te he comentado en alguna ocasión lo de la miel y el asno?

¡Qué bien escribes, malvada!

Lola Sanabria dijo...

Voy a ver si me pongo un mandil, cojo una martillo y una pistola por si hay que hacer algún arreglo. Gracias de la vistudes, woody.

Querida Cora, todos los caminos conducen a Roma. O lo que es lo mismo: los abuelos siempre tienen alguna nostalgia, alguna pesadilla, algún quebranto que sacar a la luz. Y tú lo has visto con esa claridad de ojo de águila que tienes.
Sí, hija, sí, lo de la miel y el asno ya es viejo. Pero asno es y asno morirá.

Puñado de besos a repartir.

Torcuato dijo...

Otro aplauso.
Besos