A los niños no nos pasó nada y mamá sólo se hizo unos cortes con el salpicadero. Pero se empeñó en llevar a juicio al propietario del mercedes. El tío Ramón, excelente anfitrión y mejor gourmet, la invitó a ostras y a champán mientras ella le daba todos los detalles del accidente. Al terminar, él le dijo que no iba a representarla, alegando que no le parecía ético siendo de la familia, y le recomendó un colega, con poco empuje pero muy barato. El día del juicio, fuimos todos al Juzgado. Y allí estaba el tío Ramón como abogado de la parte contraria. Destrozó a mamá con preguntas como: “¿Y no es verdad que usted iba sin cinturón de seguridad?”, y otras peores. Cuando todo terminó, mamá, en plena crisis nerviosa, clamaba por una apelación. El tío Ramón se acercó y le dijo: “Compréndelo, Eduvigis, las ostras valen muy caras”.
4 comentarios:
¡Ya te vi!
Compartimos espacio, mejor dicho microespacio ;)
Ha quedado genial tu cuento narrado por Momo.
Enhorabuena.
Un saludo.
R.A.
Voy a ver si te descubro, R.A. Mientras tanto, mi agradecimiento por tu elogio al cuento y a la narración. Se lo transmitiré a Momo.
Abrazos.
Lola.
Cuando leo tus relatos, de pronto alguno pega un chispazo entre mis neuronas y su luz me hace comprender una vez más, la diferencia entre transformar un hilado de palabras en una ocurrencia, y esa fabulosa capidad que tienes en la sesera para fabular con personajes y situaciones llenos de vida, lo que ya es difícil con una limitación de palabras como la que conlleva generalmente cualquier microrrelato.
Eres como una muñeca rusa que no acabara nunca de sorprendernos con sus contenidos,con los que tanto disfrutamos tus lectores.
Aitor Menta
¡Qué bonito!. Muchísimas gracias, Aitor.
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