28/12/12

DESAPARECIDOS- Ganador del II Concurso "Pepe Ortuño"

 
Fotografía tomada de la red.
 
Mi fotografía colgaba del cuello de la anciana del pañuelo blanco. Me vio y se cubrió la boca con la mano mientras abría mucho los ojos. Mis papás me lo tenían prohibido, pero el boludo de Ernesto se empeñó en pasar por la plaza. Ella dejó la fila y fue hacia donde parábamos. Tiré de la manga del saco de Ernesto y salimos cagando leches de allí. Cuando llegué a casa, mi vieja me esperaba con el mate. La estuve mirando mientras sorbía. Yo era un muchacho, seguro que me parecía a mi viejo.
 
 
 

27/12/12

ARMARIO

 Laberinto de Microrrelatos.
Saqué el pie del zapato Gorila. Dije que me apretaba y, mientras mi madre buscaba las zapatillas de felpa debajo de la cama,  volví a calzarme con los que llevé en la carroza. Me acerqué al espejo del armario y humedecí el carmín de mis labios con la punta de la lengua, luego giré el cuerpo a un lado y a otro, y el vuelo de la falda me acarició los muslos. Anduve unos pasos con los zapatos de tacón y moví las caderas. Mi madre me miraba. Ordenó que me lo quitara todo. Cada vez me resistía más a desvestirme después de las chirigotas del carnaval, y andar el resto del año disfrazado de chico.

Palabras: Carmín, lengua, tacón, chirigotas, armario.

25/12/12

CARTEL Y POSTAL DE NAVIDAD DE MIS CHICOS


El cartel ganador es de Miguel Ángel Serrano. Y la postal (sí, ya sé que no se ve mucho, pero está ahí), de Iván Sáez del C.O. Barajas (penúltimo Centro donde he recalado)



22/12/12

MIEDO- V CONCURSO DE MICRORRELATOS SOL CULTURAL





  Fotografía de Javier Fernández Gorrionero

El hombre avanza, desdibujado. Un nubarrón de palabras agrias lo acompaña. El llanto hiposo llega, una y otra vez, como boomerang, enroscándose en su oreja. Y conforme camina, revive la sinrazón de la pelea. Un retraso no es para tanto, se dice. Enseguida, como un trallazo, le viene el recuerdo de otro día. Entonces fue él quien estuvo acodado en la ventana, espiando la calle. Pasaban los minutos y temblaba como azogue. Esa noche, la espera dio paso a la desesperación. También discutieron. Como hoy. Y luego vino el quedarse enlazados, cuerpo con cuerpo, durante horas, reconociéndose en cada lunar, en cada arruga, en las cicatrices de la piel, como si acabaran de conocerse.
El hombre avanza. A lo lejos, la tarde se abre a la luz. Saca el teléfono de su bolsillo y marca. Te quiero, dice. Y las palabras soplan los últimos jirones de niebla.

(Inspirado en la fotografía de Javier Fernández Gorrionero, Niebla en Sol)

20/12/12

TIERRA

Fotografía tomada de la red.

 Todo el mundo tiene derecho a un descanso. Hasta tú te tomaste un respiro de un día. Uno también se agota y quiere un alivio. Cuatro mil cuatrocientos setenta millones de años, arriba, abajo, son muchos años girando sin parar. Solo quería detenerme un segundo. ¡Qué digo un segundo, una décima de segundo! Y mira la que se ha liado. Todos desparramados por el cielo. ¡Y esos pobres agarrados a árboles y farolas, qué cara de susto tienen! A ver cómo arreglo yo este entuerto. Porque estoy paralizado, no consigo volver a rotar. Anda, échame una mano, dios, que últimamente te veo muy relajado. Y los humanos ya tienen bastante con aguantar las putadas, sin perdón,  de esta casta de políticos canalla.

18/12/12

PEAJES GANADOR TRIMESTRAL DE WONDERLAND

 
Hacia el minuto 38: 20 h.

Baja la calle sin prisas. Y aun así, llega el primero. Pide un café y lo toma a sorbos cortos. Van llegando. Se sientan a la mesa. Las cartas mugrientas se traban entre los dedos. Partida tras partida, el reloj guillotina los minutos. Hora de cenar, dice uno. Y todos se levantan. ¡Os atan corto vuestras mujeres!, ríe él. Y se queda solo. Pide un chato de vino. Remolonea. Vuelve despacio a casa. En el recibidor se encuentra con su imagen en el espejo. Sube la mano derecha y se acaricia la cara. Como hacía su madre cuando era niño.



Horror en la casa embrujada (Accésit) 

David Figueroa

Camila sabrá lo hace, pero a mí no me parece que entrar en la casa embrujada sea una buena idea. Quiero ir a contarles a sus padres  lo que va a hacer, pero los amigos de Víctor me detienen, ellos también le temen.
Después de un rato jugando al escondite aparece Víctor que, sonriente, se pierde entre su séquito vitoreante. Un momento después sale Camila, con la mirada perdida, caminando lento. La acompaño a casa, en silencio,y, en la puerta, le pregunto qué pasó en la casa embrujada. Conteniendo las lágrimas me susurra al oído, los fantasmas no existen.


 


15/12/12

A DOS MANOS

Tomada de la red.


Entrabas en la sala comenzada la película y elegías tu presa. Admiraba la delicadeza de tu mano derecha deslizándose por la piel ávida de caricias, la agilidad con que sacabas limpiamente la cartera con los dedos de la otra.
     Conmigo te costó algo más de tiempo, empeñada en implicar a tus dos manos en el gesto amoroso. Fracasé.
      Sé de tu disgusto, el billetero es de plástico y sólo contiene esta nota. Pero puedes recuperar el tuyo, aligerado de peso, con toda la documentación, en la papelera que hay a la entrada de nuestro cine que, estoy segura, seguirás frecuentando.

11/12/12

CRIATURAS (Ganador de la semana de Wonderland)

Apoyaba la espalda en el quicio de la puerta, sombrero calado, tinto en mano y cigarrillo colgando del labio inferior. Miraba, socarrón y lascivo, a las mujeres que pasaban. En cuanto veía a Justina, carnal y coloradota, lanzaba un ¡guapa!, adelantando la cabeza, sin pasar nunca la línea que separaba la sombra de la luz del sol. Ella agachaba la cabeza y apretaba el paso. Nadie comprendió lo de la boda. Dicen que ella está cada día más pálida y delgada. Dicen de ese cuello hasta la barbilla. Dicen que la noche. Dicen que él se transforma. ¡Dicen tantas cosas!
 
Hacia el minuto 44: 21


10/12/12

DESAHUCIO EXPRÉS

Dibujo tomado de la red.



Vecinos blogueros, se me ocurre que podíamos hacer unos relatitos navideños con el lema "los desterrados,  los desheredados". ¿Os apuntáis?


¿Y qué he  hecho yo para merecer esto? Me conformaba con un poco de paja, ¡heno, no por Dios,  todo un lujo!, y algo de agua. Dormía echada en el suelo. Ni un rebuzno durante la noche. ¡Y el calorcito que daba mi aliento! Entonces va el papa ese y me destierra. A los dos. El Portal era mío y tuyo. Y bien que le dimos cuartelillo a la Mari, el Jose  y el Jesusín. Y heme aquí, perdiendo los dientes con la tiritera. Me queda nada para despedirme de este mundo cruel. Porque ya me dirás tú cómo voy a comer sin dientes. Aun más, ¿qué voy a sacar de este montón de nieve sin límite en el horizonte? No, ya, que a lo mejor escarbando encuentro una brizna de hierba. Pero con este baile de San Vito no puedo cavar en un sitio fijo con las pezuñas. Estoy en el zarzo. Pero tú aún conservas las carnes. No me mires así, acuérdate de lo de los Andes. Cuestión de supervivencia.

7/12/12

EL ARÁNDANO Y LA ESPOLETA

Tomada de la red.

Cuando me enteré de que el Ejército hacía prácticas en el terreno lindante al nuestro, tuve el presentimiento de que algo malo ocurriría. Por eso, al escuchar las explosiones, corrí por el camino que bordeaba el pueblo y atroché por un campo lleno de zarzas. Apenas sentía los enganchones y arañazos. Más grande era la desazón que me causaba saber que mi hijo Pedro estaba en el huerto.
      No quería ni pensar, que la suerte negra que me acompañaba desde hacía  tiempo, hubiera  llamado de nuevo a mi puerta. Ya tenía yo bastante con la pérdida de mi hermano Perico, de quien tomé el nombre para mi hijo, y la de mi marido, tan cerca que aún podía verlo salir la última vez con el carburo en la mano y el casco con su bombilla; que una cosa era perder padres, marido, incluso al hermano, y otra quedarse sin hijo.
     Desde lejos divisé la mata cimbreándose. Respiré aliviada y seguí avanzando hacia el arándano. Cuando estaba muy cerca,  vi aquella cosa extraña, como una raíz que hubiera llevado la contraria y echado para arriba en lugar de hundirse en la tierra, que es lo suyo,  y se me aflojaron las piernas. “Que no te muevas”, le pedí. Él siguió arrancando arándanos y echándoselos a la boca. “Mira lo que tienes ahí pegado. Que no te muevas”, repetí, y él dio unos pasos hacia aquel artefacto, uno de esos que explotan y que, por razones que entonces no entendí, no había estallado. Entonces le tiré una piedra con la intención de alejarlo, tropezó y se tambaleó hacia delante. Y cuando ya lo veía caer sobre aquella cosa maldita, se echó hacia un lado y rodó hasta mis pies.
     No voy a decir que estuviera bien recibirlo con un tortazo pero me salió así. Luego le di un abrazo y lo estuve mirando por todos lados como temiendo que le faltara algo.
     Dijeron que aquella bomba no estalló por un fallo de la espoleta. Vinieron los del Ejército a mirarla y remirarla, pero no la tocaron. Y ahí sigue, como un hijo de puta del arándano, los dos solos en mitad del huerto. Dicen que no hay peligro, eso dicen los de uniforme, pero yo, por si acaso, he echado la llave de mi casa con mi Pedro dentro, que si ya es duro perder a los padres, al hermano y al marido, no quiero saber cómo se puede vivir después de enterrar a un hijo.

5/12/12

SETAS

Tomada de la red.


Desde que papá está en el paro, en casa dependen del rarito de la familia. Así me llamaban delante de los vecinos. Y ellos cuchicheaban, a sus espaldas, que yo era tonto de capirote. Todo porque prefiero la soledad, a los partidos de fútbol y las barbacoas en el jardín. Ahora yo traigo el sustento, no en vano me gustan los libros. No en balde me documenté bien sobre micología. Recojo russulas y las vendo por el barrio. De vez en cuando, pienso en meter una amanita phalloides en el lote, solo por ver si son tan listos como decían.

29/11/12

SEQUÍA

Fotografía tomada de la red.


Cuando los cangilones de la noria salieron sin agua, mi padre miró desesperado los tomates, aún verdes en las ramas. Años sin lluvia habían secado los veneros y abierto la tierra en heridas profundas por las que corrían los lagartos.
     Mamá restregaba la ropa en la tabla de lavar, dentro de un barreño, con jabón y agua del pozo, tan gorda que parecía leche cortada. Yo jugaba a que unas plumas de gallo, flotando en una cubeta de aluminio, eran personajes de “El Jabato” en una aventura en el Amazonas. Mi padre entró alterado en el patio y se puso a sacar agua del pozo. Iba a la huerta con los cántaros llenos y volvía con ellos vacíos. Así hasta que salió la zapatilla podrida, la botella de vino que puso a enfriar con una soga atada al gollete, y la muñeca rota que tiré en una de mis rabietas. Entonces sacó a mi Jabato y a mi Goliath de la cubeta y se la llevó también a la huerta.  Prohibido jugar con agua.

27/11/12

PREMONICIÓN- GANADOR DE LA SEMANA DE WONDERLAND


“Semana de lluvias” le dice el abuelo a la abuela mientras se soba la rodilla izquierda. Y llueve a cántaros. “La Justa tendrá gemelos”, asegura, rascándose ambos brazos. Y hay doble bautizo. “Al Pedro le ronda la muerte”, vaticina con una mano en el pecho. Y al poco las campanas tocan a difunto. Hace días que el abuelo no sale de casa para echar con los amigos la partida de cartas. Se sienta al lado de la abuela, en el corredor, entre las macetas. Ella hace ganchillo y él se acaricia el lado corazón sin dejar de mirarla de reojo.
 Hacia el minuto 49

26/11/12

COMUNICACIÓN PERDIDA

Fotografía tomada de la red.

Conocíamos aquel medio primitivo de transporte, pero nada sabíamos de aquellos puntos en relieve sobre los pulsadores de las puertas. Dejé las excavaciones y volví a casa.  Proyecté la figura, pero la Computadora Central no consiguió ninguna información del análisis de los objetos encontrados después del Gran Incendio. Estaba cansado. Tomé mi ración de proteínas y me coloqué en posición horizontal. Antes de cerrar los ojos, perdí las imágenes varias veces, tendría que hacer una visita a la Fábrica de la Visión: el chip estaba fallando.

22/11/12

ÁNGEL

Fotografía tomada de la red.

La mañana de su último día, Ángel dormitaba en su silla de ruedas. De vez en cuando, suspiraba. De vez en cuando, un largo hilo de baba pendía de su boca torcida. De vez en cuando abría los ojos, tosía, levantaba una mano para captar mi atención.
     - ¿Qué quieres Ángel?
     Me agarraba la muñeca y tocaba mi reloj. "Las doce", le decía. Y unas lágrimas sin llanto caían sobre su pijama.
     - ¿Qué te pasa?, ¿te duele?
     Y él negaba con la cabeza señalando el televisor. A las ocho de la tarde daban un partido. Jugaba su equipo. Pero aún era de mañana y había un programa de manualidades. Presté atención. "Para mis chicos", pensé. Mientras, Ángel volvió a cerrar los ojos.
     Cuando me fui a las tres, llevaba en mi cabeza unas cuantas ideas para mi próximo trabajo. Atrás quedó Ángel, atrás su último esfuerzo por conseguir unas horas más de vida.


19/11/12

II CONCURSO LITERARIO "CUENTOS CORTOS DEL 1 DE MAYO"

http://sombrasenllamas.blogspot.com.es/


Esta mañana me han comunicado que mi relato "Botón de muestra" ha ganado, junto con otros nueve, el Concurso Literario "Cuentos cortos del 1 de mayo". El premio: Diploma y la edición de los diez mejores y quince ejemplares de la antología. Contenta, estoy.

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17/11/12

GRAN GALA DE SUICIDIOS ELEGANTES, NO APTA PARA CARDIACOS

Yo que tú, me lo pensaría. Pero si,  llevado por la sed de una buena cerveza aderezada con una pizca de morbo, decides asistir al evento, te aconsejo casco, por si las caídas de cuerpos, y un catador, por si los venenos en los caldos. Avisado quedas.

15/11/12

MAFIA

Fotografía tomada de la red.


Si no por mí, hazlo por ellos. Anda, tómate esto, no te dolerá, te lo prometo, le dice. Y le ofrece las pastillas y el vaso de agua. Él mira el cuerpo enflaquecido de sus hermanos, las costras, los ojos de hambre. En unos días estás en la calle, en esa esquina tan buena que te reservamos. Una mina, ya lo verás, enseguida llenarás el plato de monedas y podrás irte a descansar, insiste ella. El niño traga las píldoras. Dos segundos antes de meter la mano en la prensadora, se pregunta si de verdad aquella mujer será su madre.

13/11/12

BLOG EN HUELGA

tomalaplaza.net

11/11/12

DENUNCIA, DENUNCIA, DENUNCIA.


Tomalaplaza.com


 Os dejo el enlace del blog de Juan donde ha colgado un post sobre el tema lacerante de los desahucios. No tiene desperdicio.




http://aceroyhumo.blogspot.com.es/2012/11/basta-ya-ni-un-desahucio-mas-y.html

9/11/12

HAMBRUNA

Tomada de la red.


Ah, no, esta vez no caeré en la trampa. Que sí, mujer, que debo resolver el conflicto. Pero primero me tomo la sopa, después los boquerones y para acabar el yogur con bífidus, que para eso soy ahora el cabeza de familia. No me tires del brazo que no pienso moverme de la silla. En vano gritas. Con los auriculares puestos sólo oigo navajazo, sangre y otras palabras sueltas. Quieres provocar mi alarma, que deje mi cena sobre la mesa para que esos dos harapientos de tus hijos pongan fin a la representación, mientras los otros cuatro se la zampan. Anda, prepárame el traje de domador y el látigo de los carnavales. En cuanto dé la última cucharada, intervengo. ¿Y ahora qué haces? ¿Adónde vas con el cuchillo? Ya me advirtió mi madre: José, no te mezcles con muertos de hambre que te darán un disgusto.

6/11/12

EL ENGANCHE (Concurso de Relato Breve Doctor Zarco)

Tomada de la red.



El sudor le cae sobre los párpados, nublándole la visión. Saca el pañuelo del bolsillo. Arrugado, áspero. Ya nada es como antes. Ni de poner suavizante se acuerda Toñi. Lo pasa por los ojos y después  vuelve a guardarlo en el bolsillo del pantalón. Entre las cejas, ahí quiere darle en cuanto deje de moverse. Tiene buena puntería. Un buen tirador lo entrenó. Claro que le costó unas cuantas invitaciones. “¡Hombre, Paco!, a mí la cerveza así, a palo seco, no me cae bien. Que traigan unas gambas o unos tacos de jamón para acompañarla”. Un jeta su amigo Germán. Pero le había compensado. Varios meses matando ratas en el vertedero, agujereando cervezas y Coca Colas a la orilla del río y había conseguido que errara muy pocas veces. Pero Germán tenía sus principios, eso dijo. No le iba a prestar el arma reglamentaria.
     -  Es para hacerle una demostración a Toñi. Te la devuelvo el lunes.
     -  ¡No me jodas, Paco! De ninguna manera te dejo la pistola.
      - ¡Venga, hombre! Si sólo es para el domingo por la mañana. Mira, si quieres, te la acerco a tu casa por la tarde.
     - No insistas. Del arma no me separo yo ni para mear. Fue lo primero que me enseñaron en el Cuerpo, a cuidar de ella como si fuera mi polla.
- Nadie se va a enterar. Sólo unos tiritos a unas latas de cerveza para impresionar a Toñi, y te la llevo a mediodía.
-  Me la juego. Si pasa algo, me la juego. Y no estoy dispuesto a que me expulsen del Cuerpo por una tontería. Te la dejo para que des unos tiritos, pero no le quito yo el ojo  de encima a mi pistola por nada del mundo.
     No hubo manera de convencerlo y tuvo que andar de trapicheos con “El Chota”, un tipo que se había ganado a pulso el apodo. Le importaba una mierda para qué la quería. Vendía armas a cualquiera que tuviera dinero para pagarle. Tampoco se hacía responsable de los fallos. Decían que el mal estado de una escopeta le costó varios dedos de la mano derecha al “Trancas”, cuando estalló el cañón al disparar al aire con la intención de amedrentar a los clientes del banco que intentaba atracar.
     Muy buena, dijo “El Chota”, lo mejor que tengo. Vio el interés en los ojos de Paco y le sacó todo el dinero que tenía ahorrado para las vacaciones.
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     Paco vuelve a enjugarse  el sudor con el pañuelo. Sigue los desplazamientos de la cabeza desde una distancia que él considera prudencial. En cuanto pare, le dispara entre las cejas. Está decidido. Acaricia el gatillo. Tiene el pulso firme. Es el calor, ese bochorno que se ha metido en la casa después de la tormenta, lo que le hace sudar. Antes le asustaban los truenos a Toñi, pero ahora no le tiene miedo a los rayos. Ni a nada de lo que antes la amedrentaba. Tira el pañuelo sobre una silla y desvía un momento la atención para mirarlo. Ni siquiera la humedad ha suavizado las arrugas de la tela.
     Toñi era muy cumplidora. Él siempre tenía su ropa limpia y planchada, la cena hecha, los cacharros fregados y la cocina recogida. Pero se ha vuelto descuidada. Todas las noches se apilan en el fregadero platos, sartenes,  cacerolas, vasos y cubiertos, y en más de una ocasión no ha encontrado en el armario una camisa que ponerse. Todo por un tipo cochambroso, con barba de varios días y drogadicto.
     Eso de engancharse con una serie, una telenovela, un programa del corazón, le había ocurrido otras veces, y no le impidió seguir con sus obligaciones,  pero fue descubrir al cojo y dejarlo todo para dedicarse en cuerpo y alma a la serie. No se perdía ni un episodio de aquel culebrón hospitalario donde un malas pulgas se atiborraba de pastillas y trataba a bastonazos a sus colaboradores y peor a sus pacientes.
     - ¡Vamos a la cama, Toñi!-, le decía Paco. Y ella iba detrás, como una corderita.
     Aquellos sí que eran buenos tiempos. ¡Lo que le relajaba a él echar un polvo antes de dormirse! Claro que Toñi quería algo más. “Un abrazo por lo menos. Que tú enseguida acabas y ¡hale!, te das la vuelta”. Y él le daba un achuchón para que se quedara más tranquila. Pero cuando comenzó a ver la serie, él le decía venga vamos a la cama y ella le contestaba ve tú  delante que ahora te sigo. Al principio la esperaba, pero pasaban las horas y ella no aparecía, así que después de dar muchas vueltas y enredarse y desenredarse en las sábanas, se dormía de puro agotamiento. Y cuando se levantaba, más cansado que cuando se acostó,  tenía que preparar la cafetera y las tostadas porque Toñi ya no le dejaba el desayuno dispuesto sobre la mesa de la cocina.
     Creyó que era una buena idea y le regaló un DVD. “Toma, para que  grabes al tipo ese de los cojones y puedas verlo cuando quieras”, le dijo. Y ella le dio las gracias, un beso y un polvo rápido antes de la cena, que a él le abrió el apetito y le dio nuevas esperanzas.
     - Me tienes que enseñar cómo se graba-, dijo ella nada más calentar la lasaña.
     - ¡Joder Toñi, lasaña! Sabes que no me gusta.
     - No seas  gruñón. Es que no he tenido tiempo para hacer otra cosa, pero mañana, por éstas- y besaba el pulgar cruzado con el índice- que te hago unos calamares en su tinta.
     Le enseñó y ella aprendió rápido. Pronto tuvo una colección de cds. Pero eso no hizo que dejara al doctor  para irse  a la cama con Paco, como él esperaba. Al contrario, pasaba más tiempo pegada al televisor, viendo una y otra vez todos los capítulos que tenía grabados. “Ya tienes tiempo mañana”, le decía él. Y ella contestaba: “Ve tú delante que ahora voy”.
     Paco comenzó a sufrir insomnio. Y para no quedarse en la cama dando vueltas, decidió aliarse al enemigo y fue a sentarse al sofá con Toñi.
     - Ese no tiene ni idea- decía ella muy segura mientras señalaba con el índice al doctor Foreman – La paciente no tiene cáncer, lo que tiene es una infección de caballo y la va a matar por culpa de un diagnóstico equivocado.
     Y encima le destripaba la serie adelantándole los finales. Claro que a él las correrías de la cuadrilla de batas blancas le importaban un comino. Los despreciaba a todos. Unos por babosos y lameculos, otros por repetir siempre las mismas chorradas. Listos, iban de listos con sus enfermedades fantásticas y sus curas espectaculares. Síndrome paraneoplásico, xantocromía,  esquistosomíasis,  intoxicación con ciguatera, acinetobacter baumannii, síndrome de Sjogren,  telangiectasia hemorrágica hereditaria, coagulopatía intravascular diseminada. Eso era lo que Paco escuchaba a todas horas. No hacía falta que viera la serie, Toñi se encargaba de ponerlo al corriente de los últimos nombres que se aprendía de memoria. Lo apuntaba todo en un cuaderno y luego iba a la enciclopedia médica que se compró para empaparse bien de todos los síndromes. Toñi, su Toñi, que no había leído un libro en su vida, que hasta que no se metió de lleno en los avatares hospitalarios del cojo, no podía pronunciar ácido acetilsalicílico ni sabía qué era eso. Pero lo peor fue cuando comenzó a dárselas de entendida. Si alguien se quejaba de un dolor inexplicable, enseguida iba ella y le diagnosticaba una enfermedad rara. Como cuando la señora Paquita, la vecina del quinto, se lamentó de su pérdida de memoria. “Eso tiene un nombre: Creutzfeldt-Jakob”. Y añadió que no había cura. Tuvo que pagarlo él. Se encontró con el yerno de la señora en el portal, lo agarró de la pechera, le levantó los pies del suelo y le dio un par de tortas y el encargo de que hiciera callar a su mujer.
     La última esperanza se le fue cuando, mientras ella se llenaba la cabeza de larvas, tumores y septicemias, él le metió las manos bajo el camisón y fue subiendo, palmo a palmo de piel, como un fortín conquistado, hasta llegar a las dos tetas. Y cuando ya las tenía entre sus dedos, fue ella y le dio una palmada mientras le decía: “¡Quita, Paco, no seas pesado!”. Aquello fue la última gota. La  penúltima la dejó caer en el vaso de su exasperación su jefe al señalarle una manga arrugada de la camisa. “Hay que cuidar la imagen, Paco. En esta profesión es muy importante”. Y el muy cabrón lo dijo delante de su rival más encarnizado, el que estaba deseando quitarle el puesto. Menuda cara de satisfacción se le puso. Así que el vaso rebosó con el desplante de Toñi. Miró la cara sin afeitar de aquel sarmiento con bastón y sintió un odio tan intenso que le revolvió las bilis y las tuvo que echar en una de las mayores vomitonas de su vida.

     Paco se prepara. Él ha abierto la puerta corredera. Entra y se queda un momento parado, luego coge una silla y la acerca a la cama. Se sienta y le habla al joven entubado con la arrogancia de costumbre. Ahora es el momento, se dice Paco. Le apunta entre ceja y ceja y dispara. “¡Vete al infierno, cojo de mierda!”

3/11/12

EMPLEO

Fotografía tomada de la red.


El sudor le enturbiaba la vista. Pasó el puño deshilachado de su camisa por los ojos. Seguía el desplazamiento de la rebeca rosa, calle abajo. Si no se apresuraba, la perdería. Varias gotas saladas bajaron por la nariz y se estrellaron en el alféizar de la ventana. Era más difícil de lo que creía. Y eso que practicó con las cucarachas de casa y las ratas del vertedero.  Pensó en su mujer y en sus hijos, y fue peor. Aquel era el oficio más duro del mundo y él no estaba preparado. Bajó el arma y dejó escapar el encargo.

29/10/12

EL TONTO DE MI HERMANO

Tomada de la red.


Toño es tonto, tonto. Lo dice papá. Tengo diez campanillas, diez. Y Toño no debe tocarlas. Lo dice papá. Lo dice. Todas en formación de mayor a menor. La de levantarme suena tilín, tilín. La de la comida tilón, tilón. Para los deberes, tulín, tulín. Cada una con su sonido. Su sonido. Toño se llevó la de los juegos y dejó el hueco. Lo dice papá. Cuando las repasé con mi mano derecha, a las ocho en punto de la mañana, estaba el hueco. El hueco que llena un pájaro negro que picotea y picotea por dentro. Lo dice papá. Yo nunca veo un pájaro. Yo doy puñetazos a las puertas. Mamá tiene la cara mojada y papá dice que Toño es tonto, tonto. Buscan la campanilla. Me siento en el sofá. Me balanceo. Balanceo. En el suelo hay cuatrocientas rayas. Toño no está. La campanilla de los juegos tampoco. Una raya es más ancha. Más ancha. Una baldosa está rota. Está rota. Tengo ganas, muchas ganas de pegar un puñetazo a la puerta. La puerta se abre. Es Toño, el tonto. Tu campanilla de los juegos, dice. La cojo. No, no es mi campanilla de los juegos. La tiro al suelo. Grito. Mamá y papá vienen corriendo. Levanto el puño. Voy a pegarle al tonto. Es Toño, es mi hermano el tonto. Me doy el puñetazo. Papá me sujeta las manos con un abrazo. No me gusta que me abracen. Espera. Espero. Se me va pasando. Toño rompió mi campanilla de los juegos. Toño me compró otra. No es igual, pero me iré acostumbrando. Lo dice papá. Mamá viene y me da un beso. Un beso. Me limpio la cara con la manga de la camisa. Papá hace sonar la campanilla de la merienda. La merienda.

23/10/12

COMO ALQUITRÁN

Imagen tomada de la red.

Asoma una raya de luz debajo de la puerta. Pero no puede ser porque ella siempre duerme a oscuras. Fuego fatuo que se apaga. Y él que se mueve a tientas, desorientado, sin encontrar la salida.

19/10/12

VÉRTIGO



El último bufido del autobús me deja en el desamparo de una mañana aún sin abrirse a la luz. Respiro hondo. Suelto aire. Respiro hondo. Suelto aire. No lo pienses, me animo. Y comienzo a subir las escaleras. Arriba, arriba, elevando mi metro cincuenta y seis de la seguridad del ras de suelo. Miro al frente. Un pasillo estrecho, bordeado por una barandilla que me llega a la altura del pecho. No lo pienses, repito. Un paso, luego otro y cruzaré el puente enseguida. Aferrada al metal hollinado. Si no viera, tal vez sería más fácil. Hacia adelante. Un tramo pequeño y me encuentro suspendida sobre las luces que van y vienen por la carretera. Entonces miro hacia arriba. Pomos de estaño que abren la puerta de mi memoria. Esa es la estrella polar, señalaba mi hermana en las noches de verano, las dos sentadas en el umbral de nuestra casa. Y en esa de allí vive ahora la abuela. Yo tragaba saliva. Todo giraba alrededor. La agarraba fuerte de la mano y ella me llamaba miedica. Vuelvo a mirar al frente. Dejo atrás el vacío bajo mis pies. Sonrío. En el cielo brilla el lucero del alba.


16/10/12

PEAJES (Finalista semanal de Wonderland)



Baja la calle sin prisas. Y aun así, llega el primero. Pide un café y lo toma a sorbos cortos. Van llegando. Se sientan a la mesa. Las cartas mugrientas se traban entre los dedos. Partida tras partida, el reloj guillotina los minutos. Hora de cenar, dice uno. Y todos se levantan. ¡Os atan corto vuestras mujeres!, ríe él. Y se queda solo. Pide un chato de vino. Remolonea. Vuelve despacio a casa. En el recibidor se encuentra con su imagen en el espejo. Sube la mano derecha y se acaricia la cara. Como hacía su madre cuando era niño.


Hacia el minuto 48: 33

14/10/12

HARTURA


Tomada de la red.


Debimos separarnos, Norberto, y no habríamos llegado a esto. Pero tú, que de ninguna manera. Al menos cuando trabajabas tenía mi poquito de respiro. Fue jubilarte y a todas horas detrás de mí. No era vida, Norberto.
- ¿No tienes una partida de mus que echar con los amigos?- te preguntaba.
Y tú, que dónde estaban esos amigos. No tuviste tiempo, claro, de cultivar amistades, siempre detrás de mí. Yo cortaba el hilo negro con un tajo de dientes; los rechinaba fuerte, que no sé cómo no me saltaba el esmalte. Luego buscaba otro calcetín y le zurcía los huecos por donde tú sacabas los dedos o el calcañar.
-  ¿Y una vueltecita por el parque?- insistía yo mientras masticaba un trocito de hilo.
-  Aquí estoy bien- contestabas invariablemente.
Pero yo no, Norberto. YO, NO. Te encontraba en la cocina, removiendo mis guisos, en la salita, mientras yo cosía, en el tendedero, haciendo como que me ayudabas con las pinzas. Hasta me aporreabas la puerta cuando entraba al baño.
- ¿Qué lees?- te interesabas por mis novelas policiacas. Yo te hablaba del argumento, pero enseguida me daba cuenta de que no me escuchabas. Tu interés era sólo saber qué hacía en todo momento.
Comprenderás, Norberto, que tuviera los nervios a flor de piel, que lo mismo reía como una histérica, que lloraba como una plañidera. Pero tú, ni enterarte. No encontré otra manera de que me DEJARAS EN PAZ, NORBERTO. Mira que eres tozudo. ¿No tuviste bastante? ¿A qué vuelves? Nada, que no puedes dejarme. Todo el santo día enfriándome la casa con ese aliento helado que te has traído. ¿O es que quieres llevarme contigo de una pulmonía? Ya te entiendo. Yo por mi mala acción y tú por provocarla. Ahora mismo me levanto de la cama y me pongo la manta caliente. Que ya sé que acabaremos reuniéndonos, pero cuanto más tarde mejor. Y mañana mismo espurreo la casa con agua bendita para que de una puñetera vez te vayas al infierno.


Copio aquí el enlace a la web de Agustín, mi cangrejo preferido, que ha tenido el detalle de acompañar mi texto con esta excelente canción.
http://acusmartvald.blogspot.com.es/2012/10/platos-rotos-paco-cifuentes.html 

10/10/12

UNA EXPLICACIÓN CONVINCENTE

Tomada de la red.


De niño subía a la buhardilla de la casa del abuelo, con los cómics del Capitán Araña, el bocadillo de chorizo y el batido de chocolate. Y cuando los pájaros alborotaban en la alberca, abría la ventana y salía. Tumbado, separaba las piernas y crucificaba los brazos en las tejas. Escurría su cuerpo hasta el alero y allí sufría un parón. Agarrado al borde, se balanceaba hasta dejarse caer, como un fardo, sobre el carro de paja. Pero cada vez  necesitaba un chute más fuerte de adrenalina. Y avanzó a ciegas por la cornisa. Familiares y vecinos discutieron el asunto y llegaron a una conclusión satisfactoria. Estaba claro que su intención fue siempre matarse.

5/10/12

APRETAR LAS TUERCAS

Fotografía tomada de la red.
Él no era padre de las niñas, aunque el ADN certificara que sí. Ejercía como un miserable, a pesar de que una ceremonia lo hiciera pasar por marido. Pero no era motivo suficiente para acabar con su vida. Ahora tiene más cuidado. Cuando se despierta, encaja una a una todas las piezas, asegurándose de que estén bien enroscadas al tronco. Sin embargo, últimamente, cuando La Trepa golpea con la porra los barrotes de las celdas mientras las llama basura, nota una pequeña vuelta en el cuello, un ligero aflojamiento, y piensa que tarde o temprano volverá a perder la cabeza.

27/9/12

LA FAENA

Tomada de la red

Para Mª Jesús, que si se lo propone, puede hasta con un torero.


Mi rubia del redondel, qué brillo no llevarías, que al rematar unos pases con una media verónica, me quedé como alelado mirándote, como una diosa, de pie en la grada. Y me entró tal arrojo, que me puse manos a la faena dando lo mejor de mí mismo, desde que tomé la alternativa.
     Naturales, faroles, chicuelinas, gaoneras, largas, y el remate de pecho. Me empleé a fondo. Sólo por ti, por conseguir tu respeto, tu admiración, mi rubia del redondel. Que ni tu nombre sé. Y me arrimaba y acariciaba al astado. Arriesgando. Que ni quería retirarme en la suerte de varas, para que el picador hiciera sangrar al toro con la puya. Cité al toro para ponerle las banderillas mientras sentía el fuego de tu mirada en mi espalda, y me decía: éstas por mi rubia del redondel. Mi traje rosa y plata manchado de sangre de tanto arrimarme al bravío. ¡Qué coraje le eché!
     Luego llegó la hora de entrar a matar y, por primera vez, en lugar de a la Virgen de la Macarena, me encomendé a ti, mi rubia del redondel. Un estocazo hasta el fondo y el toro dobló las patas delanteras y cayó como fulminado por un rayo. Entonces te miré, el pecho henchido de satisfacción y orgullo, y  te vi allá arriba quitándote la rebeca para dejar a la vista de todos tu camiseta con las letras en rojo: “No a la tortura de animales”.
      Se me cayeron los palos del sombrajo, mi rubia del redondel. Vi cómo te ibas de la plaza y fue como si me quedara más solo que la una y eso que estaba rodeado de gente que agitaba sus pañuelos. Ni oreja, ni rabo quería yo. Salí de allí con el moco más caído que un pavo en Navidad.
     Y desde entonces te ando buscando. He recorrido todas las asociaciones antitaurinas, preguntando por ti. De momento nada, no consigo encontrarte, pero sé que más temprano que tarde daré contigo y ese día, por éstas, que echo la rodilla al suelo y te recibo a porta gayola.  Y si hace falta dejo el toreo. Todo por merecer tu respeto, todo por conseguir  que me quieras. Esa será mi mayor faena, mi rubia del redondel.

22/9/12

LA SALVACIÓN

Dibujo tomado de la red.

Mamá no quiere. Y yo tengo que hacerlo a escondidas. Leyendo bajo las sábanas con la luz de una linterna, o en un banco alejado en el parque. Ella cree que los libros invitan al suicidio, porque papá sólo hacía eso, leer, boqueando como pez fuera del agua. Pero no es verdad. Días después, intenté asomarme al patio interior por donde él se tiró. Aún colgaba del tendedero el mono que usaba en la mina de carbón. Puse La isla misteriosa para nivelar la cojera de una silla. El libro escurrió de la pata. Caí dentro y no por la ventana.

19/9/12

TENSIÓN SEXUAL

Fotografía tomada de la red.


Él deja su olor en el enredo de cabellos que cuelga de los espinos. Encelada, muerde las correas y sigue su rastro de almizcle por el camino que la lleva hasta su guarida. Cuando siente su temblor, afloja el abrazo y regresa trastabillando, dolida. La enfermera la recibe en la puerta, ciñe su brazo con la banda negra, mete presión y escucha. Silencio y el brazalete se desinfla. La mujer suelta el velcro y suspira - Un día de estos nos vas a dar un disgusto- dice mientras presiona con el pulgar la cápsula de plástico que libera la pastilla.

17/9/12

¿ DE VERDAD EL CULTURAL?

Batía chocolate cuando entró el señor. Se amaron sobre un volcán de harina y mantequilla. La tarta llegó sabrosa a la señora.

El microrrelato de arriba fue mi aportación al concurso "Cuenta 140", tema el amor. Lo de más abajo es el post que acabo de dejar escrito en su blog. 

Y aquí me despido.

Tengo fama de crítica, de políticamente incorrecta, pero también de ser respetuosa con los relatos ajenos. Acepto críticas en mi blog, pero no dejaría pasar comentarios donde se llame mierda, bazofia o cosas por el estilo a un texto mío. En ningún taller literario al que yo haya asistido, muestran semejante falta de respeto.
Y como no me gustan los programas del corazón esos de pelea de gallos donde nada se dice que no sea con otra intención que la de herir, y Juan Aparicio ha dado con su opinión carta abierta a los desmanes en este blog (escucho cómo se frotan las alas, preparándose), aquí me bajo. Por dignidad, una palabra que cada vez se va arrinconando más en favor de la cochambre.

Que os vaya bien.

Abrazos para todos.

PD. Con un par, sí señor, mi admiración para Rutero que no se vende por un plato de lentejas con bicho.

15/9/12

PORCA MISERIA (ABOGADOS DEL MES DE AGOSTO)

Fotografía tomada de la red.


Socia, entrega el piso como condonación de la deuda, cómprate una toalla y un bronceador y vente conmigo a Benidorm, me aconsejó Pilita. Debí hacerle caso, pero estaba obsesionada con la señora de la venda en los ojos y la balanza. Era de justicia. No pueden dejarte en la calle por unos meses de impago. Pero los bancos no se andan con chiquitas. El abogado, mucho traje y corbatas de diseño, a costa de mis costillas, y no conseguía una mierda. Un revés con el palo de la fregona y el de la toga que se desnuca contra la mesa. En resumen: estoy arruinada. Ni para pagar la fianza. Por otro lado, aquí tengo asegurada la comida diaria. Usted verá, caballero, si sigue interesado en mi defensa.

14/9/12

¡HAY QUE PARARLOS!

Imagen tomada de la red.

 

 

¡Ni un paso atrás! 

¡Acabemos con la clase canalla!

¡Todos a la manifestación!

 

 

Bloque Crítico 15M: Marchas 15 de septiembre 11:00 horas Atocha- por la Huelga General

11/9/12

RECREACIÓN



Él con la mano en el borboteo, intentando sujetar la vida. Ella, reflejada en su cristalino reventón. La mirada de odio prendida en la mirada de estupor. Interrumpe él, desbordado. Te voy a dar así, dice, levantándole la mano, luego da media vuelta y sale de la cocina. Ella sigue a lo suyo. Filetea rápido los ajos, sin levantar los ojos del cuchillo, de la tabla. Hoy, mañana, un día de estos. ¿Cómo lo hará: cortando de lado a lado, o clavándole la punta en el hoyuelo, igual que al cerdo en la matanza?

3/9/12

LAS CARGAS ( finalista del IV Concurso de relatos de viajeras)



     Había visitado el museo esa mañana. A la entrada, la gran rueda de agua empotrada en el muro, y a la derecha, la sala de arqueología. Pasé dentro y recorrí el pasillo con hileras de urnas a ambos lados donde se exponían vasijas, hachas, puntas de sílex, platos, fíbulas, diosecillos y abalorios: anillos, collares y pulseras de piedrecitas, cobre, plata y oro. Me detuve en los adornos, intentando imaginar a las mujeres que los llevaron, pensando que, si me dieran a elegir, de todo lo que había en la sala me quedaría con cualquiera de ellos; también  en una colección bajo el título de Tartesos: del mito a la realidad, que mostraba la civilización tartésica. Otro pasillo con más urnas, esculturas y ataúdes de piedra, por el que pasé ligera. Salí después de coger un folleto y,  sin detenerme, llegué al hotel.

     Fue por la tarde, bajando hacia un trozo de azul al que se asomaban las ramas de un pino, cuando me acordé del cartel que colgaba de la fachada. Las cargas. Bajo un sol que abría líneas brillantes sobre la superficie del mar, caí en la cuenta de que otros años, al visitar el museo, además de la sala de arqueología, había una exposición no permanente de pinturas. El agua estaba mansa y caliente. Una gaviota salió de la nada y voló sobre el acantilado, pasando cerca del Parador de Mazagón. La seguí con los ojos hasta que la distancia se la tragó en dirección a Punta Umbría. Abrí el libro. Me fastidiaba tanta descripción, tan poca chicha a veces en los finales. Decididamente Dublineses no me estaba gustando. Y otra vez el museo en mi cabeza. Las cargas. Me llegaba una línea de burros con bultos atados a sus lomos, subiendo por un camino cubierto de vegetación. Poco antes de las ocho, desde el megáfono del puesto de vigilancia, avisaron  de que, en breve, los socorristas se iban a retirar. Inmediatamente, el adolescente se plantó delante y nos levantó, a su padre y a mí, porque ya era hora de irse. Me despedí del mar, de las boyas jugando con las aguas tranquilas, del sol deshaciéndose en la raya del horizonte, de un barco que se alejaba, del acantilado, de los pinos y del Parador, y después de una ducha y un ejercicio de contorsionista dentro del coche para cambiarme el bikini, nos fuimos a cenar a Niebla. Aún quedaba un rastro de día iluminando las murallas cuando llegamos.  
     Frente a unas presas, unas caballas y unas jarras de cerveza, Las Cargas volvieron a obsesionarme. Padre e hijo proyectaban una última batida a Tharsis a la mañana siguiente para despedirse. Era la única vez que había estado en Huelva sin llenar la mirada con la aridez roja de las antiguas minas. Domingo y el último día en la ciudad. Debía decidir entre ir con ellos o levantar el misterio que cubría aquella exposición del museo. Opté por lo segundo.
     La mañana era calurosa en la Alameda Sundheim. Compré el periódico y con él bajo el brazo, entré en el museo. El vigilante me siguió hasta el piso de arriba y se sentó en una silla, a la puerta. Unas pisadas me avisaron de que había una persona en el otro cuerpo de la sala. Y empecé a seguir los cuadros con curiosidad: figuras humanas, como de padres e hijos en formación, las mismas figuras dentro de otro cuadro, lleno de recortes de periódicos y otras cosas que se me escapaban. Litografías. Seguí mirando. Una pintura con carritos llenos. Leí: Los carros de la pobreza. Y ya en compañía del otro visitante, cuadros en el suelo, como piezas de dominó caídas que dejaban ver una especie de vagonetas llenas también de objetos y personas. Eso era todo. Salí del museo detrás del joven. Ya en la puerta pensé en cargas familiares y sociales: era lo que me había llegado más allá de lo que el autor hubiera querido representar. Anduve un rato por las calles peatonales buscando una terraza donde sentarme. Sólo un local de paellas y pizzas incomibles estaba abierto. Seguí andando. Huelva dormía. Era extraño caminar por las aceras casi desiertas en un día radiante. Llegué a una plaza con un trozo romano de conducción de aguas. Por fin, un bar abierto. Me senté fuera, pedí un café y me puse a leer el periódico hasta la hora de la comida.

31/8/12

LA FLAQUEZA DEL MURCIÉLAGO

Fotografía tomada de la red.


Esa bolita negra de pelo. Boca abajo, cuelga del techo. Cuatro patas que se acercan. Maullido del zalamero. Radar del desasosiego. Amplifica el requiebro. Llanto de ojos ciegos.

27/8/12

PLUMAJE

Fotografia tomada de la red.


Tenía el cuerpo pequeño, comía poco y andaba a saltitos. Por eso, y porque en clase se distraía siguiendo el vuelo de los pájaros a través de la ventana, lo apodaban “gorrión”. En todas las familias hay un vago y en ésta eres tú, dijo su madre cuando lo expulsaron del colegio. Entonces se ofreció a José “el rata” como espantapájaros, por un cuenco de arroz y un jergón en el cobertizo. Pasaba los días en mitad del sembrado, cubierto de pájaros. Un atardecer de primavera, dejó de hablar, movió los brazos y desapareció junto a una bandada de vencejos.

23/8/12

EN PRAGA CON LOS LOCOS DE LA NAVE

Del blog La nave de los locos.

Nueva entrega de viajes. Tomaos unas cervecitas si queréis  seguirme en La Nave, que el recorrido puede ser algo acalorado y estresante.

http://nalocos.blogspot.com.es/2012/08/lola-sanabria-en-praga-con-la-lengua.html

21/8/12

RESURRECCIÓN

FUENTE DE LA MEMBRILLERA  DE VILLANUEVA DEL REY (CÓRDOBA)



Este relato  tiene unos años. Lo he colgado para los paisanos que se pasean de vez en cuando por aquí, aunque sea de puntillas.

La víspera del entierro, la abuela anduvo más borracha que nunca. Tocaba con la palma de las manos las paredes mientras a su habitual ¡uy la cabeza, qué mal la tengo!, añadió qué pena, qué pena. Mi madre intentó consolarla pero sólo consiguió que arreciara en sus quejas y que el mareo, por el deficiente riego sanguíneo, aumentara.

Por la noche, estuvo dando vueltas en la cama y suspirando muy hondo hasta el amanecer. Entonces gritó que cuando ella se muriera, no quería tierra, y después se durmió, rendida.

Han pasado más de treinta años y ahora la han desenterrado. Parece un yacimiento arqueológico, arrancada a las profundidades de la tierra. Parece más pequeña, pero yo sé que es cosa de la edad, que cuando una es niña todo es más grande. Parece un reflejo de lo que fue, pero si la miras despacio, sigue siendo la misma.

Hoy he ido adonde la abuela, me he parado frente a la lápida de granito quebrado por el tiempo, por donde asoman las flores amarillas del jaramago, y le he contado que han vuelto a pasear los cántaros y los coladores (por si las sanguijuelas), por el camino que va a la fuente, la fuente desenterrada, caños de hierro, pilón partido por piedras lustradas, testigo de tantas caídas al querer cruzar al otro lado. Agua helada la de la fuente, la fuente de La Membrillera.

14/8/12

REVENTAR LAS COSTURAS

Fotografía tomada de la red.


Los músicos visten camisas blancas y zapatos y faldas o pantalones negros. El director levanta los brazos. Suenan clarinetes, trompas, oboes, trompetas, flautas, bajos, timbales, baterías, castañuelas, platillos, triángulos y bombos, en la explanada. El público ocupa sillas blancas de plástico. Un globo escapa de la mano de un niño. Sube hacia la luna cada vez más grande y cercana. Finaliza un pasodoble cuando el cielo se desploma. O quizá la tierra se abre en grietas que escupen lava.  O tal vez sea la explosión del carrito cargado de dinamita que arrastraba el parado añejo con costras de muchas miserias.

Vuelvo en unos días. ¡Sed buenos!

8/8/12

EL PESCADOR

Decían que llevaba el olor a pescado metido en la piel y las mujeres fruncían la nariz a mi paso. Dejé de acercarme  al pueblo. Llegaba al atardecer a la lonja, con las cajas de sardinas, y me iba después de la subasta. Sentado a la puerta de mi casa observaba el camino de tablas adentrándose en el azul profundo, la barca amarrada al tocón, moviéndose con el bamboleo de un agua mansa, el cielo violeta detrás del faro. Y conforme el mar se oscurecía y la luna lo quebraba en reflejos, yo sentía ese impulso. Me quitaba la ropa despacio y cuando la noche había ganado el espigón, corría y de un salto entraba en el agua. Bajaba muy hondo hasta rozar con la punta de los dedos el sedal y la boya, el molinillo de viento, el arco y las flechas de mi niñez. Luego mis manos abrazaban su cuerpo plateado y mi lengua lamía la sal de su boca.

3/8/12

CAMINO DE BRASAS

Fotografía tomada de la red.



Mi hermano quería ser como la Piquer. Eso dijo. Sólo una vez, delante de una raja de sandía que acabó machacada sobre su cabeza, cuando mi padre la aplastó de un puñetazo. Desde entonces odio la sandía. Mi hermano también.
      Mi madre no hablaba. Sentada en el umbral de la casa veía pasar las tardes sin apenas cambiar de posición. Sólo cruzar y descruzar las piernas y estirar el vestido bajo las rodillas de vez en cuando.  La última vez que escuché su voz fue cuando gritó pidiendo ayuda. Ella quería mucho al abuelo Santi y siempre estaba atenta a los ruidos de la casa. De día porque el abuelo se empeñaba en coger pepitas de oro de las brasas de la candela. De noche porque se levantaba y quería abrir la puerta para marcharse a trabajar al campo. Lo quería aunque estaba cansada. Por eso le dijo aquella tarde, mientras untaba de Avril las quemaduras de su mano, que el Señor debía llevárselo para que todos pudieran descansar. No creyó en ningún momento que el abuelo fuera a tomarla en serio. Cuando tropezó con la zapatilla a la entrada de la cuadra y vio la otra zapatilla a punto de caer de un pie, gritó tanto que gastó toda la voz.
     Mi padre no quiso renunciar a la que fue y negó a la nueva mujer que se deslizaba por la vida como un soplo de aire, sin más ruido que el de sus pies al caminar. Empeñado en hacerla hablar, la zarandeaba con la fuerza de quien no acepta el deseo ajeno. Mi hermano y yo asistíamos todos los días a aquella escena repetida, abrazados, sin hacer otra cosa, con el temor de que aquella  violencia nos tocara. Mientras tanto, mamá se iba diluyendo, sentada en el umbral, como pavesa que se deshace con un golpe de aire. Un día desapareció sin más. Papá se enfadó tanto que agarró la correa, la enrolló en la mano y estuvo dándole correazos a mi hermano a quien culpaba siempre de todo lo que ocurría en nuestra casa.
      Mi hermano procuraba ocultar los moretones, encubriendo a papá, cosa que yo no entendía. ¿Quieres que nos manden a un Centro de Acogida?, preguntaba cada vez que le pedía que hiciera algo. Yo lo quería mucho y él, cuando sorprendía un puchero o una lágrima, me cogía de una mano y me llevaba al cuarto de mamá. Abría el armario, sacaba uno de sus vestidos, se calzaba los zapatos de tacón, cogía el neceser donde ella guardaba sus cosas y se daba colorete, rimmel y se pintaba los labios. Cantaba y bailaba para mí y yo me sentía un ser privilegiado por tener a un artista para mí sola.
     Cuando papá enfermó, mi hermano se pasaba día y noche al lado de la cama, poniéndole compresas en la frente, sujetándole la cabeza cuando vomitaba. Yo me quedaba mirando desde la puerta de la habitación, debatiéndome entre el rechazo que había anidado en mi interior hacia mi padre y el deseo de que no muriera.
      Y no murió. Parecía como si le hubieran apaleado cuerpo y alma y no conservaba ni un atisbo de su rabia. Tenía los ojos húmedos, siempre al borde del llanto y buscaba continuamente la mano de mi hermano y la besaba con fervor. Yo lo observaba todo algo distante, a la espera, aunque no sabía de qué.
     Ocurrió una mañana espléndida de primavera. Papá estaba en el patio, sentado en la mecedora donde le había dejado mi hermano. Yo leía un libro a su lado sin prestar mucha atención a sus quejas ahogadas, a su baba cayéndole sobre la camisa del pijama. Primero escuché el taconeo que venía de adentro de la casa, luego el frufrú del vestido, y antes de que mi hermano hiciera su aparición estelar, me llegó el olor del perfume de mamá.
     Papá no se murió de la impresión, como yo esperaba, cuando vio a su hijo vestido de mujer en mitad del patio, ni cuando se le acercó y le estampó un beso de carmín en sus mejillas resecas. Levantó la cabeza y lo miró de arriba abajo, sonrió y dejó escapar una lágrima. Mi Teresa, mi Teresa, no dejaba de repetir, llamando a mamá, mientras mi hermano, con el embrujo en el cuerpo, bailaba para los dos hasta caer agotado sobre los geranios del patio.

2/8/12

LA NAVE VIAJA CON LOS LOCOS

Tomada del blog La Nave de Los Locos


Las crónicas de viajes que está colgando Fernando Valls en su blog son muy interesantes. Toca todos los palos, eso las hace atractivas. 
Agradezco a Fernando que haya decidido, en un tiempo que invita a la relajación, colgar una visita a un campo de concentración alemán, tan poco placentera pero sí necesaria para no olvidar.

http://nalocos.blogspot.com.es/2012/08/visita-sachsenhausen-por-lola-sanabria.html

1/8/12

EQUÍVOCO- LEÍDO EN EL MICROTALLER LA BELLA VARSOVIA ( SER CÓRDOBA)

Tomada de la web del Microtaller La Bella Varsovia


Un beso fugaz con sabor a caramelo de lilas. Sólo eso. Pero tú no lo entendiste así. Y el vuelo de tu falda se lo tragó La Corredera. Te busco por los huecos umbríos de La Mezquita; entre las filigranas de plata de La Judería; en el sabor llorón de los geranios de la calle de Las Flores. Cuando cae la tarde, enredo la punta de la cinta roja de mi deseo en los dedos índice y corazón y la voy enrollando despacito. Y sé que la noche de nuestro aniversario, te traerá hasta mi puerta.

http://www.radiocordoba.es/facebook/microtaller_1_agosto.mp3

30/7/12

FUGA


Fotografía tomada de la red.

Aún queda un rato para que acabe. Y mis zapatos embarrados. No puedo dejar de mirar también mis medias manchadas, el filo del vestido de margaritas, turbio de agua marrón, mientras escucho, como en sordina, sus reproches. Tiene que recorrer el mismo camino de siempre: la barbilla alta, el gesto altivo y el discurso. Cuando era niña me preguntaba, admirada, dónde habría aprendido a hablar tan bien, de dónde manaría tanta sabiduría. Mamá calla. Mamá agacha la cabeza. Papá termina, me ordena, una vez más, que deje de huir cada noche al bosque, donde no existe ni laberinto ni fauno. Abre el frasco y deja caer tres comprimidos en la palma de su mano, la misma mano que me levantaba la falda. Abro la boca y escondo las pastillas bajo la lengua.


25/7/12

LUCÍA (Premio XXV Concurso Internacional de Relatos Policiacos - Semana Negra de Gijón)


Fotografía tomada de la red

Cuando desapareció Roberto, guardé una bolsita con las semillas de mamá en el fondo falso de mi armario. El sitio secreto me lo hizo Roberto para que ocultara mis cuadernos y lápices, después de que mamá me rompiera un dibujo. Roberto sabía hacer muchas cosas y fue el primer novio de mamá.
          Al volver del colegio, me gustaba  sentarme en el último peldaño de la escalera que había a la entrada de casa, encima de la figura que cubría con mi falda. La hizo Roberto y era una silla. Le costó mucho porque la piedra era muy dura y tuvo que rascar bien con su navaja. Al principio dijo que era para mi madre, como una especie de  invitación a que descansara, pero luego, cuando ella se compró un coche nuevo, me la quedé yo. Entonces fue mi silla y en ella me sentaba cada tarde con el pan, el chocolate y el libro sobre mis rodillas. Entre bocado y bocado, estudiaba la lección del día siguiente, luego dejaba el libro y cogía la tabla y también la ponía sobre mis rodillas y encima el cuaderno y el boli. Hacía Mates y Lengua. En invierno, a las seis ya era de noche y se veía mal sólo con la luz del farol encendida, así que no me costaba mucho retirarme. El verano era diferente. La noche no llegaba hasta las diez y había mucho alboroto de  pájaros en los almendros. Bajaban al río a beber agua y volvían  contentos. A veces pasaba cerca un carro lleno de paja y el polvo amarillo entraba en mi nariz y me hacía estornudar. El cielo se encendía muchas tardes y, aunque mi madre decía que lo que me contó la abuela era mentira y no se ponía rojo porque la Virgen estuviera planchando, yo aspiraba fuerte y olía a ropa recién planchada. En verano me costaba dejar la escalera.
     Por las mañanas, mi madre me acercaba en coche hasta la parada del autobús del colegio. Al principio, los chicos hacían bromas y me decían cosas, pero ella me enseñó a guardar silencio y terminaron dejándome en paz. Un día, me llevaron  al despacho de la directora  y comenzó a hacerme preguntas. Tenía unos papeles delante y presionaba la bola del bolígrafo haciendo que entrara y saliera su punta. Me aclaró que debía contestarlas para poder rellenar mi ficha, pero yo sólo respondí algunas, como cuál era mi nombre, la dirección y el teléfono,  pero ninguna sobre mi madre. Sabía cómo se llamaba, cuándo era su cumpleaños, que no tenía marido, pero ahí no respondí. No sabía en qué trabajaba, y ahí dije no sé. Al rato, la directora presionaba la bola del bolígrafo muy rápido, luego dejó de escribir y preguntar y me dio permiso para que me marchara.
           En clase me sentaba cerca de la ventana y veía la cancha de baloncesto. En invierno, el suelo se llenaba de pequeños charcos helados que crujían bajo las zapatillas de los chicos cuando saltaban para meter las pelotas en los aros. En primavera también había charcos, pero no estaban helados y de vez en cuando bebía allí algún pájaro. Un día apareció uno muerto. Era un gorrión y nadie supo cómo llegó ahí. Aún tenía boceras y yo dije que debió caerse de un nido. Mis compañeros hicieron como si les sorprendiera que yo supiera hablar y formaron un corro a mi alrededor y tuvo que venir la señorita Eloísa a sacarme de allí. No volví a decirles nada. Como aquella vez en que se preguntaban qué hacía una rosa pisada en el círculo de medio campo. Yo había visto al profesor de Educación Física caminar hacia donde estaba la profesora de Lengua, con una sonrisa y las manos atrás, ocultando la flor. Pero llegó el de Plástica y le dio un beso en la cara a ella y entonces las manos se le aflojaron y la rosa cayó y allí la aplastó el zapato de la directora.
           Mi madre se enfadó mucho el día que recibió una llamada de la directora. Me preguntó si había hecho algo, pero yo no recordaba que hubiera ocurrido nada especial. Le dije que no y me miró muy fijo a los ojos. Le habían cambiado de color. Eso me asustó. Me puso las manos sobre los hombros y volvió a decirme aquello de que no debía señalarme en ningún sitio. Afirmé con la cabeza varias veces, luego me soltó y se marchó en su nuevo coche. Cuando volvió estaba más tranquila. Me contó que la directora no le había dado quejas, que yo era una buena alumna, que no era brillante pero aprobaba las asignaturas. Tampoco me peleaba en el patio. Lo que le preocupaba a la directora era que yo siempre estuviera sola. Eso dijo. Así  que mi madre me explicó que tenía que relacionarme más aunque sin intimar demasiado.  
           El autobús del colegio me dejaba cerca de casa por las tardes, sólo tenía que cruzar el trigal de Paco y enseguida entraba en el camino que me llevaba a casa. En primavera, el trigo estaba alto y era fácil ocultarse en él. A veces me quedaba un rato sentada entre sus tallos. Arrancaba uno y sacaba los granos, aún verdes y tiernos, de sus vainas y me los comía. Seguía una columna de hormigas y le echaba alguno y veía cómo  lo transportaban a su hormiguero. Me entretenía poco porque Paco me daba miedo. Tenía los ojos fieros, la cara llena de surcos como los de la tierra que araba cuando iba a sembrar y las manos muy ásperas. Un día me sorprendió en el trigal y quiso detenerme. Me arañó un hombro y tuve que mentir a mi madre. Le dije que fue en el colegio porque ella no quería que me parase en el trigal ni en ningún sitio.
     Cuando íbamos al pueblo, siempre me sujetaba fuerte de la mano. Le gustaba el cine y cada vez que cambiaban de película en El Español, me llevaba con ella. Me gustaba la sala a oscuras porque era como si estuviera sola. Me comía las palomitas y sorbía mi coca cola con una pajita mientras me enteraba de que Ava Gadner no era tan mala como parecía y Bette Davis sí. Un día le dije a mi madre que estaba tan guapa como ella en La Loba y no le gustó. Así que, cuando se encendían las luces y me preguntaba, yo le respondía que me había gustado la película y no hacía más comentarios. Una vez nos quedamos después a tomar una hamburguesa en un Burger que había en la plaza, pero enseguida se acercaron unos hombres a molestarla. No volvimos a sentarnos en sus mesas. Ella entraba y salía con los estuches y los vasos y nos lo llevábamos todo a casa.
           Hace unos meses, mamá vino a casa con su último novio. Dijo su nombre pero yo concentré toda mi atención en la rama de almendro que hostigaba el cristal de la ventana de la cocina y no me enteré. Luego elegí una silla alejada y que no estuviera frente a él y cené deprisa el arroz chino y el rollito de primavera. Pedí permiso para irme y mi madre dijo que sí. Estuve paseando entre los almendros que habían comenzado a florecer. El más joven aún no tenía muchas ramas y doblaba su tronco hacia un lado, pero yo sabía que pronto se enderezaría y crecería hermoso para que los pájaros descansaran en él. También sabía que no iba a tardar mucho en tener un nuevo compañero al que debería dejar sitio. Sobre todo en las raíces, que eran como gusanos que se bifurcaban y crecían bajo tierra. Olía fuerte a flores pisadas y  comenzaron a caerme lágrimas. Al poco mi madre me llamó y tuve que entrar y despedirme. Lo hice rápido, rápido, y subí corriendo a mi habitación y cerré la puerta y la atranqué con una silla. Luego comprobé que la bolsita seguía en el armario, cogí mi cuaderno y comencé a escribir.
     Cuando salían las primeras almendras, llevaban una funda verde y si las golpeabas, su cáscara se rompía fácil y el fruto soltaba un jugo blanco como si fuera leche. Eso lo hice sólo una vez para ver cómo eran por dentro. Hubo años en que brotaban muchas en las ramas y del peso caían al suelo, y ahí se quedaban hasta que la lluvia y el sol las pudría y se formaba una pasta que era abono para los almendros. Me gustaban las almendras pero no las comía. Mi madre hizo un día pollo y en la salsa había trocitos. Fue cuando la abuela  nos visitó. Yo no quise comer y ella se enfadó mucho conmigo y me metió un trozo de pollo en la boca y pan mojado en aquella salsa. Estuve vomitando toda la tarde. La abuela vino a verme a mi habitación antes de irse y me preguntó si quería irme a vivir con ella. Le dije que no y se marchó y nunca más volví a verla. Mi madre me dijo que había muerto de vieja. La abuela me regalaba lápices, cuadernos y cuentos.
           El novio de mi madre duró poco y hubo un agujero nuevo cerca de la casa y ella trajo un arbolito pequeño y lo plantó ahí. Estuvo trabajando toda la mañana en eso porque cuando me iba al colegio sólo vi el agujero. Enorme, enorme. Y cuando volví ya estaba el almendro con la tierra removida y esponjosa a su alrededor. Me la encontré en la cocina. Aún llevaba esos guantes grandes que se ponía cada vez que plantaba un nuevo almendro. Me dijo que ese día iríamos al cine, que echaban una película nueva en El Español y que luego cogeríamos una hamburguesa y patatas y bebidas del Burger y nos lo traeríamos todo a casa. Tenía unos círculos morados bajo los ojos y unas arrugas muy feas alrededor de la boca que yo no había visto antes. Dejó que me acercara y le diera un beso. Entonces fue cuando me dijo que estaba harta, que ya no habría más novios y que había pensado en cambiarnos de casa, pero que no podía ser porque nadie cuidaría de los almendros. Esa noche fuimos al cine en su nuevo coche y me gustó mucho la película. A la salida del Burger, se le acercó uno de esos hombres, pero ella no lo rechazó como otras veces y quedaron para el día siguiente. Cuando volvimos a casa, subí a mi habitación, saqué la bolsita del armario y la metí en el bolsillo de mi vestido. En la cocina, mamá abría los estuches y las tapas de las bebidas. Miré hacia el jardín: se había levantado algo de aire y las ramas de los almendros se movían a izquierda y a derecha, como brazos que me saludaban.