20/5/10



VUELO SIN RETORNO

No dije que lo sabía. Porque nunca me creyeron. Porque se retiraban a mi paso. Porque era la comidilla del barrio. Porque decían que acabaría en un manicomio como mi madre. Porque esta vez no corría ningún riesgo de vivir el resto de mi vida con remordimientos. Dejé a mi hermana en el hospital y fui a despedirlo al aeropuerto agitando mi pañuelo mojado de llanto.
VIOLETAS
No dije que lo sabía cuando me habló de las poesías. Ella enhebra la aguja en silencio, con las gafas en el despeñadero de la nariz. Yo la miro, a hurtadillas, por encima del periódico. Sorbe una lágrima rebelde. Parpadea. También a mí me gustaría llorar, pero no puedo. Se queda un momento extasiada con la polilla que busca la luz del farol. También a mí me gustaría soñar, pero no sé. Deja prendida la aguja en el bajo de los pantalones, se levanta y camina por el corredor hacia la cocina. Levanta la mano derecha y acaricia, al paso, el ramito de violetas.


13/5/10


SOLEDADES

La mujer de la foto sonreía mostrando una dentadura perfecta. Recortó la sonrisa y la pegó en el óvalo de la cara. Encontró la nariz perfecta, los ojos que prometían, el pelo enredadera, los brazos amorosos, el pecho acogedor, la cintura delicada, las caderas poderosas, las piernas kilométricas. Le quedó una composición maravillosa. La adjuntó en un archivo y escribió en el cuerpo del correo: “En cuanto me mandes el dinero, vuelo a conocerte, mi amor. Tuya: Natacha”, y dio a enviar. Esperó respuesta mientras se mordisqueaba el bigote.

MUÑECAS
La mujer de la foto sonreía, feliz, a la cámara. Él siempre le decía: “Tienes una mandíbula poderosa. Un buen armazón para conseguir una bella imagen". Y medía sus facciones, y las reconstruía en un molde de escayola. Luego se las mostraba a ella. Y más tarde las retocaba hasta conseguir una máscara perfecta. Años de insistencia para convencerla. Desde entonces ella mira el mundo a través de las ranuras de la persiana echada. Él la ducha, la viste, la peina y le da de comer el puré, sentada en la mecedora al lado de las otras.



6/5/10



IMPRESIONISMO

Hasta que decidimos volver a colgarla en la pared, estuvo de pie, en el suelo, contra los ladrillos del desván. Suspirábamos, melancólicos, añorando sus colores azules y blancos, cómo iluminaba el comedor, la alegría con la que nos sentábamos a comer a la mesa. Mi marido dijo que había sellado hasta el último poro, que no había peligro de otro escape. Hemos pasado el día mirándola, colgada, recta, de una alcayata. Es noche cerrada y la pintura se está desangrando. No deja de caer agua de mar por una esquina. A mí me llega a la barbilla. A la niña hace rato que no la oigo.
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Hasta que decidimos volver a colgarla en la pared sobre la rinconera, tuvimos nuestras dudas, pero ha encogido mucho y es un estorbo con el que siempre tropezamos. Ahora el abuelo no está, que era el único que se oponía. ¡Menudo escándalo montó la otra vez!. Pero ella se encuentra bien ahí, frente al televisor para que se distraiga con las telenovelas. Además, da pocos gastos, come como un pajarito y cuando tenemos que viajar, la metemos en una caja de cartón perforado con la punta de un bolígrafo, y cabe en cualquier sitio. Mejor con su familia que en una residencia.