28/6/09

FINALISTA DEL PREMIO INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS "CENTENARIO DEL PUERTO DE ALMERÍA"

DISFRACES

Mis padres tenían varios disfraces. Yo, el de capitán de barco. Mamá veía el último culebrón en el televisor vestida de sufridora, mientras yo abría una nuez por la mitad, la vaciaba, y rellenaba la cáscara con chicle. Luego hundía un palillo de dientes con una vela de papel y salía a botar mi barco al mar. Lo dejaba en el agua, soplaba y el cascarón avanzaba rumbo a lo desconocido, pero el Mediterráneo es un mar manso y las olas lo devolvían a la playa. Sólo una vez, cuando cayó aquel aguacero, conseguí que mi barco zarpara.
Mi padre volvía con su disfraz de mecánico y se lo cambiaba por el de hombre cansado. Mi madre lo recibía con el de ama de casa anudado a la cintura. Yo dejaba mi disfraz de capitán de barco para volver a casa y sentarme a la mesa, en medio de un silencio de plomo. Después, ellos se vestían de matrimonio frente al televisor y yo me encerraba en mi habitación a soñar con que aquel barco empujado por el temporal, estaba varado en una playa donde la arena era oro.
Pero un día mi padre no volvió a casa y mi madre cambió todos sus disfraces por el de clown, aunque intentaba disimular su nariz roja con la borla de su polvera. Cambié mi disfraz de capitán de barco por el de mecánico de papá para que mamá dejara el de payaso.
Han pasado unos años y sigo de mecánico, aunque algunas noches, me pongo el disfraz de capitán, me acerco a la orilla y boto un barco grande. Y con el control remoto lo envío mar adentro, abriendo un camino oscuro y recto hacia esa isla y ese tesoro que aún aguardan a que yo los descubra.