Deja su casa cuando aún la luz no ha doblado del todo el
brazo a las sombras. Aun así, mientras
echa la llave puede ver las siluetas que emergen y cortan los primeros rayos de
sol, en lo más alto de la colina. Se
mueven como si estuvieran desperezándose, con un batir ligero. Más tarde, tal
vez con el brío que emulsiona una crema de verdura.
Regresa al
atardecer, después de una jornada con olor a papel y tinta, entre libros,
fichas y silencio de culto en la biblioteca. Conforme el coche se acerca, ve
los brazos levantados al cielo, como gigantes de un Quijote reciclado, y esa
visión familiar la reconforta. Nada más entrar en el zaguán, cierra un momento
los ojos y recibe, potente, la imagen de él.
La
oscuridad llega siempre con viento de voces alzadas que cuentan leyendas. Como
la suya. Se sienta frente a la ventana y escucha los sonidos de los animales
nocturnos, de las aspas que trabajan con fuerza, creando energía. Atenta.
Siempre atenta al aullido prolongado, a la llamada en la puerta. Entonces
abrirá y será él de nuevo, humano y dulce con ella.
6 comentarios:
Descubrirás un día que en tu corazón anida una niña con poderes mágicos, que se escapa hasta tus dedos para contarnos esas historias que mas que leerlas nos las hace vivir.
Gracias, Anónimo, por pasarte y dejar tu comentario.
Un abrazo grande.
Que soy Cora. No anonimo
Mi cariño para ti, querida Cora.
Mágico.
Gracias, Manuela.
Un abrazo muy mágico.
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