11/7/22

EL MEJOR AMIGO

 

Tomada de la red

Hoy se me hizo un pellizquito en el bolsillo nada más salir de casa y fui regando el paseo de migas de pan. La barrita iba entera cuando dejé atrás el parterre de juguetes de colores donde hormigueaban las flores. Pero ya se sabe que las cosas tienen vida propia y deciden actuar cuando les da la gana. Y la gana le dio a mi pan cuando vio a aquellos gorriones picotear la nada de un suelo estéril de tan limpio por el baldeo de la amanecida. El forro del abrigo cuchicheó con la corteza y llegaron a un acuerdo. Se abrió un agujero, ni muy grande, ni muy chico, para que cayera el maná conforme yo iba caminando.

No me importaba alimentar a los pájaros, que me seguían como perrillos falderos. De hecho me gustan mucho. Pero el pan iba destinado al perro de mi vecina Puri. Les cuento. Esta mujer ha sometido al pobre animal a una dieta severísima. Dice que está gordo y por eso se retrasa todo el rato durante el paseo. Ella no se da cuenta, o no quiere, de que ve más bien poco y lo que cree que es torpeza de carnes, es en realidad años apilados sobre los lomos de Vitorino, que así se llama el perro. Tiene más reuma que ella. Va renqueando, con una cojera tan grande y desoladora que un día de estos le mando hacer una plataforma con ruedas para llevarlo.  Puri, tira que tira. Y como también está bastante sorda no escucha las quejas del pobre. Lo peor es que Vitorino anda hambriento todo el día y comienza a ser peligroso. El otro día, sin ir más lejos, como ya está medio ciego también, debió de confundir mi tobillo con un hueso de vaca o algo así y me tiró un bocado. Menos mal que la dentadura tampoco la tiene muy bien. Aun así, me tuvieron que poner la antitetánica por si acaso.

El pan se acabó en un periquete, así que me desvié de mi camino habitual y pasé por la panadería donde Berta parloteaba con los cruasanes y las pistolas. Me costó que me vendiera una. Le tiene cariño a su pan y siempre me pone reparos. Hoy me han salido regular. Mejor comes sin pan, María Antonia, me dice. Pero ante mi insistencia, no le queda otra que despedirse de una barra con un suspiro de amiga del alma.

Desde lejos he visto un bulto sin correa ni perro. Puri estaba sentada en el banco de todos los días con un clínex desmigado y dolorido encerrado en su puño derecho. Se nos ha ido, ha dicho nada más verme parada frente a ella. ¿Quién?, le he preguntado a lo tonto. Ni me ha contestado a la pregunta. Y lo peor, ha seguido ella con la voz rota por un llanto incipiente, es cómo ha sido. ¡Qué horror!, ¿cómo se le pudo ocurrir? ¡Qué disparate! ¿Dónde se ha visto un perro comiendo geranios? Se ha deshidratado con la diarrea. Ahí se ha callado. O sea, he deducido yo, que Vitorino se pasó a vegetariano para no morirse de hambre y las flores lo han matado. A duras penas he podido controlar la risa. Risa nerviosa, sí, pero risa a fin de cuentas. ¡Qué barbaridad!, he pensado, mientras me cubría la boca con la barra de pan. ¿Qué haces?, me ha preguntado Puri. Las penas con pan son menos penas. He comenzado a cortar con la mano, un trozo para Puri, otro para mí, un trozo para mí, otro para Puri. Y entre bocado y bocado el consabido no somos nadie. Antes de despedirnos hemos quedado en ir al día siguiente al refugio «Tu mejor amigo» a por otro perro, o quizás perra para variar.  Esta vez la cuidaremos entre las dos. Ya tengo el nombre pensado: Dulce María. Siempre me gustó para la niña que no tuve.

 

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