29/7/10




DOBLE INFARTO


Mi padre escribía gruesos volúmenes de auto ayuda que se amontonaban en su escritorio. Mi madre, libros interminables de recetas de cocina que formaban una pila sobre su mesa de trabajo. Los libros eran una muralla infranqueable entre ellos y yo. Cada vez que me llamaban para comentar mis notas o comunicarme dónde iría de campamento ese verano, mis ojos apenas asomaban por encima de las torres de sus enciclopedias. Ellos se dedicaban a lo suyo, mientras yo hacía mis pinitos con la escritura. Todo iba bien hasta que la tía Clotilde nos hizo una visita. “¿Y tú qué quieres ser de mayor?”, me preguntó con una sonrisa manchada de carmín, la muy bruja. “Yo, microrrelatista”, dije sin un asomo de duda”.

23/7/10

LA VENTANA DE VERANO ( relato leído por Soledad Puértolas) TEMA: DULCINEA


GÓTIH NORMA JEAN

Y es en esta penumbra donde sólo eres piel nívea, Norma Jean. Me dan ganas de arañar tu brazo. Una línea muy fina, casi indolora. Para que corra un hilo rojo, para saber que no eres una invención mía. Mueves la cabeza, enérgica, y tu pelo se retira de la luna llena. Con accidentes, Norma Jean. Sombras de pestañas que alargan tu mirada. Y ese lunar redondo, perfecto, que remarcaste con carboncillo, a dos dedos de tu sien izquierda. Sombras a un lado de tu nariz, pequeña como un pellizco. Y esa gota de sudor buscando el cauce del canal de tus labios. Negros, bien perfilados, entreabiertos, dejando ver el blanco de tus dientes brillantes de saliva. Recojo la humedad de mi boca con la lengua cuando mis ojos buscan en tu cuello ese latido, apenas perceptible, que te da vida. Y entonces se acerca un moscón. Te vuelves sobre el taburete y le hablas. El vaso de bitter resbala de mis manos, se estrella en el suelo y salpica el borde de mi capa. Me miras unos segundos y haces un mohín feo. Luego das un trago ruidoso de tu brebaje negro y chispeante. Reparo en tus uñas de rapaz. Abres la boca dispuesta a dejar salir, otra vez, esa voz chillona. Me voy antes de que deshagas el encanto. Te espero a la salida, Norma Jean, bajo la marquesina del búho.

15/7/10

ANTOLOGÍA DEL IV PREMIO OROLA DE VIVENCIAS


ALMA

Me gustaba la niña de cara de mantecado y pelo de panocha. La visitaba cada tarde, sin que nada hubiéramos acordado al respecto. Yo arrimaba una silla de anea a la suya, y me quejaba de la última paliza de mi padrastro. Ella dejaba las manos sobre el regazo, la derecha dando cobijo a la izquierda, y me escuchaba. Luego jugábamos a hacer sombras chinescas en la pared del zaguán de su casa.

Se lo comenté a un amigo y él me dijo: “No te escucha, es medio tonta”. A la tarde siguiente, cuando fui a visitarla, me quedé mirándole sus piernas exánimes rematadas en dos botas de cuero muy lustrado, sin atreverme a romper el silencio. Entonces ella subió su mano derecha y acarició el último moretón de mi cara. “¡Me duele!”, exclamé retirando la cabeza en un gesto instintivo. Bajó la mano, la dejó aleteando sobre su pecho, y dijo: “A mí también”.

3/7/10

FINALISTA DEL I CONCURSO DE MICRORRELATOS ARTESANÍA COMPRIMIDA









DESDE LA DISCAPACIDAD

El primer día, cuando entré en el taller de cerámica, tenía en mi cabeza que yo no servía para nada.
La maestra me dio una bata y un trozo de barro y me indicó un sitio donde sentarme. Luego me dijo que hiciera bolitas, las aplastara y las fuera pegando en un molde de poliespán. Le hice caso. Al principio con desgana, luego puse más interés porque ella me animaba. Conseguí rellenarlo. Lo alisé con una esponja húmeda y recorté los bordes con una media luna. Cuando estuvo listo, ella lo sacó del molde y lo coció en el horno. Después lo cubrí con esmaltes naranjas y verdes y volvió a meterlo en el horno. Quedó bonito y lo llevaron a la exposición. Lo compró la hermana de una compañera. Mi madre no dejaba de repetir: “Lo ha hecho mi hija”, con los ojos brillantes de emoción.