29/2/12

MERCEDITAS (Primer premio del concurso de cartas de amor de Alfonso Joyeros)

Fotografía tomada de la red.
Queridos míos:
 
Era una tarde muy gris. Yo volvía triste del instituto: el examen de Literatura no me había ido muy bien. Pasé tan cerca, que limpié el cristal con la manga de mi chaqueta escolar. Os quedasteis como una partícula de luz dentro de mi retina. Giré la cabeza y os estuve mirando largo rato, repasando con el dedo vuestra silueta graciosa, intentando imaginar la suavidad de la piel en el tacto de mi mano.
     Mamá dijo que no podía ser, que andábamos mal de dinero. Estuve a punto de renunciar. Pero seguíais ahí cada tarde sin que yo lograra comprender cómo nadie se fijó en vosotros, cómo podía ser que no hubiera quien os quisiera. Hasta que comprendí la razón. Me queríais a mí, y seguro que perdíais brillo, os arrugabais y os hacíais feos para que nadie se fijara en vosotros. Le dije a mamá que bordaría la sábana de la niña del médico y le puse precio. Nunca me gustó bordar, pero por vosotros estaba dispuesta a herir la tela con la aguja, arriba y abajo, con el bastidor sobre las rodillas. Puntadas pequeñas para el matizado de una hoja que tardaba días en acabar. Filtiré en una flor que se hacía eterna. Bodoques para las semillas. La vainica en el dobladillo que se alargaba como un río atravesando países en el mapamundi escolar. Infinita la labor, pero no me rendí.
     Aún recuerdo la mañana en que os acaricié por primera vez. ¡Erais tan hermosos, tan delicados conmigo! Os llevé cuando conocí mi primer amor, y también en la despedida de mi abuela. Siempre hay una despedida. Como ahora. Os he tenido tanto tiempo conmigo que me duele la separación como si me arrancaran algo del cuerpo, igual que cuando me extirparon las amígdalas. Solo que entonces me entibiaron el dolor con natillas y helados. Porque sé que nunca encontraré ningunos como vosotros. Durante todo este tiempo no hubo ni un solo roce, y eso es tan difícil que ocurra nada más conocerse. Cuando no os llevo, añoro el abrazo de las pulseras bajo mis tobillos, cuando os llevo, no os siento de tan delicados que sois conmigo. Pero ha llegado el momento de decir adiós. Mamá dice que no hay sitio para vosotros en mi armario, que os caéis de viejos, que es hora de que os deje en el contenedor. Y así lo haré esta noche, a oscuras, para que nadie pueda ver mis lágrimas excepto vosotros, mis queridos merceditas.

25/2/12

DESVARÍO

Fotografía tomada de la red.
Pasó tanto tiempo a la intemperie, desangelados cuerpo y alma, que el vino del tetrabrik que le dio a beber le pareció un gran reserva, y el beso que la vendió, la prueba de un gran amor.

22/2/12

MI CHICA

¡Sálvame!, suplicas. Y te ovillas a mi lado. Rodeo tus hombros con mi brazo derecho y te atraigo hacia mí. Con el izquierdo acaricio tu cuerpo. Y mi boca va sembrando besos pequeños en tu cara y en tu cuello. Te canto la canción de cuna con la que me arrullaba mi mamá  mientras muevo la cama, meciéndote. Te aquietas y tranquilizas. Entonces te cubro toda. Y somos uno. No hablas, no te mueves, sólo recibes, sólo te dejas hacer, abandonada a mí. Luego deshago el abrazo y presto atención. Un hipido pequeño se te escapa, aunque intentas reprimirlo. Sabes que no me gusta oírte llorar, que me voy hasta el fondo y no sé qué hago. Pero es sólo un sobresalto de tu anterior vida que aún se resiste a marchar. Espero a que el cansancio te venza y caigas rendida. Yo, mirando las tablillas del techo, asaltado por calcetines de hilo blanco, y zapatos de charol negro que se retuercen en gusanos rojos. Tú, dejando actuar la adormidera de mi mano peinando tus rizos. Tu pecho sube y baja acompasado por la respiración profunda del sueño. Un rato más. Levanto uno de tus brazos y lo suelto. Cae pesado sobre el embozo. Te llamo suave y no contestas. Es hora de levantarme. Me visto en silencio y subo las escaleras de puntillas para que no cruja la madera. Te miro desde arriba. Sigues en la misma posición en la que te he dejado. Ahora cerraré esta puerta con llave y alcanzaré deprisa la de la calle. No tardaré más de hora y media en hacer la compra. Espero que, mientras tanto, no despiertes y grites y arañes y llores. No quiero encontrarte como la otra vez, medio loca, esperando tu liberación, detrás de la puerta.

19/2/12

¿HASTA CUÁNDO VAMOS A AGUANTAR ESTO?

Hoy, con el bloque crítico del 15M

Se necesita un grado alto de perversión, soberbia y estupidez para creer que a los españoles nos gusta que nos maltraten. Señores del gobierno, señores diputados, políticos todos, sus trabajos no son más importantes que los de los basureros que consiguen que no haya una epidemia, así que, ustedes deben cobrar un sueldo similar, digamos mil euros, acatar los recortes cuando ustedes los impongan al resto, irse al paro cuando acabe su mandato, nada de sueldos vitalicios, no cobrar los tres primeros días de enfermedad, irse a la calle por absentismo laboral cuando estén enfermos, suprimir el Senado y otros organismos que solo sirven para mantener a chupócteros. Le garantizo, señor Rajoy, que el pueblo sí estaría de acuerdo con esa reforma. Mucho más si acaba con la corrupción y el fraude, congela las cuentas bancarias de especuladores y ladrones de alto pelaje y los mete en la cárcel, no sanea empresas ni bancos con dinero público y un largo etcétera que podemos hacerle llegar en pliegos dentro de una carretilla, a su poltrona de la Moncloa. 
¡Vergüenza debería darle, señor presidente, hacer y decir tantas barbaridades!


18/2/12

¡ME TOCÓ EL GORDO EN LA MACROQUEDADA!

Las dos camisetas con el microrrelato de David Figueroa 



CONDENA
Lanzó un grito de horror que retumbó en el mismísimo infierno, al ver que en el estaño no estaba su reflejo. El neófito vampiro, Narciso.

David Figueroa http://relatosenlinea.wordpress.com/

Y después de la comilona, teatro de Manu Espada en el Johnny. Un día completo.

13/2/12

I CONCURSO DE MICRORRELATO "1111" CARACTERES

Tomada de la red

CENSURA

El día de mi octavo cumpleaños, mi padre me llevó a una librería. En el escaparate había un libro abierto, con unos dibujos muy sugerentes. “!Ese!”, dije, señalándolo con el dedo. “Hay muchos para elegir”, dijo mi padre sin perder la sonrisa. Me cogió de la mano y empujó la puerta. El librero dejó de leer y salió detrás del mostrador para atendernos. Bajó de las estanterías “La isla del tesoro”, “Robinson Crusoe”, “Los tres mosqueteros”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”... Uno tras otro, los rechacé todos. “Quiero el del escaparate”, insistí. “¡Ese no!”, exclamó tajante, mi padre. “No quiero otro”, decidí yo. Salimos sin comprar nada. Él delante, enfadado, yo detrás, repitiendo el título para no olvidarlo. Cuando llegamos a casa, cogí un lápiz y apunté en mi bloc de dibujo: “Kama Sutra”. Después rompí mi hucha y conté mis ahorros.

11/2/12

EL INQUILINO DEL JARDÍN

Tomada de la red.


Para ti, querida cuña-cumpleañera, creadora  de  historias y vigilante  de sueños.


Hoy el día amaneció gris sucio. Lo adivina soñando bajo el edredón rojo. Sale a la calle. El paseador de perros la adelanta. Bajo el edredón rojo, soñando con frutas de colores. Remonta el banco donde el hombre de la batalla perdida habla entre lenguas sobre sus guerras, dormitando con los vapores del último trago de alcohol. Bajo el edredón rojo, sueña con el mar liso y el cielo azul temprano y bebe zumo de piña. A medio camino, se detiene en el bar. Café con leche y tostada. El camarero pasa el paño de cocina por un vaso mientras sus ojos se van a la pantalla que escupe desayunos indigestos con barones de la política. Bajo el edredón rojo, arropado por sueños de ícaros  remontando nubes negras, subiendo al reino de algodón blanco donde habitan los ángeles.
     A media mañana, el sol rasga el plomo y calienta, tibio, el camino de vuelta a casa.
Mientras la sopa hierve en la olla, se asoma a la ventana. Él toma su desayuno sobre el edredón rojo. Llama al de la batalla perdida y le ofrece un tetrabrik. Se levanta y los dos hablan. Ella deja su puesto de vigía en la ventana. Es hora de echar los fideos. Él despliega el edredón, como una amapola roja. Saca jerseys y camisetas de las bolsas y las airea sobre el aligustre. Ordena su territorio. Se peina.
Ella toma el caldo en la cocina. Come la fruta. Él se ha vuelto a echar en el colchón, el torso desnudo, calentándose  al sol de mediodía.
    En su sillón, ella dormita el final de la tarde, hace y deshace vidas alternativas para ese chico mientras él, unos metros más abajo lee una revista y aguanta la caída de la luz antes de levantarse. Recoge sus ropas, las guarda en bolsas, junto a la comida, y las deja en un rincón del cimiento que antes levantó la corrala. Lo cubre todo. El edredón empalidece su rojo vivo bajo el plástico. Comienza a caer una lluvia fina sobre el césped, los rododendros, el aligustre, los geranios de las ventanas, los bancos despoblados, el paseo, el toldo de la pizzería, el hombre y su perro que sacude la cabeza y tira de la correa.
    La oscuridad entra en el piso. Se levanta y enciende la luz de la lámpara. Luego se asoma al jardín. Repasa. Y entonces ve un pico asomar bajo el triángulo de plástico levantado por una ráfaga de lluvia, un golpe de aire. Se pone el chubasquero, los zapatos y el gorro, coge el paraguas, baja y cubre bien el edredón. Todo tiene que estar dispuesto para el amanecer,  cuando él vuelva.

5/2/12

INTRAMUROS

Fotografía tomada de la red

A partir del lunes, durante unos días no entraré en el blog. ¡Sed buenos! Estaré ahí arriba.

El secreto de mis éxitos y de mi fortuna se halla, a buen recaudo, dentro de mi hacienda. De vez en cuando un muro se comba, como barriga de embarazada, y la cal escupe una uña, un mechón de pelo, un cartílago, algún hueso, todo lo que no puede digerir. Paso la escoba, sello las grietas con cemento, pinto la pared. Y la casa vuelve a su condición de sepulcro blanqueado.

1/2/12

AUTSIDE

Imagen tomada de El País.
La luna completa  asomó por el oeste. Un día precioso, si no fuera por el problema. El director general de Bancos Reunidos salió a recibirla con un café. Pasó la mañana con sus compañeros, concediendo hipotecas y cheques a fondo perdido. Volvió a casa cuando la luna se retiraba por el este y un sol pálido emergía por el oeste. El problema seguía tumbado en un banco del parque. Ni techo, ni una pensión. Los rebeldes habían comenzado a tomar la ciudad.