30/4/13

A DOS MANOS- GANADOR SEMANAL DE WONDERLAND Y RELATOS TRADUCIDOS AL FRANCÉS




Doble alegría la de hoy. De nuevo en Wonderland. Y tres de mis relatos traducidos al francés.


A DOS MANOS

Entrabas en la sala comenzada la película y elegías tu presa. Admiraba la delicadeza de tu mano derecha deslizándose por la piel ávida de caricias, la agilidad con que sacabas limpiamente la cartera con los dedos de la otra.
     Conmigo te costó algo más de tiempo, empeñada en implicar a tus dos manos en el gesto amoroso. Fracasé.
      Sé de tu disgusto, el billetero es de plástico y sólo contiene esta nota. Pero puedes recuperar el tuyo, aligerado de peso, con toda la documentación, en la papelera que hay a la entrada de nuestro cine que, estoy segura, seguirás frecuentando.

 Podéis escuchar el relato a partir del minuto 49

http://www.rtve.es/alacarta/audios/wonderland/wonderland-litoral-parlem-amb-director-raimon-molins-els-actors-marc-rodriguez-lluis-marco/1796372/

Os dejo el enlace a los relatos traducidos al francés, gracias a la intervención de Manu Espada.

http://lecturesdailleurs.blogspot.fr/2013/04/expulses-silence-dieu-lola-sanabria.html?m=1

 

Y aquí los relatos en castellano.

SILENCIO

Mis pies desmayados oscilan a dos centímetros del suelo, como peces moribundos, desde el precipicio de la cama. El esmalte de uñas se ha descascarillado. Muestra calvas blancas entre el rojo sucio. Muevo un poco los dedos hacia abajo a la búsqueda de aquella mañana, de aquella pelota rodando, rodando. Cierro los ojos y cuento hasta tres. Giro los tobillos y el hielo de la colcha me roza. Abro una rendija en los párpados. Levanto la mirada a la cómoda, al niño y al balón enmarcados. Un puñetazo que me corta el resuello. Bajo la cabeza. No encuentro las zapatillas.

DIOS

En el hospital, me espera la rutina. La bata blanca y los locos de siempre. Dejo de patear el andén, arriba y abajo. Tengo delante una cabeza rapada. A su derecha otra con coleta. A su izquierda, la de media melena. Chubasquero, blazer, abrigo, pantalón, falda, zapatos planos, de tacones, deportivas... Elijo a la chica de la coleta rubia, cazadora negra, pantalón vaquero y zapatillas. El tren asoma el morro por el túnel. Unos pasos, y me pego a ella. Acaricio su espalda con el dorso de la mano. Gira la cabeza y mírame; si sonríes, te perdono la vida.

DESAHUCIADOS

Las tres de la madrugada. Salgo con los zapatos en la mano, para no alertar al perro que dejaron de vigilancia. En el vestíbulo tropiezo con la maleta y las cajas. Unos segundos de espera, mordiendo el labio, para que se pase el dolor del meñique, siempre el meñique. Abro y cierro la puerta conteniendo la respiración. Me calzo. Bajo. Ni lobos en las aceras. Camino hasta el final de la primera calle. La corto con la radial, de lado a lado, a lo ancho, la voy enrollando como una alfombra, desandando el camino. Luego otra. Y después la siguiente. Así hasta no dejar ninguna de acceso a mi portal. Fuera de casa, el vacío. Sonrío satisfecho. Vuelvo a la cama. Duermo. Me despiertan los golpes. De un salto, me planto frente a la ventana. Han vuelto a poner las calles. Ya vienen. En las tiras blancas del paso de cebra, cuerpos estrellados como mosquitos. Aún no han tendido las redes. Rompo el cristal y salto. A medio camino me topo con el del quinto. Vamos cayendo, los desesperados.

28/4/13

DETALLE DE DESPEDIDA

Fotografía tomada de la red.


Con un kilo de tomates, medio de pepinos, un pimiento verde, un trocito de cebolla, un diente de ajo, miga de pan, sal, vinagre de Jerez, aceite de oliva virgen y agua, puedes hacerte el gazpacho que tanto te gusta y que hoy no encontrarás en la nevera cuando vuelvas a casa de madrugada.

Ana.

22/4/13

PROFESIONES

Tomada de la red.

Cuando cumplí los doce años, me regalaron “El perro de los Baskerville” Decidí que sería detective y comencé a espiar a la vecina del octavo. Era muy sospechoso que se negara a que el portero bajara su basura. La seguí varias noches hasta el contenedor, esperé a que se alejara, pinché con un palo su bolsa de basura y revolví en ella. La señora le daba a la cerveza, apunté en mi cuaderno. Muy contento con el éxito, seguí con mis pesquisas, aunque durante unos días no descubrí nada nuevo. Hasta el día en que, al escuchar la voz de mi madre y el llanto de su prima, acercándose, me escondí detrás de la cortina de la salita.
- Ya verás cuánto lo quieres cuando nazca. Fíjate en mí. Salté muchas veces desde el fregadero al suelo de la cocina, intentando que se deshiciera. Una de esas veces a poco me mato pues se me enganchó la lazada del delantal en la llave de paso. Y nada, la naturaleza siguió su curso y ahora estoy tan contenta con mi hijo.
     Somos dos hermanos. Agradecí a mi madre que no diera nombres.

18/4/13

METAMORFOSIS




Mis padres iban al mercado los viernes. Abrían el carro y olía a fruta fresca y a pan tierno. Luego se anudaban los delantales, se metían en la cocina, y la casa se llenaba del aroma a cordero asado, sopa de cocido, pescado y carne a la plancha y palito de canela hirviendo en el arroz con leche. Pero cuando la empresa de papá presentó el ERE y a mamá la echaron del hospital, el interior de la nevera se cubrió de moho. Y a nosotros nos envolvieron, como crisálidas hibernando en su capullo, las nervaduras de las verduras descompuestas.

12/4/13

11,04,13

Fotografía tomada de la red.


Se van retirando por los pasillos, entre dentritas y  chisporroteos, el ruido del último golpe en el suelo, los gritos y los llantos. Y entran a borbotones las palabras atropelladas que quieren encontrar una explicación. Aún huele caliente. Adrenalina que suda y mezcla con sangre. Daño mínimo para un daño íntimo, profundo, enquistado, con escasa posibilidad de drenaje.
     Y él, el héroe, superviviente de abandonos y soledades, él que ha ayudado a contener al saurio que enseñaba los dientes desde el pozo oscuro, recibe contento el agradecimiento de educadores, de técnicos, de guardias de seguridad. Sonríe satisfecho. Tiene futuro. Se va a donde él quiere hoy mismo. Eso piensa. En eso confía. Es lo que le abrirá la puerta, lo que deshará el nudo que lo asfixia. Pantalón negro brillante. Camiseta guapa. Chaqueta. De Máximo Dutti, dice. Contento. Y se cambia de cinturón porque el blanco no le va bien al conjunto. Todos callamos. Sabemos a donde va. Sabemos de su decepción. Sabemos que no lo merece. Que no hay otra cosa para él, dicen. Y los pasillos se inundan de lágrimas secretas, calladas, ahogadas y ocultas en cualquier vestuario, en cualquier rincón.

8/4/13

LA COSTILLA DE EVA

Toamada de la red.


Miro la piel plisada como falda, las manchas, islotes sin mar ni costa, de mis manos, los nudos en las articulaciones de mis dedos, mientras lo oigo. Se ha enamorado de la joven vecina del sexto. 
- ¿Te acuerdas? Sí, mujer, la del chucho- insiste.
No voy a montar ningún escándalo. ¡A ver si se estrella!
Entonces comienza a enumerar bienes. 

- El televisor de plasma lo pagué yo. El ordenador también es mío. La cuenta del banco la dejaste vacía con tus compras estrafalarias.
Piensa que me falla la memoria. Echo la cabeza hacia atrás para verlo bien, en perspectiva. Sigue siendo el mismo fiscal prepotente al que vapuleé hace treinta años. Y ahora vuelve a por otra. No escarmienta. Me acerco y dejo un beso en sus mejillas descarnadas. Es de agradecer que, cuando ya nada me motivaba, venga él y me ofrezca en bandeja la ocasión para volver a lucirme como abogada.

4/4/13

DESTELLOS EN EL CRISTAL





La Internacional Microcuentista ha publicado un libro digital que recoge un amplio abanico de microrrelatos en torno al espejo. Podéis leerlos todos aquí


DESAPARECIDA

Descubrí una estrella de puntas irregulares. Rasqué un poco con la uña. La estrella perdió las puntas y se transformó en círculo. Lo cubrí con el dedo y noté que el cristal se ablandaba. Presioné y entró la yema.  Metí un brazo, detrás el otro, después una pierna, y luego la otra. Todo mi cuerpo pasó al otro lado del espejo. Y encontré a la niña.

2/4/13

PRIMAVERA

Tomada de la red.

 
En el cristal de la ventana, amargan los primeros brotes del almendro. La barra del armario se curva bajo el peso con sabor a hielo de los grises, y el tacto ligero de los azules y verdes que empujan al invierno. Arriba, en un ángulo del techo, la araña enhebra y tira hilo hacia el dintel de la puerta. Escucho mi desgana. El despertador ha dejado de temblar hace rato. Hora de levantarse cambiar la ropa y bajar la araña, me digo. Doy media vuelta y cierro los ojos. Un ratito más.