13/5/19

PREPARADOS, LISTOS, ¡YA!



Tomada de la red


Aquella noche soñé con islas, cocoteros, daikiris, música discotequera y cuerpos morenos retozando conmigo en la arena. Me levanté más temprano de lo habitual y muy excitado. Ducha rápida y doble vuelta de llave en la cerradura de la puerta.
            Llegué con tiempo. Una muchedumbre impaciente esperaba, algunos pegados al cristal como moscas. Abrieron a la hora en punto y entramos en tromba, atropellándonos los unos a los otros, a la caza de nuestro codiciado tesoro. Braceé entre violetas, rojos y morados hasta arribar a  palmeras verdes y cimbreantes, cielos y mares sin nubes que mancillaran los azules diferentes. La cogí por los hombros y la levanté a la altura de mis ojos. Vista así, de cerca, no era tan maravillosa aquella camisa caribeña que anunciaban rebajada en el catálogo que me dejó mi querido Borja.

2/5/19

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

Tomada de la red

A menudo hacemos las maletas. Abrimos el armario y escogemos cuidadosamente lo imprescindible. No debe faltar la  ropa ligera de verano. Tampoco la rebeca y la chambra de entretiempo. No olvidar la pelliza, los chaquetones de buen paño, las bufandas, los calcetines y los guantes tejidos al amor de la lumbre. Para el calzado, las chanclas y las katiuskas. Y no dejarnos las cajitas para las especias y los baúles para las sedas. El viaje es largo y pasaremos por mares y océanos, cabos y golfos, amén de países diferentes. Unos con sus brotes de primavera. Otros envueltos en arenas tórridas de verano. Muchos con el otoño boqueando mantos de hojas doradas. Y no pocos, hibernando bajo  la nieve.
            Dejamos para el final la maleta chica con los patucos, saquitos, sonajeros, chupetes, baberos, manguitos y flotadores infantiles. Porque, aunque los médicos dicen que no puede ser, nosotros no perdemos la esperanza.
            Al atardecer, cuando ya está todo dispuesto, vamos a la ventana, la abrimos para que entre el olor intenso del heno y escuchemos el mugido de las vacas en los establos. Así permanecemos hasta que la noche se cierra en el campo. Luego deshacemos el equipaje con mimo, dejándolo todo bien guardado para la próxima vez; quizás entonces estemos preparados para la gran aventura. Después bajamos a la cocina y hacemos la cena para irnos temprano a descansar. Tenemos una responsabilidad. Debemos levantarnos al amanecer, con los demás trabajadores, migar pan en café y coger fuerzas. Las reses son numerosas  y hay que ordeñarlas y tenerlo todo hecho antes de que vengan los camiones, con sus grandes cubas metálicas, a recoger la leche de nuestras vaquerías. Alimentará a muchos niños, algunos más allá de nuestras fronteras. Y aunque sea solo un poquito, también serán nuestro hijos.