Tomada de la red
Elegí la cocina porque podría verlo desde esa ventana. También él a mí, pero nunca le sorprendí una mirada. Ahí estaban la mesa, la silla y la pistola. Y él sentado con la cabeza gacha. Cogió el arma. Jugueteó con ella. Se metió el cañón en la boca. ¡¡No, no, no no!!, grité desesperado, Moví los brazos. ¡Mírame, mírame! Me miró. Soltó la pistola. Comenzó a agitar las manos a izquierda y derecha. Parecía, de verdad, muy afectado. Aflojé el nudo de ahorcado y saqué el lazo de la cuerda por mi cabeza. Puede que también me quisiera.
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