Tomada de la red. |
Había
sido una noche dura en el centro de Madrid. Los del GRUME trajeron a una romaní al Centro de Menores. Tendría
alrededor de dieciséis años. Los educadores de la noche se hicieron cargo y,
siguiendo el protocolo de aislamiento, la llevaron al Nido: un par de
habitaciones con cuatro camas, un baño y una salita. Le retiraron el móvil,
recogieron sus pertenencias y le proporcionaron un pijama de la ropa comunitaria. Al
día siguiente, cuando Nuria fue a llevarle el desayuno, encontró su cuerpo, aún
caliente, con un golpe en la cabeza.
Después
del levantamiento del cadáver y el lógico revuelo de chicos y chicas, la vida
retomó su pulso habitual en el Centro.
Durante
el recreo del día siguiente, el guardia jurado rumano que admiraba al Empalador,
se acercó a mi banco.
— Chica
mala—sentenció.— Nadie la reclama. A nadie interesa una investigación.
— Chica
mala—corroboré.
La ñeta había comenzado una pelea con la latín king.
Un día de estos, una de ellas amanecería destripada.
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