22/8/17

LA SEÑORITA DEL PERRITO

 
Tomada de la red.

Recojo las bolsas vacías de patatas fritas, los envoltorios de helados, las botellas de plástico. Echo todo en la bolsa de basura. Sin prisas. Paso el rastrillo, dejando caminos en la arena, como tierra arada a la espera de la siembra. Descanso. Apoyo las manos sobre el mango y miro hacia la barandilla: pasean del brazo las parejas, aliviado el calor con la brisa de la tarde de verano. Regresan a casa las familias con la nevera y la sombrilla, y los niños devoran bocadillos. Me retraso. Se retrasa ella. Entretengo la espera ensayando: «¿Tomaría un café conmigo, señorita?». Y entonces la veo a lo lejos: una línea curva cerrada con una correa y un punto al lado. Cuando llegue, entonces lo dejaré todo, subiré las escaleras y le cortaré el paso. Saldrán solas las palabras. Se acerca. Ya veo los mechones blancos en su pelo corto y negro, sus labios finos, su frente marcada por el guiño de los ojos cuando el sol la deslumbra. Su cuerpo pequeño. El cocker se para y olisquea la palmera. Ella se detiene un momento y me mira, luego da un tirón a la correa y pasa de largo. El rastrillo resbala con el sudor de mis manos. Tal vez mañana.

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