22/6/12

ATROPELLO


Tomada de la red.

                                 Estaré unos días sin entrar en el blog. Sed buenos.

“Todo tuyo, el paquete”, dice, y sale dando un portazo. La nueva se agacha. Un globo enorme con olor a menta explota cerca de mi nariz. Me pasa la mano por la cara. Tiene la piel suave. Se aleja con un taconeo gracioso, como de cojera. Regresa. Me desnuda. Escurre la esponja. Chorrea el agua sobre la palangana. Levanta un brazo, lo recorre con la esponja. Lo seca con la toalla. Lo deja caer sobre la cama. Coge el otro. Lo sube, lo lava, lo seca. Es agradable.  Explota otro globo. Ahora sobre mi pecho. Se pega el chicle. Tira. Me hace cosquillas. Sujeta una pierna bajo la rodilla. Pasa la esponja. Seca, suave. Me adormece. Ha terminado. Se va. Cuento los pasos para entretener la espera. Vuelve. Me incorpora. Le cuesta meter mis brazos por las mangas del pijama. Aguarda, y te ayudo, quiero decirle. Lo consigue, al fin. Huele a agua salada. Noto el calor de su pecho, su respiración rápida. Ya no mastica chicle. Coge fuerzas. Le toca al pantalón. Una pierna. Se detiene. Roza su pelo mi tripa. Tiene melena. Luego otra. Acabó. Se levanta. ¿Me mira? Me mira. ¿Llora? No, sólo un suspiro. Me peina. La oigo agitar un frasco. ¡Cómo odio la colonia de bebé! Me rocía con un olor diferente, a limón. ¡Gracias! Pero no me oye. Coloca el embozo. Alisa la colcha. Va hacia los pies. Se detiene. Coge aire, lo suelta despacio. Da por concluido el trabajo. Ahora pondrá la televisión y tendré que escuchar la telenovela toda la tarde. Tarda en encenderla. La oigo rebuscar en un bolso. Su bolso, claro. Saca algo. Se sienta. Crujen las hojas. ¡Un libro! Comienza a leer: “Me ha sido imposible rehusar las repetidas instancias que el caballero Trelawney, el doctor Livesey y otros muchos señores me han hecho para que escribiese la historia circunstanciada y completa de la ISLA DEL TESORO”.
    El tiempo corre. Oigo la llave en la cerradura. Mamá se disculpa por la tardanza. Ha pasado por Correos a recoger un paquete, dice. Muy frágil, susurra. Y escucho el roce del papel sobre la mesita. Ahora se vuelve hacia mí y me habla. La abuela te manda una cosa muy especial, cariño. Me besa. Se aleja. Escucho la cinta de embalar cuando la despega, el papel rasgado. Regresa a la cama con la cajita. Una bailarina girando sobre la punta de un pie mientras dure la música. Muy bonita, dice ella y mamá le cuenta lo mucho que me gustaba darle cuerda y subirme al doblado para que mis primos no me la quitaran. Ella se llama Violeta. Lo ha dicho mamá. Es tarde, dice de repente. Oigo su taconeo hasta mi cama. Se inclina y estampa un beso en mi cara. Soy un paquete con el sello de frágil. Ahora lo sé. También sé que ella volverá y que algún día despertaré de este duermevela.

17 comentarios:

Javier Ximens dijo...

En este relato lo quieres dejar clarito desde el principio, nada de sorpresas. Así con ese ritmo acelerado de frases cortas nos haces ponernos en la piel del muchacho. Ver como la cuidadora gira entorno a él. Nos haces sufrir, y atención a como le llama la madre, que con dos frases y una bailarina ha quedado plenamente definida. Venga, Lola, a descansar unos días y recargar para recoger nuevos premios.

Petra Acero dijo...

Tierno. La protagonista piensa lo mismo que yo, que despertará del duermevela, porque está narrado sin tensión, sin victimismo, sin dolor; como un espectador lo haría desde fuera: sin afectación, sin pasión.
Esa forma distante de contar llama la atención, descoloca al lector, que al estar avisado por el título, espera otro tono de discurso... Me gusta cómo descubre que es "un paqute con el sello de frágil".

Besoooos

Luisa Hurtado González dijo...

Me ha recordado la película "La escafranda y la mariposa". Todo el tiempo.
Un beso, Luisa

Pedro Sánchez Negreira dijo...

¡Uf, Lola! ¡Hoy me ha dolido tanto leerte!

Este relato, de lenguaje trabajado, preciso; con una respiración narrativa ajustada, y una construcción del personaje soberbia; apunta y da en la diana del corazón del lector. Es imposible que deje a nadie indiferente, Lola.

Absolutamente conmovedor.

Mis aplausos.

Lola Sanabria dijo...

Gracias, Ximens. Lo necesito. Descansar, digo.

La fragilidad del ser humano, Petra, que puede romperse en un instante.

La veré, Luisa, me ha picado la curiosidad.

Alguna vez me he preguntado cómo se percibe la realidad desde el coma, Pedro.

Abrazos a repartir.

Patricia Nasello dijo...

Al principio pensé que se trataba de un anciano, me he estremecido al ver que se trata de un niño. Tal vez por eso es un relato tranquilo y optimista.

Has dado con una voz narrativa extraordinaria, Lola. Tu personaje contagia su visión positiva. Claro sí: despertará.

Un abrazo y hasta la vuelta

Rosa dijo...

Plas, plas, plas, Lola.

Que más puedo decir. Contundente y directo al corazón.

Besos desde el aire

Susana Camps dijo...

Yo creo que la mayor virtud de este relato, además del ritmo obviamente, es que uno espera que habrá un ingrediente trágico (que la ¿niña? se habrá partido la crisma al subirse a proteger su muñeca de cuerda, p.ej.), pero al final no resulta ser así. O no aparece manifiestamente. Ese silencio conforme, pasivo, interminable, es espeluznante, conmovedor.
Abrazos

Nicolás Jarque dijo...

Lola, un drama muy bien contando desde el inicio. Perder la posibilidad de crecer cuando se está en pleno crecimiento debe ser muy duro. Has conseguido atrapar la atención desde el principio y que todos nos colocáramos en la piel de ese muchacho.

Abrazos de recuperación.

MJ dijo...

Es un micro carente de dramatismo pese a la triste situación en la que se encuentra el protagonista.
Me encanta el ritmo y el vocabulario.
¡Una joyita, doña Lola!

Un beso.

Laura dijo...

No me has dejado indiferente. Coincido en que el título anunciaba algo mucho más trágico que los aseos diarios de un bebé. Cuando empleas esa frase de "Mamá le cuenta" ¡ay! se me ha escapado un escalofrío por la espalda. "Soy un paquete con el sello de frágil" es una frase que resuelve todo el relato en la conciencia del lector. Un lector que se ha regocigado en tus frases concisas mientras el personaje pensaba.

Me gusta muchísimo, Lola.
Un placer leerte.
Besos.

AGUS dijo...

El ritmo de las frases y el lenguaje por sí sólo construyen ese otro estado, sólo un poco más allá, y tan, tan lejos. Me gustó mucho.

Descansa, pero poquito nomás.

Abrazos, besos.

Elysa dijo...

Precioso, Lola, precioso. Quién sabe, ellos no encuentran el camino de vuelta para comunicarse, pero están ahí, no deberíamos olvidarlo.
Hay mucho corazón en este micro.

Espero que descanses y repongas fuerzas.

Besitos

Miguelángel Flores dijo...

Qué maravilla de narración contada desde ese primer plano, Lola. Qué gran tragedia describes sin llegar ser trágica, ni dramática en ningún momento. Es un gran logro cómo consigues que uno note que desde el principio, el protagonista tiene todo el tiempo los ojos cerrados, y sin llegar a decirlo.
Aquí quedo, esperando tu vuelta, como todos.
Un abrazazo.

Lola Sanabria dijo...

La fragilidad alcanza por igual a ancianos y niños, Patricia.

Me llegaron los aplausos, Rosa. Gracias.

Los relatos que más me sobrecogen, Susana, son aquellos de aparente sosiego.

Crecer es duro, Nicolás, pero como bien dices, dejar de crecer tiene que ser acero puro.

Una joyita tu paso por aquí, MJ.

Me alegro de que te haya impactado, Laura.

Tú lo has dicho, Agus, ahí pero tan lejos.

Tal vez algún día, Elysa, encuentren ese camino.

Eso es, Miguel Ángel, un drama, contado sin dramatismo. Gracias.


Abrazos a repartir.

Yashira dijo...

Precioso relato, el título hacía pensar en una narración más dolorosa, bueno, no es que no sea dolorosa la situación que se plantea, que lo es y mucho, sino que presagiaba más dolor verbal; en cambio durante todo el tiempo la historia transcurre tranquila, desde ese interior de un niño que no consigue comunicarse pero que está ahí, y se entera de todo. Supongo que en coma, me ha sorprendido mucho y muy gratamente esta forma de narrarlo.
Felicidades Lola, un abrazo desde mi mar,

Lola Sanabria dijo...

Gracias Yashira.

Abrazos con añoranza de mar.