ÉL
Seguimos sin hablarnos cuando él también la dejó, y después de morir nuestros padres. Escuchando el cacharreo en la cocina que compartimos, el arrastre de una silla, el sonido acolchado de las zapatillas, cada vez más cansado, por el pasillo. Pero ha vuelto. Y lo han dejado en un ángulo oscuro. A él, que tanto le gustaba el sol. Bajo un montón de tierra que aparenta un cuerpo amorfo. A él, que exhibía sus músculos con ajustadas camisetas. Coronado por una cruz desvencijada. A él, que amaba el arte. “Tenemos que hablar”, le he dicho. Y ella ha estado de acuerdo.
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