31/10/08

MORIR DE AMORES, PERO NO TANTO



Cada vez que me enamoro, sufro. Sería distinto si sólo me enamorase de una persona, un nombre, un sabor, un olor, un tacto de terciopelo y seda. Pero no. Dejé Córdoba porque me mareaba el azahar del patio de Los Naranjos y el olor umbrío de la Mezquita. Me regalaron un billete de tren para Huelva y lo acepté porque, ilusa de mí, creí que encontraría un poco de desamor. Pero aquel lugar tenía su río tintado de rojo, muchos colores de tierra removida, vías y trenes abandonados y un nombre que pasa la lengua por la piel: Tharsis. Entonces llegó él y el suelo desapareció. «Sufre mal de amores», dijo una enfermera de nombre Violeta de la que también me enamoré. Y me dio una pequeña receta para soportar tanto amor. «Un pellizquito en el brazo, poca cosa, lo justo para equilibrar». Me fui con él a Alejandría que es un nombre lindo, lindo de verdad, al que estoy prendida con un imperdible del que no me quiero soltar. De vez en cuando, un pellizquito en el brazo, lo justo para equilibrar.

Relato publicado en el libro «Más cuentos para sonreir» (Editorial Hipálage) y en el libro «Partículas en suspensión» (Editorial Talentura).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Música es este relato. Una filigrana de letras, con las que su protagonista nos va desgranando su proyecto vital... con un descaro lúdico que nos transforma en cómplices de sus medidos sentimientos. Pleno de sentido del humor y del ritmo. Un bocado del que nunca te cansas de repetir.

La editora impaciente

Lola Sanabria dijo...

Editora, ¡qué bien se te dan las letras!. Las juntas de maravilla.

Par de besos sin bichos.