22/3/15

DEPENDENCIA





 

Tomada de la red.

Voy de la habitación de mi madre a la de mis niños y del baño a la cocina. Día y noche. A veces me regalan el milagro de unos minutos de silencio. Entonces echo el pestillo, bajo la tapa y me siento en el váter a llorar. Ruedan las lágrimas, redondas y pesadas, por mi cara, bajan y se despeñan en mis rodillas y corren por los cauces secos de las junturas de las baldosas. La primera vez que lloré aquellas lágrimas que se movían bajo la presión de un dedo pero no se deshacían, comenté la rareza con el médico y nos visitó para quedarse embobado con aquellas bolitas parecidas al mercurio. Vinieron a llevárselas para analizarlas: agua y sal, poco más. Y sin embargo, densas como metal líquido. Experimentaron con los monos. Ninguno sobrevivió. Muerte por tristeza extrema, determinó el forense. El ejército me ofreció comprar mis lágrimas para no sé qué guerra, pero yo no quise. Así pues, cuando un grito me reclama, me pongo de rodillas y busco bien por todos los rincones, las recojo y las meto en un termo grande de acero inoxidable y enrosco bien la tapa para que no lleguen nunca a las manos de mis hijos. Luego salgo dispuesta a apagar otro incendio familiar.

13 comentarios:

Luisa Hurtado González dijo...

Muy bueno. Mucho dolor y... que no llegue a manos de los pequeños, por favor.
Jope, qué duro

Un beso

Lola Sanabria dijo...

Es la vida de muchas mujeres: cuidar de los hijos y de los padres, sin descanso y sin ayuda. La ley de dependencia, si no fuera papel mojado en multitud de dramas, sería un alivio, Luisa.

Abrazos reconfortantes.

Carmen dijo...

Bueno relato y original idea la de las lágrimas densas y rodantes como mini perlas.
Un saludo

Lola Sanabria dijo...

Mil gracias, Carmen.

Par de abrazos.

Anita Dinamita dijo...

Uf, pues sí, que no lleguen.
Me ha gustado mucho, Lola.
Besazo

Lola Sanabria dijo...

Mil gracias, Ana.

Par de besos.

Juan Leante dijo...

Es un gran homenaje, emotivo y tierno, para tod@s los que sufren en el más estricto de los silencios.
Me encantó tu forma tan imaginativa de contarlo, es genial.
Besos.

Nenúfar dijo...


Qué significativa y hermosa me parece la imagen de las lágrimas letales. Cuánto contenido encierran.

Penosa labor la de las cuidadoras (suelen ser mujeres). Y este relato tuyo, Lola, me gusta porque de manera original y bella valora la labor de estas mujeres, su capacidad de resistencia, de sacrificio… y de amor. Como dice Juan: "un gran homenaje".

Un abrazo.

Lola Sanabria dijo...

Un subidón ese genial, Juan, que sé que es muy sincero.

Me encanta tu comentario, Nenúfar, por lo que capta del microrrelato.


Abrazos a pares.

Yolanda dijo...

Madre mía, ¡cuánto lo he disfrutado! Enorme el modo en que condensas tantas sensaciones y mágicas esas lágrimas, hay mucho mensaje en tu relato, mucha verdad.
Me encantó.

Lola Sanabria dijo...

Muchísimas gracias, Yolanda.

Un abrazo inmenso.

Cora Christie dijo...

Cuando esta mujer termina de contarme el peso de sus lágrimas, pienso en la carga agotadora que comparte en solitario y recuerdo aquello de "quién cuida al cuidador?"
Tu metáfora la siento como un grito desgarrador contra la indiferencia.
Un brillante ejercicio literario que debería ser debatido en un parlamento regenerado.
Un abrazo.

Lola Sanabria dijo...

Muchas gracias, querida Cora, pero me temo que en el parlamento no están para estas "bagatelas".

Un abrazo gigante.