“¿Quieres que te cuente el cuento de pan y pimiento y de rábano asado?”, me preguntaba mi abuelo. “Sí”, le contestaba yo. “No te digo ni que sí ni que no. Lo que te digo es que si quieres que te cuente el cuento de pan y pimiento y de rábano asado”, insistía. Entonces contestaba no y él repetía lo mismo hasta que me cansaba y me iba. Aquello no tenía ningún sentido para mí pero siempre le seguía el juego un rato. Mi abuelo vivía solo, con mis padres, mi hermano y yo, y era el único cuento que sabía.
12 comentarios:
En mi caso era: ¿Quieres que te cuente el cuento del gallo pelao?..., el resto continuaba igual.
Y ¿sabes una cosa?, me3 has devuelto a los cinco años así de golpetazo!
Besicos muchos.
Hay muchas variantes, Casa. Me alegro de haberte devuelto a tus cinco años, la infancia hay que recuperarla aunque sea de cuando en cuando.
Abrazos sin cuento.
Lo recuerdo perfectamente, en otra versión, por supuesto. Recuerdo que yo me mosqueaba, que me mosqueaba porque mi abuela se reía de mí; en alguna ocasión quise devolverle la broma pero, no me digas como, no picó jamás.
Tenían tablas, Luisa, y cuando se es niño, te las dan todas. Pero ¡qué genial poder disfrutar de los abuelos y sus cuentos!
Abrazos de principio a fin.
Sabía más, pero este era el único que le permitía sobrevivir...
Yo también lo recuerdo, en alguna de sus versiones. Quizá sea ya el único que recuerdo.
Abrazos, siempre
Son los cuentos de toda la vida, Amando. ¡Cuánta magia había en ellos!
Abrazos de cuentista a cuentista.
Este es el cuento de nuncaacabar... y también una tierna forma de comunicarse, desde extremos opuestos de la vida.
Así se llamaba, querida Cora. Y algunas personas desearían que no se acabara nunca para no sentirse solos viviendo con la familia.
Besos sin final.
Los cuentos eternos son los mejores.
Un beso.
Contaban historias sencillas con un lenguaje sencillo y mucho peso.
Abrazos agradecidos, Carlos.
Por mis pagos era así: ¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? Ah, aquellos preciosos tiempos inocentes...
Un fortísimo abrazo, Lola
Hay casi tantas variaciones del cuento, Patricia, como abuelos en el mundo.
Abrazos otoñales.
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