16/7/11

AMORES DE INSTITUTO


Fotografía cogida de la red
Mi vieja está contenta. Mi viejo, también. Yo no. Ahí fuera se ríen, no sé por qué. Tampoco sé por qué estoy así. He aprobado. Y con buenas notas. Sin embargo sólo quiero estar aquí, lanzando la pelota a la pared. Mañana mismo quitaré los pósters. Barricada ya no me gusta. AC/DC, tampoco. Menos, Extremoduro. Mañana. Hoy no tengo ganas de moverme. Alicia es nada. Una tonta del culo que anda babeando por el guaperas que ha venido al insti. El facu me sopló que la vio con él el otro día. Y mientras tanto yo, peleando con las mates. Pero no voy a llorar como un crío por eso. Las hay mejores. A su amiga Sonia todos quieren ligársela. No es llanto. Tengo los ojos irritados. Las mates se me resisten siempre. De mí dicen algunos que soy un gafapastas. Tal vez tengan razón....¡Pelotazo a la copa de fútbol que ganamos en el torneo! Abolladura. Lo que faltaba. El facu, el topo, el manchas, el Quique, me matan todos cuando la vean.
Llaman al telefonillo. Quieren que me baje. Y yo que no me encuentro bien. Y ellos que me lleve algo de bebida, que los chinos son unos jetas. Es lo único que les importa. “Ahora voy”, digo, derrotado. Tal vez me anime. Quizá sea el momento de dejar atrás a Alicia y entrarle a Sonia. Eso estaría bien. Para que se joda. Ir a por la amiga. “¡Ahora mismo bajo!”, grito, más animado.




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No sé qué le pasa al chico. Ha sacado buenas notas, debería estar contento. Es que no hay quien lo entienda. Lleva toda la santa tarde encerrado en la habitación. ¡Y venga darle golpes a la pared! Pero mejor no le digo nada. Si le digo algo, se arma. Tengamos la fiesta en paz. Un poco de tranquilidad, es lo que quiero. Alberto me ha preguntado qué bicho le ha picado, ¡cómo si yo supiera! Y otra vez que si no me ha contado nada. ¡Qué le va a contar a su madre! Antes sí, cuando era un niño, siempre que si mamá esto, que si mamá lo otro. Ya no. Son etapas. Eso dice el psicólogo. Es la adolescencia. “Cuando yo tenía su edad ya estaba trabajando en el taller de mi padre. No había tiempo para tonterías”. Eso dice Alberto. Y se enfada. Así que mejor lo dejo estar. Nos vamos a dar una vuelta por el parque y a ver si... ¡Vaya, lo vienen a buscar los amigos! Y se anima a salir. Le irá bien. Nos irá bien a todos airearnos un poco.



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A mis amigos les entra la risa por todo y por nada. No entiendo el porqué de esta alegría colectiva, que parece que todo Aluche se haya vuelto loco, aquí, apiñados, calentitos en este mayo que ha venido con ganas de hacernos sudar la camiseta a todos. En el Auditorio no cabe ni una paja. Los críos son así, dan grititos y saltos con Andy y Lucas. Niñatos. No veo por ningún lado a Sonia, tampoco a Alicia. Pero debo prepararme para el encuentro. Que no me vea muermo. Se me van las gafas con el sudor a la punta de la nariz. Gafapastas, así me llaman. Me da igual. Pienso operarme la vista en cuanto pueda. Ahí van mis viejos con los del facu, mirando a un lado y a otro, seguro que para ver por dónde andamos. Son unos brasas. A nada que bajes la guardia te someten a un interrogatorio. Ya están aquí. Con la sonrisa puesta. ¿Por qué hoy todo el mundo es feliz menos yo, joder? Va mi vieja, que no se le escapa nada y me pregunta si me pasa algo. Y yo que no, que volveré tarde, que estaré con los amigos por la feria hasta que nos cansemos. Echo a andar con los amigos y ellos se quedan un momento como alelados, mirándonos, y luego se van a lo suyo: ponerse ciegos de panceta, morcilla y chorizo. Y al día siguiente, mi vieja andando a paso ligero por el parque para darle caña al colesterol.
Así que tengo que ponerme la puta careta de felicidad. Voy detrás del grupo, me detengo un momento, me quito las gafas y limpio el cristal húmedo con la camiseta. No veo ni un pijo, y me doy de bruces con la jeta del guaperas que me ha levantado a Alicia. Me enrabia el temblor de piernas que me ha entrado. Me coloco las gafas y cierro los puños a los lados del cuerpo. Le daría de puñetazos ahora mismo. “¿Qué dices?”. Me pregunta a mí. No sé qué quiere ahora. “¿Te vienes para el Punto a tomar unas birras?”. Eso dice el muy... Y entonces reparo en que Alicia no está con él. Relajo el cuerpo, relajo las manos. “Vais solos, sin chicas”, afirmo mientras recorro el grupo, su grupo, para cerciorarme. “¡A ver si cae algo esta noche!”, grita uno de ellos. Me pongo a reír como un loco, como si fuera la cosa más graciosa que he oído en toda mi vida cuando es una gilipollez como un piano. Y sigo riendo mientras me alejo con los míos. El facu baja la cabeza y dibuja una línea con la deportiva en la tierra antes de arrancar detrás. ¡Qué cabrón!, me digo, sin embargo no tengo ganas de darle una hostia. No ahora. Porque ahora la veo venir con su amiga Sonia, los pulgares agarrados a las presillas del vaquero, el ombligo como un pocito perforado con el pircing, la camiseta negra con el Extremoduro (en qué estaría yo pensando cuando dije de quitar el póster de mi cuarto), el pelo rabioso de rojo... ¡ay, los ojos como caramelos de menta, me los comería aquí mismo! Me mira, me mira, me mira a mí. “Te subes a la noria conmigo, Alicia”, le digo. Y ella que sí. Sonríe enseñando los brakers que enderezarán unos dientes que a mí me gustan torcidos.




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¡Míralo! Mi chaval, tonteando con las chicas. Como yo a su edad. ¡Hace tanto de eso! Pero parece que fue ayer cuando buscaba encontrarme con Elena, su madre, por los pasillos del instituto. Su risa tonta, al cruzarnos. ¡Qué guapa, con aquella falda por encima de la rodilla. Esa rodilla atravesada por una cicatriz blanca, como una culebra de río, me atraía como un imán y fue motivo de nuestro primer enfado, porque a ella no le gustaba que la mirara tanto. Pero también me acuerdo de nuestro primer beso, sentados, con la música de fondo, los altavoces de la tómbola que repetían hasta la náusea lo de la muñeca y el perrito. En lo más oscuro, entre los árboles. ¡Qué lejos aquellos tiempos! ¡ Y sin embargo me parece que fue ayer mismo! Pero ahí está mi chico, con la pelusa encima del labio, los gallos en la voz, su rebeldía de adolescente, que me dice que no, que han pasado los años, y que ha llegado la hora de que sea él quien esté arriba, en la noria, con su chica. Es el relevo. Y así debe ser.




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Corre un aire fresco aquí arriba. Debería haberle hecho caso a mi vieja y haberme traído un jersey. Le paso el brazo por la espalda y la acerco hacia mi pecho. Siento su escalofrío y la abrazo más fuerte. La luna está llena. Desde aquí arriba veo las casetas de los Partidos, las de las Asociaciones, veo el humo subir desde los chiringuitos, veo a mis amigos, a mis padres, a todos ir y venir por la feria, como agua que corre. Dicen que aquí hubo antes un río y que de ahí le viene el nombre al barrio. Dicen. Y yo no quiero que la noria deje de girar y se acabe el viaje.



19 comentarios:

Rosa dijo...

Cómo me ha gustado Lola!!!
Lo has contado tan bien, ese momento vivido por el hijo y por los padres.
Hace un momento mirando a mis hijos pensaba en el tiempo, en como ha pasado y en que parece que fue ayer.
Gracias.

Besos desde el aire

AGUS dijo...

Desde luego, me encantó. La utilización de frases cortas, secas, sin más, te atrapa desde la primera línea. El ritmo es frenético, pero contrasta con el tono aséptico deliberado que imprimes a la sucesión de emociones. Tono que refleja perfectamente esos amores que se pierden. El recuerdo, la ausencia...
Un texto para recrearse con cada detalle. Una lección de oficio y talento.

Abrazos, besos.

Susana Camps dijo...

Es perfecto el pico de intensidad y la forma en que se diluye, con la voz del padre y la noria rodando, los brakers de hoy y la sonrisa de ayer. Con unas pocas imágenes muy nítidas haces que una escena común y corriente, en lenguaje común y corriente, adquiera todo el peso de la vida. Me ha encantado.

Lola Sanabria dijo...

Gracias, Rosa. Los hijos nos marcan el tiempo más que ninguna otra cosa.

Y Agus saca el bisturí y disecciona de maravilla. Gracias, guapo.

Me ha gustado eso del peso de la vida, Susana. Muchas gracias.

Trío de besos.

Nicolás Jarque dijo...

Lola muy bien esa doble visión de la vida. Cuando uno está en la edad del pavo... todo molesta y todo es un mundo. Ahora es un mundo que tratamos de que no moleste.

Un abrazo juvenil.

Juan Leante dijo...

Me embarga ese doble sentimiento que rezuma en tu relato. Constatar dolorosamente como pasa de rápido la vida, "parece que fue ayer", y la alegría que supone pasar el testigo después de una tarea bien hecha.
Un besazo del ayer.

Lola Sanabria dijo...

Ya lo dice la palabra adolescente. Me alegro de que te gustara, Nicolás.

Abrazos de finde.

Lola Sanabria dijo...

¡Ay, compañero, qué deprisa pasa la vida! Y sin embargo, qué bien que podamos echar mano de los recuerdos.

Besos actuales.

Unknown dijo...

El primer cuento que leo apenas retomo mi tarea. Qué suerte he tenido! Todo ha sido dicho ya, salvo esto, personal: el gusto de leerte me rezuma en los labios.

Lola Sanabria dijo...

Y ese zumo rezumado me llega con sabor a melocotón. Gracias Patricia.

Mil besos.

Puck dijo...

Es genial Lola!!!! Esa manera de hilar los pensamientos es genial! qué recuerdos! Me encantó
Saludillos

Lola Sanabria dijo...

Gracias, ranita.

Besos saltarines.

Elysa dijo...

Muy bueno, Lola, tus palabras me hacen sentir tus personajes, es ser ellos están vivos.

Besitos

Lola Sanabria dijo...

Me alegra mucho leer que mis personajes están vivos, Elysa. Muchísimas gracias.

Abrazos madrugadores.

Odys 2.0 dijo...

Pasa deprisa la vida, como un viaje en una noria, como el primer beso robado... Resbalan los ojos sobre el texto, escuchando las voces que suscitan emociones y recuerdos.

Gracias, Lola, me ha gustado mucho.

Un beso.

Tamys dijo...

Lola!!!me ha gustado un monton!!!

Lola Sanabria dijo...

¡Qué bien que hayan pegado ese resbalón tus ojos de lince ibérico, Alberto!

Hola, Tamys, bienvenida al blog. Me gusta que te guste el texto.

Besos agradecidos al cuadrado.

Anita Dinamita dijo...

Lola, perdona que llegue tan tarde, lo bueno es haber venido y leer esta maravilla. Me encantan los diferentes enfoques, como lo mismo se puede contar desde diferentes puntos de visto, como cada persona tiene su realidad. He echado de menos, quizá, la voz de Alicia... podrías haber seguido y yo hubiera seguido leyendo, una novela entera.
Felicidades!
Abrazos

Lola Sanabria dijo...

Gracias, Anita. A Alicia la retomaré, tal vez, en otra ocasión.

Besos triples.