21/7/14

CARTELES - SEGUNDO PREMIO DEL I CONCURSO DE RELATO CORTO “SIERRA DEL POZO”

Mi agradecimiento al jurado de Pozo Alcón y especialmente a Francisco José Rodríguez Torrecillas, concejal de cultura que, con su buen hacer, consiguió que fuera una visita inolvidable.

Tomado de la red.





Ayer retiraron el cartel. Una reliquia, dijo el dueño de la sala. Hay que renovarse, siguió él justificando el destrozo. Ni tiempo me dio a pedir que me lo dieran. El joven tiró de una esquina y separó a James Estewart de Kim Novak con una línea quebrada y blanca. Quedó el hermoso rostro de ella colgando como un despojo antes de que la mano del chico del mono azul acabara de rematar la faena arrancando el trozo más grande y James arrastrara a Kim en su caída. Luego rascó y rascó hasta hacer desaparecer cualquier rastro de aquel Vértigo que tanto me emocionó. En el suelo quedaron amontonados los restos, como testigos mudos de tantos pases como vi con la cabeza asomada, oculta detrás de los pesados cortinajes de la entrada. ¡Anda, entra!, me decía Antonio, el portero, cuando ya las luces interiores se habían apagado, porque no tenía dinero para ver todo el cine que yo quería. Entonces daban grandes películas, sin tantos artificios como ahora, historias que llegaban muy adentro. Y la sala se llenaba. A mí no me importaba quedarme de pie todo el rato, casi ni me daba cuenta de cuánto me dolían los pies de estar todo el día trajinando. Vivía. Era un sitio acogedor y seguro. Aunque echaran una película del oeste, con muchos tiros y serpientes de cascabel, a mí no me daba miedo. Me asustaba lo que había fuera: niños que alimentar, facturas por pagar, y él. Mi Ricardo. Lo quería mucho, pero daba tanta pena que envolvía la alegría en una suerte de sudario. Así que mi vida era el cine. Un mercado donde coger las mejores frutas, las más sabrosas, las más refrescantes y dulces.
      Por las mañanas era diferente. Todos aquellos carteles, encerrando tantas historias, mudos, planos, algunos descoloridos, otros brillantes, estaban ahí sólo para mí. Yo deslizaba mi mano por la cara de Gary Cooper, los colmillos de King Kong, la boquilla de Audrey Hepburn, el vuelo de la falda de Marilyn Monroe, la sonrisa de Glenn Ford, el pelo de Rita Hayworth... Cuidaba de ellos. Pasaba suave el trapo del polvo para no dañarlos. Y luego, cuando decidían cambiarlos, siempre estaba yo para recogerlos y llevármelos a casa. ¿Lo quiere, Felisa?, Marcos nunca se olvidaba de preguntarme. Este era el último cartel de los de antes. Me habría gustado tanto quedármelo. Las paredes de mi casa están llenas de ellos, pero le habría buscado un huequecito. Tal vez en la habitación de Marina. Ya no volverá a casa. Habrá hecho su vida por esos mundos de Dios. Uno a uno, todos se han ido. También mi Ricardo, después de penar lo suyo, el pobre. Estoy sola. Hace tiempo que lo estoy. Pero fue ayer cuando me di cuenta. De eso y de lo poquito que me queda de estar aquí. Mañanas enteras pasando el aspirador por las butacas, barriendo palomitas y recogiendo vasos de papel. Y luego la fregona. Un brillo sacado a fuerza de agua que dejaba los pasillos, las escaleras, todo, como un espejo. Mi reino. Y entre tanto chapoteo de agua y restregón, reverberaban las despedidas y los encuentros, los llantos y las alegrías, los nacimientos y las muertes. Aprendí de memoria más de un diálogo que el tiempo ha ido borrando de mi cabeza.
     Ahora soy yo la que se va. Jubilación lo llaman. Un merecido descanso, dicen. Pero ¿qué voy a hacer yo todo el día, mano sobre mano, si los recuerdos se me están yendo? A veces me asusta quedarme frente a un cartel donde una mujer y un hombre se despiden, con un avión al fondo, y no saber de qué película se trata, ni cómo se llamaban los actores, ni qué historia vivieron. Me está desapareciendo mi vida, como tragada por un desagüe. ¿Y qué me quedará entonces? La nada. Así que lo tengo decidido. Yo de esta sala no me muevo. Me quedaré aquí, día y noche, alimentándome de chocolatinas y palomitas, hasta que mi cuerpo lo absorba la tapicería de una butaca. Veré todas las películas que quieran pasar. Las antiguas, mis favoritas, no creo que vuelvan, me tendré que conformar con las nuevas, esas que no me gustan mucho, pero distraen. Formaré parte de este cine hasta que lo derriben para hacer un centro comercial, o lo dividan en multisalas, cualquier cosa. Entonces desapareceré con él para siempre.

15/7/14

LA MORDIDA DEL LOBO

Ilustración tomada de la red.


Arropada bajo las faldas de su madre, los oía a menudo merodear fuera de la casa. Pero aquella vez sintió el ahogo del paraguas de lana y brocado sobre su cabeza y abandonó la protección familiar para huir con el vendedor ambulante de platería.
     Lo siguió de un lado a otro, entre arrumacos y desaires, hasta recalar en aquel pueblo blanco hostigado por turistas.
     Estaba la luna redonda y sombreada cuando él no regresó de su galanteo a inglesas y alemanas. Ella volvió al redil maternal dañada y con la cabeza gacha.
     De día, para no escuchar la llamada, ni las patas golpeando, nunca se acerca a la ventana de la calle. Teje bufandas y jerséis en el patio de atrás y cuando los termina, los deshace y vuelve a comenzar.
     De noche, no puede conciliar el sueño. Se levanta de la cama cuando dan las doce, va descalza hasta el zaguán y mira a través de una hendidura en la madera. Los ve acechando, a la espera. Y a ella cada vez le cuesta más frenar el impulso de abrir la puerta de par en par y dejarlos entrar.

30/6/14

EL PREMIO

 
Tomada de la red

Salió el cazador a media noche. Debilitado, se elevó dos dedos por encima del suelo y dio una batida por el campo ceniciento. El brillo de los ojos del conejo lo deslumbró. Abrió y cerró los suyos varias veces y allí seguía, quieto, dispuesto al sacrificio. Cayó el Conde sobre su nula resistencia y clavándole los colmillos, se alimentó a conciencia. Entendió enseguida la mansedumbre del animal. Mixomatosis, se dijo entre vómito y vómito. Lo bueno de aquello era que él no podía morir. No de eso pero sí de inanición. No había nada en diez millas a la redonda a lo que clavar el colmillo, y fuerzas, ni para volar dos metros. Agarrado al tronco de un árbol, en las últimas arcadas limpiadoras de sangre infecta, sus uñas afiladas rasgaron el papel. Levantó la vista y vio que se trataba del anuncio de un concurso de baile. El premio a la resistencia: una garrafa de diez litros de sangre "Transilvania, gran reserva" Ni le gustaba bailar, ni sabía, pero aquello era una cuestión de supervivencia.

Más debilitada aún que él mismo, en brazos tuvo que llevar a su última víctima hasta el granero donde se celebraba el concurso. Comenzaron con un rock and roll y los vampiros más jóvenes se lucieron lanzando por encima de sus cabezas a las vampirillas y recogiéndolas desfallecidas entre sus brazos. Luego vino el vals, el cha-cha-cha, el tango y la salsa y ahí se emplearon a fondo los más maduritos moviendo las caderas, los pies y la cintura con gran desparpajo, haciendo dobles tirabuzones en el aire y aterrizando sobre las puntas de sus zapatos. El Conde sonrió para sus adentros. Se movía lo indispensable él, arrastrando en pasitos cortos el cuerpo de ella. Fueron cayendo una tras otro sobre la improvisada pista de baile hasta quedar dos parejas, apuntalada ella sobre los pies de él, agarrada la otra con los colmillos al hombro del segundo. Se desplomó la pareja rival y quedaron en mitad del granero el Conde y su última víctima. La música paró y los organizadores formaron un corro a su alrededor y esperaron a que se le aflojaran las piernas a ella. Después empujaron al conde que cayó a plomo arrancando una gran polvareda del suelo. Intentó levantarse con un último esfuerzo pero en ese momento una garrapata saltó sobre su cuello y sorbió su última gota de sangre.

Los organizadores se despojaron de sus colmillos postizos, remataron a estacazo limpio a los desmayados concursantes y los enterraron en una fosa común. Luego celebraron una fiesta por todo lo alto donde no faltó el cordero y los diez litros de zumo de tomate con su pellizco de orégano y su diente de ajo.

En la fosa común, el Conde intenta arrancarse del cuello, con la punta de la uña de su meñique, la garrapata que guarda en su interior algunas gotas de sangre.

19/6/14

INICIACIÓN

Fotografía tomada de la red.


La abuela decía, dedo índice enhiesto, que aquello ni tocarlo. Era para las mujeres de la casa. Cuando les dolía la barriga, iban con un vasito y vertían dentro un dedal de licor y se lo tomaban. Luego sacaban las cerezas con un tenedor y se las comían. Pasaban un tiempo con el hueso dando vueltas dentro de sus bocas. Y después lo lanzaban lejos para poder cantar mientras cosían vestidos y pantalones en el patio. Contentas porque el dolor había desaparecido. ¿Cuándo seremos mujeres como ellas?, nos preguntábamos mientras, tumbadas en el suelo, admirábamos aquel frasco de cristal con panza grande, donde brillaban los frutos rojos como las cuentas del collar granate de mamá. Yo soy ya tan alta como la tía Felisa, dijo un día mi hermana. Yo también, grité. Y fuimos a la cocina por sendos tenedores. Deliciosas aquellas cerezas borrachas de aguardiente. Ninguna de las mayores supo la razón de una alegría tan desbocada ni de las rosas rojas en nuestras caras.

11/6/14

UN DÍA CUALQUIERA

Tomada de la red


Hace unos días, nada más entrar al trabajo, me comunicaron que uno de mis chicos había fallecido. Así, de sopetón, de la noche a la mañana. Debería estar acostumbrada, pero es difícil hacerse a la muerte sin avisar. A todas las muertes. 
     El hecho es que no se me va de la cabeza, que lo veo una y otra vez tal y como era. "No tenía ganas de vivir", comentó una compañera. Y no, no las tenía. De todos, era quizá el que más trabajo daba y yo estaba cansada. Pero eso no es excusa. Creo que últimamente le escamoteé alguna palabra amable, alguna caricia.
     Este texto no estaba destinado a ser publicado, pero quiero dejarlo aquí para que algo perdure, porque entre estas líneas está él, naturalmente con nombre ficticio. 

Son las catorce horas cuarenta y cinco minutos. Cierro los ojos, inspiro hondo. Me duele la espalda. Hora y tres cuartos y me voy a casa. Cojo mi chupa y mi bolso y salgo del vestuario. En el hall, varios chicos alineados en sus sillas contra la pared, me saludan. Abro una sonrisa. Comienzo una canción. Cualquier canción. Recorro el pasillo. Entro en el Aula de Apoyo Generalizado. Saludo. Los compañeros que acaban su turno se van. Me quedo sola con ellos. Sebas me muestra su muñeca. Ese peluco de oro te lo voy a quitar. Lo vendo al peso para güisky y patatas fritas. Levanta la mirada al techo. ¿Cómo que no? Te lo quito ahora mismo. Se ríe. Me acerco a una cama. En su radio suena merengue. Me inclino para que me vea bien y muevo la cabeza mientras hago una imitación exagerada. Mi pelo le roza el pecho. Se ríe. Voy a otra cama. Le pregunto a Pablo cómo está. Él se toma su tiempo y luego dice que bien, aunque sé que no. ¡Niño!, le regaño a Suso que no deja de tirar cosas. Lola suelta una carcajada. O lo que sea. ¿Y cómo está el último Jim Morrison?, pregunto a Mario. Mueve la cabeza. No sé qué me quiere decir. Me pongo los guantes. Llega el turno de tarde. Nos dividimos por parejas. Cogemos las grúas. Comenzamos con los cambios, levantamos chicos, los sentamos en sus sillas de ruedas, los peinamos, les echamos colonia. Los sacamos a las rutas. Hora de marcharme. Ficho. Salgo a cuerpo. Estoy sudando.

6/6/14

LA CONDUCTORA

Tomada de la red.


Sigo sus desplazamientos, mirándola de reojo, hasta que desaparece por el pasillo. Escucho los ruidos en la habitación de al lado mientras tomo la sopa, hoy sin ese sonido que tanto la molesta. Olfateo el aire a la busca del perfume que anuncie el cumplimiento de su amenaza repetida ante mis reproches, pero sólo huelo el sudor del miedo. Inclino la cabeza más de lo necesario para preparar la nuca a la caricia que no llega. Sigo, una cucharada tras otra, hasta tocar el fondo de cerezas, rojas como la sangre en la carretera. Y ahora sí, oigo la puerta de la calle cerrarse con suavidad. Detengo mi mano antes de que quite el freno de las ruedas. Después el silencio y mis lágrimas. El caldo coge un punto más de sal. Continúo sorbiendo.

27/5/14

PARAÍSOS

Fotografía tomada de la red.


La pequeña Cora fingió muy bien que lloraba. En cuanto a Chelo, no tuvo más remedio que sacar el pañuelo impregnado en jugo de cebollas. Él también puso de su parte contrayendo los músculos de la cara con una violencia muy creíble. Al galgo Rosendo tuvieron que enseñarle el retrato de su querido Niño Bola, muerto de un disparo de escopeta cuando robaba unas nueces, para que aullara de tristeza. A todo el pueblo le quedó claro que aquel contrato era una porquería por la que no merecía la pena pujar.
     La familia fue a despedirlo a la estación. Después volvieron a sus quehaceres diarios a la espera de que se cumpliera el primer mes. Celebraron la llegada del giro con una gran comilona. Chelo quiso agradecérselo con una llamada telefónica. Él dijo que estaba bien, pero muy cansado. Con el paso de los meses, las llamadas se distanciaron. A ella le producía cierta incomodidad su voz agotada, las quejas sobre el trabajo extenuante. Dejó de hacerlo. Y siguió recibiendo, puntual, mes a mes, el dinero. Hasta que un telegrama le anunció que su querido esposo había muerto y, por tanto, el contrato se había extinguido. La familia lloró amargamente tan valiosa pérdida.

15/5/14

PRIMAVERA DE MICRORRELATOS INDIGNADOS 2014



RESPIRO


No es porque me horrorice la idea de darle muerte. Su vida no vale nada. Tampoco me detiene la imagen repugnante de su abdomen abierto. Sería sólo un amasijo que desaparecería con jabón y agua. Pero este sol puro que entra hoy por la ventana, cosquillea y adormece. Y yo solo quiero dejarme llevar por el calor tibio. Balancearme, adelante y atrás en la mecedora desportillada y raída de una abuela. No levantaré la mano derecha para  aplastar la mosca parada en la izquierda. Tal vez pueda dormir un rato, a pesar del ruido de las ametralladoras en la calle.

30/4/14

SEGUNDO PREMIO DEL 58 CONCURSO DE CUENTOS GABRIEL MIRÓ




Me complace mucho anunciaros que un relato de mi autoría ha volado alto. Estoy contentísima.

Si queréis tener acceso al fallo, clicar aquí. Para leer el excelente relato que ha quedado en primer lugar "Una nueva habitación" de Rubén Orozco, así como el mío "El escondite", podéis hacerlo clicando aquí

29/4/14

ATASCO- GANADOR DE LA SEMANA EN WONDERLAND



Anoche la palabra naufragó en saliva. Ella va y viene del mercado. Corta zanahorias, calabacines, puerros. Y las sílabas bailan un tango con la campanilla. Hierve el agua salada que enternece las verduras mientras se acoda en el alféizar de la ventana. La primavera asoma amarilla y lila detrás del parque. Y ahora las letras deslizan sus panzas de tinta por un lago de valses y cisnes. Suspira. Vuelve a sus quehaceres. Calienta la sartén. Sala el pescado. Escucha la llave girando en la cerradura. “Aún no está la comida”, afirma el extraño, entrando en la cocina. Quiéreme, musita ella.


Si queréis escuchar el relato podéis hacerlo aquí a partir del minuto 55:63

26/4/14

LA AUTOPISTA

Imagen tomada de la red.


Yo corro con el carro por la autopista.
Es autopista mortal.
Yo corro en el carro.
El fuego pone las ruedas al rojo vivo.
Mi cuerpo se excita.
Mi corazón se sale del cuerpo.
La autopista fría me controla.
El fuego sale de las ruedas.
Las ruedas se destrozan.
La autopista sigue.
Mi cabeza parece que va a explotar.
La autopista es inmoral.
Me siento acojonado,
ella me controla, es inmortal.
Ella me controla, es inmortal.

Javier de la Fuente del Campo 

Usuario del Centro Ocupacional Ángel de la Guarda.

15/4/14

SELECCIÓN - (Finalista del mes de Marzo en la Microbiblioteca)











Ocurre en los peores meses de verano. Cuando la tierra se agrieta y zumban las moscas, enloquecidas por el calor que pesa como mercurio y abotarga la vida. Un silbido que brota bajito en lo alto de las lomas que rodean las casas, y baja las laderas hasta entrar ensordecedor en las calles. Y después de invadir todo el pueblo, cesa de repente llevándose consigo un puñadito de niños famélicos. El tiempo los borra de la memoria de los habitantes del lugar. Contentas con el milagro que les da más comida para repartir en la mesa, sus madres también los olvidan. Como si nunca hubieran existido.

13/4/14

DÍA DEL ADOLESCENTE

Tomada de la red.

Para que aprendas. Sólo por eso lo hago. Tómatelo como una medicina. Y no te quiero oír ni una queja. Me tienes harto con tus llamadas de madrugada y los registros en mi habitación.  Te voy a reventar ese ojo cotilla para que dejes de espiarme. No, no lo cierres. Eso no vale. Espera un poco que te retoque el maquillaje. Dos dedos de pintura blanca, la boca bien de bermellón, los ojos cruzados con carboncillo negro. ¡Ahí va: pelotazo de maría en todo el ojo!. Bueno, ya está. Son las doce, es hora de que te vistas de madre.

4/4/14

PONGA UN TÉCNICO EN SU VIDA

Ilustración tomada de la red

Si usted es un educador o educadora vocacional, usted estará siempre dispuesto a hacer su trabajo lo mejor posible, echándole muchas ganas, bastante paciencia y grandes dosis de empatía. Además, siempre que la situación lo permita y aliente, echará una mano a cualquier compañero de cualquier categoría.
     Pero si usted pertenece al grupo de educadores que están ahí porque con algo hay que ganarse el pan y, a pesar de los recortes, mejor pájaro en mano que ciento volando, sobre todo si es fijo, usted deberá seguir las siguientes indicaciones:
     Lo primero y principal que debe hacer es asegurarse de que tiene un técnico auxiliar siempre a mano. (Para evitar posibles, aunque no probables, encariñamientos, lo mejor es evitar llamarlo por su nombre). 
     Por ejemplo, si usted quiere irse a su descanso, según su percepción muy bien ganado,  preguntará a cualquiera que se cruce en su camino dónde está un técnico y, en cuanto lo localice, lo dejará al cargo de la clase.
     Nunca coja una silla de ruedas. Ni la roce. Podría romperse una uña. Mejor que se las rompa todas el técnico que para eso le pagan. No se ablande nunca si ve que el desgraciado tiene dos o tres sillas que movilizar a su cargo porque falta personal. ¡Que se las apañe!
     Si en el comedor usted tiene un día la suerte de que sólo hay en la mesa que debe atender dos usuarios totalmente autónomos, coma con ellos hasta hartarse y mire al frente, nunca a su lado donde el técnico, por razones ajenas a su voluntad, se halla solo y debe dar de comer a un usuario totalmente dependiente y atender a otros siete con algo más de autonomía. Ni se le ocurra ayudar, usted a lo suyo.
     Como su trabajo no es vocacional, hará todo lo que esté en su mano para no dejar que se enfríe su sillón. Para ello tendrá que pillar a un técnico desprevenido y endosarle trabajos que debería hacer usted. Le recomiendo encarecidamente que madure bien el plan y luego actúe rápidamente. Cuando el inocente quiera darse cuenta, no le será fácil dar marcha atrás.
     Y por último. Recuerde que NUNCA debe quedarse solo en un centro, con cinco o seis usuarios, donde hay auxiliares de control, personal de servicio, mantenimiento, de cocina, administración, tal vez psicólogo, educadores, maestros de taller, técnicos especialistas, Jata... ¡No! Usted exija siempre la presencia de un técnico auxiliar, no vaya a ser que tenga que acompañar a un usuario al baño y deba indicarle que se lave las manos con jabón después de utilizar el water. 
      Estos y otros consejos le ayudarán a llegar a la jubilación con un cuerpo y una mente diez. Eso, si no acaba con cien kilos de peso.

25/3/14

SEGUNDO PREMIO DEL II CERTAMEN DE MICRORRELATOS CFE

SIN NUBES EN EL CIELO

Aleja lloró durante toda la noche. Eso era bueno para el recolector que filtró un vaso de agua de excelente calidad. Y malo para ella que amaneció con la piel reseca. Mamá Luba la llamó para darle la unción hidratante, pero los pies de Aleja volaron hasta el invernadero. La flor aún seguía viva. Aguanta, aguanta, aguanta, suplicó en un susurro mientras pasaba la yema de su dedo índice ensalivado por los pétalos. La flor se irguió un poco y su color se reavivó tímidamente. Aleja oyó la transmisión de la orden. Ahora vuelvo, prometió. La esperaba Posi con su vaso de agua destilada. Bebió unos sorbos, guardó un buche en la boca y regresó junto a su flor. La regó con un espurreo de lluvia fina. Ya verás, pronto se arreglará todo. Papá Don trabaja para conseguir más agua, mientras tanto, seguiré llorando para ti cada noche.

17/3/14

INSTANTES DE LUCIDEZ

Tomada de la red


La huelo. Un hombre dice: Ven conmigo, e intenta separarla de mí. Amortiguado por un sollozo, escucho un crujido de madera. Requieren mi atención los golpes secos y la voz áspera ordenando: ¡Quieto, quieto!, que llegan del exterior. De otra habitación  escapa el llanto de un bebé. Y de repente  la memoria vuelve con un chisporroteo eléctrico. Es mi nieta quien llora en su cuna. Mi hija me abraza y su pelo, con aroma a lavanda, cosquillea mi nariz. Huelo cerca el tabaco de picadura de mi marido. Hacia la puerta, es mi hermana la que gimotea. Y quien ahora le dice: Vamos, vamos, tienes que ser fuerte, mientras mi sillón se resiente bajo su peso, es Virginia que ya ocupa mi lugar. A través de la ventana escucho los cascos de Rayo y el intento de calmarlo de Alberto, mi querido mozo de cuadra. Una bola grande y brillante estalla: risas, besos y cuerpos enlazados sobre el heno. Y poco a poco la luz escapa por un inmenso agujero negro.

5/3/14

ACTO DE CONMEMORACIÓN DEL DÍA DE LA MUJER

Por si alguno se quiere pasar, allí estaremos. Gracias por invitarme.



25/2/14

FORMACIÓN DEL ESPÍRITU NACIONAL- GANADOR SEMANAL DE WONDERLAND



La primera vez  que lo vi, huí hasta el mar. Metí mis manos en el agua y me escocieron tanto que lloré a gritos. De día evitaba volver a pasar por allí. De noche, perdía los dedos en mis pesadillas. Mamá propuso pedir cita con el psiquiatra. Pero papá dijo que era parte de mi educación y me llevó a rastras, sin hacer caso de mis lágrimas. Vomité. Sin embargo él siguió insistiendo, día tras día. Ocurrió como él dijo: me acostumbré al cuerpo echado sobre la valla, a sus manos acuchilladas. En unos meses estuvo integrado en el paisaje.

Este es un relato del que me siento especialmente orgullosa, porque me ha permitido sacar toda la rabia, la indignación y la pena por lo abominable del trato y la indiferencia de algunos de los mal llamados humanos hacia personas indefensas.

Si queréis escucharlo, pinchad aquí.

A partir del minuto 56

21/2/14

LUZBEL

Imagen tomada de la red

Los jueves, de cinco a siete, confesión. El codo sobre la rodilla, la palma de la mano izquierda aguantando la cabeza, el aguijón de ansiedad clavado en el pecho y la saliva abrasando. La espera. Escucha los pasitos cortos, el taconeo desigual sobre las baldosas. Descorre la cortina de terciopelo y recibe el aliento a hierbabuena enredado en el jazmín del pelo. Vértigo, temblor de pies y golpecitos en la tarima. Nidos de susurros envenenados que sacan al animal de su letargo. Luego la rutina del perdón y un lamento. El crujido de la madera al levantarse y cinco pasitos cortos.

El padre Miguel abandona el confesionario. Arrodillada sobre la almohadilla del reclinatorio, levanta la cabeza, la cruz respirando sobre el abismo del escote, y le ofrece su carita de ángel. Los cirios ardiendo y la cera derretida. Se tambalea, busca el equilibrio y apoya una mano en la pared. Desvía la mirada, se separa y camina a trompicones hasta la sacristía.

Los domingos, comunión. El padre Miguel sostiene la hostia entre sus dedos y ella le ofrece su lengua de sangre. Dientes grandes, el colmillo montado y una sonrisa manchada de burla en los ojos. La pulpa arrebatándole el círculo blanco y los dedos de él en retirada, recogiendo el jugo de la boca. Después la muralla de los labios, media vuelta y la nuca que se aleja. Calor y el animal desbocado. Alba, casulla y cíngulo quemando.

Viernes de Dolores y un papel enrollado. Lee la dirección, memoriza, lo rompe en trozos pequeños, se los mete en la boca y los mastica. Abandona el alzacuellos en un banco, luego avanza por el pasillo lateral de la iglesia. Pasa, engancha y arrastra con la hebilla del reloj el manto de noche y oro de la virgen que intenta, en vano, detener su carrera hacia el rectángulo de luz que le muestra la salida.

16/2/14

IX PREMIO INTERNACIONAL DE CUENTOS ESCRITOS POR PERSONAS CON DISCAPACIDAD. FUNDACIÓN ANADE.



Portada del libro

Un orgullo, una gran satisfacción para mí que dos de los usuarios del C.O. Ángel de la guarda, hayan sido publicados en esta última edición. 

El jurado ha estado formado por:

Fernando Delgado.
Boris Izaguirre.
Manuel Rivas.
Paola Dominguín
Ana Vargas

ARREPENTIMIENTO 
(Relato finalista)

De: Inmaculada López Camba 

El bailarín Germán era muy bueno y formal. Bailaba en el Teatro del Amor. Lourdes quería ser siempre su pareja porque juntos bailaban muy bien y con mucho amor.
     A menudo, iban de gira. Unas veces actuaban en San Blas y otras en Las Vegas.
     Un día discutieron en un hotel y decidieron divorciarse, aunque siguieron bailando juntos.
   Una Nochebuena que tenían que actuar en San Francisco, Germán desapareció. Lourdes estaba desesperada, lo echaba de menos y no bailaba igual con el suplente.
     Germán se había ido a Hollywood a conocer a los famosos del cine. Quería hacer una película con Javier Bardem. Estaba muy ilusionado, pero también echaba de menos a Lourdes. Se puso a llorar y pensó que debía solucionar los problemas con ella. Le mandó un correo electrónico desde el ordenador del hotel, disculpándose por haber desaparecido. Le dijo que la quería y que deseaba que estuvieran juntos. 
     Lourdes fue a su encuentro en Hollywood. Los dos se abrazaron y se dieron regalos.   
 Más adelante hicieron un cortometraje sobre la rutina 
diaria.  

RELATO SELECCIONADO PARA SU PUBLICACIÓN:

NÚMEROS
De: Juan Pablo Bahillo Cabo
El número uno se llevaba muy bien con el número tres. En cambio el siete siempre se peleaba con el doce. El trece era el número de la buena suerte y todos los números querían estar con él.
      El calendario estaba descolocado. Cuando Pepa iba a mirarlo, no se aclaraba. Entonces llegó Juan Pablo y le dijo a los números: Podéis juntaros un rato por la mañana, pero luego tenéis que volver a colocaros en vuestro sitio para que las personas puedan saber en qué día están y la fecha de su cumpleaños. Los números estuvieron de acuerdo. Aunque alguna vez se saltan el pacto.

Felicitaciones a los dos.