REGALO
Lo encontré en el agua, una mañana tórrida de agosto. Me
había alejado de la orilla abarrotada, buscando un espacio de soledad y, cuando
quise regresar, no pude. Él me devolvió sin esfuerzo a la arena. Me fui a vivir
con él a su casa del acantilado. Siempre sospeché que su pasión por el
submarinismo era algo más que una afición. Pero en sus caricias naufragaban mis
preguntas. Cada vez pasaba más tiempo zambullido en el mar, hasta el día en que
no regresó. Me dejó el embrión de un niño pez plateado nadando en las
profundidades de mi vientre.
A partir del minuto 28:40. Para escuchar el relato clicar aquí
NADA, DEMASIADO
La sospecha fue arraigando en su interior hasta acabar en
certeza. Él le robaba hasta el último aliento con cada beso. Un catarro. Una
gripe. El cólico nefrítico que la hizo llorar a gritos. La gastroenteritis...
Cada uno de sus males sanaban en los labios del enamorado, mientras él
enfermaba de repente. La casualidad, se decía ella. Pero llegó el terror en
forma de tumor de huesos. Inoperable. Ahora el cuerpo del marido se hunde,
esquelético, en la cama. Ella lo mira. Le duele la garganta. Duda. Le pide un
último beso. Total, lo de él ya no tiene remedio.