17/9/07

FUNDACIÓN PARA EL FOMENTO DE LA SALUD.
Finalista I certamen de relatos hiperbreves 2007.

ULTIMA TARDE DEL DOMINGO.
(Autora:Lola Sanabria)



Sobre una rinconada alta, el televisor pasa imágenes y diálogos de una película de "Sesión de tarde". Los manteles de papel están marcados con círculos de agua y vino y manchas de aceite y kechup. Los platos se amontonan en el mostrador con restos de huevo y grasa y huesos de chuletas. El padre los recoge y los pasa por el ventanuco a la madre que friega en la cocina. Amanda sale del bar y se apoya en el muro. Un grajo vuela desde el cable de la luz a un pino cercano. Amanda mira el almendro con sus flores rosadas. En la ribera del río se desperdigan las bolsas vacías de patatas fritas, las cáscaras de pipas de girasol, los vasos de plástico de la cerveza y la sangría. Dos hurracas picotean las migas que han quedado sobre las mesas de madera. Los domingueros, como los llama su padre, han vuelto a la ciudad. Amanda llora lágrimas de cristal mientras una lluvia de agua congelada cae del cielo. Se limpia la cara con las mangas del suéter y entra. La madre sale de la cocina quejándose del tiempo, tan variable, mientras se seca las manos en el delantal anudado a la cintura. El padre comenta que así es la primavera, echa una cerveza de barril en una jarra y se la bebe de un tirón. Amanda les da un beso y mientras sube las escaleras hasta su cuarto, oye a su madre decir qué bicho le habrá picado. Baja la maleta del altillo del armario y comienza a llenarla de ropa.
I Certamen de Relatos Hiperbreves
FUNDACIÓN PARA EL FOMENTO DE LA SALUD.
I certamen de relatos hiperbreves.
Finalista Certamen 2007



SIN RASTRO DE ELLOS.
(Autora:Lola Sanabria)


Se fueron los gitanos. Por la mañana, cuando salía del portal, vi las furgonetas, las mujeres cargando colchones y muebles, y un poco alejada, la pala del Ayuntamiento.
A la tarde, cuando volví del trabajo, no había gitanos, ni furgonetas, ni coches, ni chabola. Varios empleados del Ayuntamiento echaban tierra en aquel solar despoblado y plantaban árboles enanos. Todo limpio, recogido, lindo. Los vecinos sonreían satisfechos, después de muchos años, acabaron con aquella plaga que mantenía en jaque a toda la comunidad. No más enganches de luz a la farola de la esquina, no más tuberías a la fuente cercana, no más arranques y derrapes de coches a la entrada y salida de la colonia. Lejos Juanito Valderrama, Tomatito, palmas y cantes que trepaban por el edificio y se colaban en los dormitorios en las noches de verano. A otro lado "la terraza de verano" instalada a la puerta, hecha con una mesa y unos sillones del desguace. Atrás las fogatas en mitad de la noche en un velorio de días por la muerte de un muchacho. Y, lo más importante, la corte de gitanos se llevaba con ellos las miserias de los visitantes asiduos, los de fines de semana, los desesperados que atracaban en el pasadizo, que recibían su dosis en aquella chabola.
Entonces ¿por qué la añoranza? Porque sentí que lo mismo que unas vidas se barren con una pala, tierra y arbolitos, la mía se va borrando con ausencias que ya no pueden ayudarme a encajar piezas en los distintos puzzles de la memoria. Echo de menos a mi madre.