29/11/12

SEQUÍA

Fotografía tomada de la red.


Cuando los cangilones de la noria salieron sin agua, mi padre miró desesperado los tomates, aún verdes en las ramas. Años sin lluvia habían secado los veneros y abierto la tierra en heridas profundas por las que corrían los lagartos.
     Mamá restregaba la ropa en la tabla de lavar, dentro de un barreño, con jabón y agua del pozo, tan gorda que parecía leche cortada. Yo jugaba a que unas plumas de gallo, flotando en una cubeta de aluminio, eran personajes de “El Jabato” en una aventura en el Amazonas. Mi padre entró alterado en el patio y se puso a sacar agua del pozo. Iba a la huerta con los cántaros llenos y volvía con ellos vacíos. Así hasta que salió la zapatilla podrida, la botella de vino que puso a enfriar con una soga atada al gollete, y la muñeca rota que tiré en una de mis rabietas. Entonces sacó a mi Jabato y a mi Goliath de la cubeta y se la llevó también a la huerta.  Prohibido jugar con agua.

27/11/12

PREMONICIÓN- GANADOR DE LA SEMANA DE WONDERLAND


“Semana de lluvias” le dice el abuelo a la abuela mientras se soba la rodilla izquierda. Y llueve a cántaros. “La Justa tendrá gemelos”, asegura, rascándose ambos brazos. Y hay doble bautizo. “Al Pedro le ronda la muerte”, vaticina con una mano en el pecho. Y al poco las campanas tocan a difunto. Hace días que el abuelo no sale de casa para echar con los amigos la partida de cartas. Se sienta al lado de la abuela, en el corredor, entre las macetas. Ella hace ganchillo y él se acaricia el lado corazón sin dejar de mirarla de reojo.
 Hacia el minuto 49

26/11/12

COMUNICACIÓN PERDIDA

Fotografía tomada de la red.

Conocíamos aquel medio primitivo de transporte, pero nada sabíamos de aquellos puntos en relieve sobre los pulsadores de las puertas. Dejé las excavaciones y volví a casa.  Proyecté la figura, pero la Computadora Central no consiguió ninguna información del análisis de los objetos encontrados después del Gran Incendio. Estaba cansado. Tomé mi ración de proteínas y me coloqué en posición horizontal. Antes de cerrar los ojos, perdí las imágenes varias veces, tendría que hacer una visita a la Fábrica de la Visión: el chip estaba fallando.

22/11/12

ÁNGEL

Fotografía tomada de la red.

La mañana de su último día, Ángel dormitaba en su silla de ruedas. De vez en cuando, suspiraba. De vez en cuando, un largo hilo de baba pendía de su boca torcida. De vez en cuando abría los ojos, tosía, levantaba una mano para captar mi atención.
     - ¿Qué quieres Ángel?
     Me agarraba la muñeca y tocaba mi reloj. "Las doce", le decía. Y unas lágrimas sin llanto caían sobre su pijama.
     - ¿Qué te pasa?, ¿te duele?
     Y él negaba con la cabeza señalando el televisor. A las ocho de la tarde daban un partido. Jugaba su equipo. Pero aún era de mañana y había un programa de manualidades. Presté atención. "Para mis chicos", pensé. Mientras, Ángel volvió a cerrar los ojos.
     Cuando me fui a las tres, llevaba en mi cabeza unas cuantas ideas para mi próximo trabajo. Atrás quedó Ángel, atrás su último esfuerzo por conseguir unas horas más de vida.


19/11/12

II CONCURSO LITERARIO "CUENTOS CORTOS DEL 1 DE MAYO"

http://sombrasenllamas.blogspot.com.es/


Esta mañana me han comunicado que mi relato "Botón de muestra" ha ganado, junto con otros nueve, el Concurso Literario "Cuentos cortos del 1 de mayo". El premio: Diploma y la edición de los diez mejores y quince ejemplares de la antología. Contenta, estoy.

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17/11/12

GRAN GALA DE SUICIDIOS ELEGANTES, NO APTA PARA CARDIACOS

Yo que tú, me lo pensaría. Pero si,  llevado por la sed de una buena cerveza aderezada con una pizca de morbo, decides asistir al evento, te aconsejo casco, por si las caídas de cuerpos, y un catador, por si los venenos en los caldos. Avisado quedas.

15/11/12

MAFIA

Fotografía tomada de la red.


Si no por mí, hazlo por ellos. Anda, tómate esto, no te dolerá, te lo prometo, le dice. Y le ofrece las pastillas y el vaso de agua. Él mira el cuerpo enflaquecido de sus hermanos, las costras, los ojos de hambre. En unos días estás en la calle, en esa esquina tan buena que te reservamos. Una mina, ya lo verás, enseguida llenarás el plato de monedas y podrás irte a descansar, insiste ella. El niño traga las píldoras. Dos segundos antes de meter la mano en la prensadora, se pregunta si de verdad aquella mujer será su madre.

11/11/12

DENUNCIA, DENUNCIA, DENUNCIA.


Tomalaplaza.com


 Os dejo el enlace del blog de Juan donde ha colgado un post sobre el tema lacerante de los desahucios. No tiene desperdicio.




http://aceroyhumo.blogspot.com.es/2012/11/basta-ya-ni-un-desahucio-mas-y.html

9/11/12

HAMBRUNA

Tomada de la red.


Ah, no, esta vez no caeré en la trampa. Que sí, mujer, que debo resolver el conflicto. Pero primero me tomo la sopa, después los boquerones y para acabar el yogur con bífidus, que para eso soy ahora el cabeza de familia. No me tires del brazo que no pienso moverme de la silla. En vano gritas. Con los auriculares puestos sólo oigo navajazo, sangre y otras palabras sueltas. Quieres provocar mi alarma, que deje mi cena sobre la mesa para que esos dos harapientos de tus hijos pongan fin a la representación, mientras los otros cuatro se la zampan. Anda, prepárame el traje de domador y el látigo de los carnavales. En cuanto dé la última cucharada, intervengo. ¿Y ahora qué haces? ¿Adónde vas con el cuchillo? Ya me advirtió mi madre: José, no te mezcles con muertos de hambre que te darán un disgusto.

6/11/12

EL ENGANCHE (Concurso de Relato Breve Doctor Zarco)

Tomada de la red.



El sudor le cae sobre los párpados, nublándole la visión. Saca el pañuelo del bolsillo. Arrugado, áspero. Ya nada es como antes. Ni de poner suavizante se acuerda Toñi. Lo pasa por los ojos y después  vuelve a guardarlo en el bolsillo del pantalón. Entre las cejas, ahí quiere darle en cuanto deje de moverse. Tiene buena puntería. Un buen tirador lo entrenó. Claro que le costó unas cuantas invitaciones. “¡Hombre, Paco!, a mí la cerveza así, a palo seco, no me cae bien. Que traigan unas gambas o unos tacos de jamón para acompañarla”. Un jeta su amigo Germán. Pero le había compensado. Varios meses matando ratas en el vertedero, agujereando cervezas y Coca Colas a la orilla del río y había conseguido que errara muy pocas veces. Pero Germán tenía sus principios, eso dijo. No le iba a prestar el arma reglamentaria.
     -  Es para hacerle una demostración a Toñi. Te la devuelvo el lunes.
     -  ¡No me jodas, Paco! De ninguna manera te dejo la pistola.
      - ¡Venga, hombre! Si sólo es para el domingo por la mañana. Mira, si quieres, te la acerco a tu casa por la tarde.
     - No insistas. Del arma no me separo yo ni para mear. Fue lo primero que me enseñaron en el Cuerpo, a cuidar de ella como si fuera mi polla.
- Nadie se va a enterar. Sólo unos tiritos a unas latas de cerveza para impresionar a Toñi, y te la llevo a mediodía.
-  Me la juego. Si pasa algo, me la juego. Y no estoy dispuesto a que me expulsen del Cuerpo por una tontería. Te la dejo para que des unos tiritos, pero no le quito yo el ojo  de encima a mi pistola por nada del mundo.
     No hubo manera de convencerlo y tuvo que andar de trapicheos con “El Chota”, un tipo que se había ganado a pulso el apodo. Le importaba una mierda para qué la quería. Vendía armas a cualquiera que tuviera dinero para pagarle. Tampoco se hacía responsable de los fallos. Decían que el mal estado de una escopeta le costó varios dedos de la mano derecha al “Trancas”, cuando estalló el cañón al disparar al aire con la intención de amedrentar a los clientes del banco que intentaba atracar.
     Muy buena, dijo “El Chota”, lo mejor que tengo. Vio el interés en los ojos de Paco y le sacó todo el dinero que tenía ahorrado para las vacaciones.
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     Paco vuelve a enjugarse  el sudor con el pañuelo. Sigue los desplazamientos de la cabeza desde una distancia que él considera prudencial. En cuanto pare, le dispara entre las cejas. Está decidido. Acaricia el gatillo. Tiene el pulso firme. Es el calor, ese bochorno que se ha metido en la casa después de la tormenta, lo que le hace sudar. Antes le asustaban los truenos a Toñi, pero ahora no le tiene miedo a los rayos. Ni a nada de lo que antes la amedrentaba. Tira el pañuelo sobre una silla y desvía un momento la atención para mirarlo. Ni siquiera la humedad ha suavizado las arrugas de la tela.
     Toñi era muy cumplidora. Él siempre tenía su ropa limpia y planchada, la cena hecha, los cacharros fregados y la cocina recogida. Pero se ha vuelto descuidada. Todas las noches se apilan en el fregadero platos, sartenes,  cacerolas, vasos y cubiertos, y en más de una ocasión no ha encontrado en el armario una camisa que ponerse. Todo por un tipo cochambroso, con barba de varios días y drogadicto.
     Eso de engancharse con una serie, una telenovela, un programa del corazón, le había ocurrido otras veces, y no le impidió seguir con sus obligaciones,  pero fue descubrir al cojo y dejarlo todo para dedicarse en cuerpo y alma a la serie. No se perdía ni un episodio de aquel culebrón hospitalario donde un malas pulgas se atiborraba de pastillas y trataba a bastonazos a sus colaboradores y peor a sus pacientes.
     - ¡Vamos a la cama, Toñi!-, le decía Paco. Y ella iba detrás, como una corderita.
     Aquellos sí que eran buenos tiempos. ¡Lo que le relajaba a él echar un polvo antes de dormirse! Claro que Toñi quería algo más. “Un abrazo por lo menos. Que tú enseguida acabas y ¡hale!, te das la vuelta”. Y él le daba un achuchón para que se quedara más tranquila. Pero cuando comenzó a ver la serie, él le decía venga vamos a la cama y ella le contestaba ve tú  delante que ahora te sigo. Al principio la esperaba, pero pasaban las horas y ella no aparecía, así que después de dar muchas vueltas y enredarse y desenredarse en las sábanas, se dormía de puro agotamiento. Y cuando se levantaba, más cansado que cuando se acostó,  tenía que preparar la cafetera y las tostadas porque Toñi ya no le dejaba el desayuno dispuesto sobre la mesa de la cocina.
     Creyó que era una buena idea y le regaló un DVD. “Toma, para que  grabes al tipo ese de los cojones y puedas verlo cuando quieras”, le dijo. Y ella le dio las gracias, un beso y un polvo rápido antes de la cena, que a él le abrió el apetito y le dio nuevas esperanzas.
     - Me tienes que enseñar cómo se graba-, dijo ella nada más calentar la lasaña.
     - ¡Joder Toñi, lasaña! Sabes que no me gusta.
     - No seas  gruñón. Es que no he tenido tiempo para hacer otra cosa, pero mañana, por éstas- y besaba el pulgar cruzado con el índice- que te hago unos calamares en su tinta.
     Le enseñó y ella aprendió rápido. Pronto tuvo una colección de cds. Pero eso no hizo que dejara al doctor  para irse  a la cama con Paco, como él esperaba. Al contrario, pasaba más tiempo pegada al televisor, viendo una y otra vez todos los capítulos que tenía grabados. “Ya tienes tiempo mañana”, le decía él. Y ella contestaba: “Ve tú delante que ahora voy”.
     Paco comenzó a sufrir insomnio. Y para no quedarse en la cama dando vueltas, decidió aliarse al enemigo y fue a sentarse al sofá con Toñi.
     - Ese no tiene ni idea- decía ella muy segura mientras señalaba con el índice al doctor Foreman – La paciente no tiene cáncer, lo que tiene es una infección de caballo y la va a matar por culpa de un diagnóstico equivocado.
     Y encima le destripaba la serie adelantándole los finales. Claro que a él las correrías de la cuadrilla de batas blancas le importaban un comino. Los despreciaba a todos. Unos por babosos y lameculos, otros por repetir siempre las mismas chorradas. Listos, iban de listos con sus enfermedades fantásticas y sus curas espectaculares. Síndrome paraneoplásico, xantocromía,  esquistosomíasis,  intoxicación con ciguatera, acinetobacter baumannii, síndrome de Sjogren,  telangiectasia hemorrágica hereditaria, coagulopatía intravascular diseminada. Eso era lo que Paco escuchaba a todas horas. No hacía falta que viera la serie, Toñi se encargaba de ponerlo al corriente de los últimos nombres que se aprendía de memoria. Lo apuntaba todo en un cuaderno y luego iba a la enciclopedia médica que se compró para empaparse bien de todos los síndromes. Toñi, su Toñi, que no había leído un libro en su vida, que hasta que no se metió de lleno en los avatares hospitalarios del cojo, no podía pronunciar ácido acetilsalicílico ni sabía qué era eso. Pero lo peor fue cuando comenzó a dárselas de entendida. Si alguien se quejaba de un dolor inexplicable, enseguida iba ella y le diagnosticaba una enfermedad rara. Como cuando la señora Paquita, la vecina del quinto, se lamentó de su pérdida de memoria. “Eso tiene un nombre: Creutzfeldt-Jakob”. Y añadió que no había cura. Tuvo que pagarlo él. Se encontró con el yerno de la señora en el portal, lo agarró de la pechera, le levantó los pies del suelo y le dio un par de tortas y el encargo de que hiciera callar a su mujer.
     La última esperanza se le fue cuando, mientras ella se llenaba la cabeza de larvas, tumores y septicemias, él le metió las manos bajo el camisón y fue subiendo, palmo a palmo de piel, como un fortín conquistado, hasta llegar a las dos tetas. Y cuando ya las tenía entre sus dedos, fue ella y le dio una palmada mientras le decía: “¡Quita, Paco, no seas pesado!”. Aquello fue la última gota. La  penúltima la dejó caer en el vaso de su exasperación su jefe al señalarle una manga arrugada de la camisa. “Hay que cuidar la imagen, Paco. En esta profesión es muy importante”. Y el muy cabrón lo dijo delante de su rival más encarnizado, el que estaba deseando quitarle el puesto. Menuda cara de satisfacción se le puso. Así que el vaso rebosó con el desplante de Toñi. Miró la cara sin afeitar de aquel sarmiento con bastón y sintió un odio tan intenso que le revolvió las bilis y las tuvo que echar en una de las mayores vomitonas de su vida.

     Paco se prepara. Él ha abierto la puerta corredera. Entra y se queda un momento parado, luego coge una silla y la acerca a la cama. Se sienta y le habla al joven entubado con la arrogancia de costumbre. Ahora es el momento, se dice Paco. Le apunta entre ceja y ceja y dispara. “¡Vete al infierno, cojo de mierda!”

3/11/12

EMPLEO

Fotografía tomada de la red.


El sudor le enturbiaba la vista. Pasó el puño deshilachado de su camisa por los ojos. Seguía el desplazamiento de la rebeca rosa, calle abajo. Si no se apresuraba, la perdería. Varias gotas saladas bajaron por la nariz y se estrellaron en el alféizar de la ventana. Era más difícil de lo que creía. Y eso que practicó con las cucarachas de casa y las ratas del vertedero.  Pensó en su mujer y en sus hijos, y fue peor. Aquel era el oficio más duro del mundo y él no estaba preparado. Bajó el arma y dejó escapar el encargo.