Fotografía tomada de la red. |
Conocíamos aquel medio
primitivo de transporte, pero nada sabíamos de aquellos puntos en
relieve sobre los pulsadores de las puertas. Dejé las excavaciones y
volví a casa. Proyecté la figura, pero la Computadora Central no
consiguió ninguna información del análisis de los objetos encontrados
después del Gran Incendio. Estaba cansado. Tomé mi ración de proteínas y
me coloqué en posición horizontal. Antes de cerrar los ojos, perdí las
imágenes varias veces, tendría que hacer una visita a la Fábrica de la
Visión: el chip estaba fallando.
Je, Lola, tal como van las cosas el concepto 'fábrica' será ininteligible mucho antes del Gran Incendio. Pero me trae tranquilidad que en tu futuro probable se vaya a retomar la palabrita. Todo vuelve.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Bueno, ya empezamos a presagiar futuros que no me gustan nada. Y este que has descrito con tanta maestría me pone los pelos de punta.
ResponderEliminarBesos
Un relato muy futurista por lo que leo, el protagonista es ¿persona o androide? Si lleva chips... Me deja pensando tu relato en cómo seremos dentro de unos cientos de años.
ResponderEliminarSaludos desde mi mar.
No sé qué ocurrió, pero me temo que no haya chip que conecte la memoria al recuerdo, y éste a la emoción, por muy tecnológico que seamos. Inquieta, el tono distante del texto, y esa ración de proteínas.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
No sé qué ocurrió, pero me temo que no haya chip que conecte la memoria al recuerdo, y éste a la emoción, por muy tecnológico que seamos. Inquieta, el tono distante del texto, y esa ración de proteínas.
ResponderEliminarAbrazos, besos.
Aterra un futuro donde se pierdan ciertas formas de comunicación, Mónica, pero la esperanza está ahí.
ResponderEliminarTambién a mí, Elena.
¿Por qué será que en esas películas y libros del futuro todo es catástrofes, Yashira?
Eso me temo yo, Agus, que la emoción desaparezca. Y al paso que vamos...
Abrazos a repartir.